Orlando, Florida: las palabras y las armas

Con lo sucedido en Orlando se llega al escalofriante promedio de casi un atentado diario en Estados Unidos

Javier Oliva Posada
Columnas
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Foto: AP

El asesinato de 49 personas, más la muerte del asaltante del bar Pulse en Orlando, Florida, viene de nuevo —por si fuera necesario— a ubicarnos en dimensiones de discusión y toma de decisiones que a muchos analistas y funcionarios les parece ocioso o sin sentido: me refiero a cómo y por qué calificar de determinada forma un deplorable y repugnante hecho como el que sucedió el pasado domingo 12.

La forma de clasificar un acontecimiento de esa magnitud implica, a su vez, la activación de ciertos protocolos de seguridad, de aplicación de determinadas leyes, de procedimientos periciales…

También la precisión respecto de la forma de proceder del asesino y las armas utilizadas nos remiten a cierta problemática que en México, por desgracia, conocemos muy bien.

Hasta el momento de redactar esta colaboración el presidente Barack Obama ha sido muy cauteloso para señalar si se trató de “terrorismo doméstico”; “acto terrorista”; “crimen de odio”, “extremismo religioso” y otros términos que encierran toda una argumentación de fondo y que, por lo tanto, guardan importantes diferencias, aunque los grotescos y criminales resultados sean los mismos.

Desde Estados Unidos también viene el ejemplo de los efectos de una perniciosa e ignorante incontinencia verbal, ejemplificada desde luego por Donald Trump: al generalizar como culpables a un determinado grupo étnico y una determinada religión y calificar a ambos como “un peligro para la seguridad nacional” pone en serio riesgo la convivencia en un país que fue fundado y construido por oleadas de miles y miles de inmigrantes.

Y pese a que los musulmanes se encuentran en el mes sagrado del Ramadán, varios fueron a donar sangre a los hospitales de Orlando para las decenas de heridos e incluso subieron las fotografías a sus cuentas en las redes digitales de comunicación para expresar su compromiso, solidaridad y condena a ese tipo de actos por completo injustificables.

Laberinto

Las armas utilizadas por Omar Mateen fueron un pistola y un fusil de asalto AR-15, que tan bien conocemos en México y sobre todo las Fuerzas Armadas, puesto que no hay incautación de fusiles a los grupos criminales que no incluyan uno o dos o más ejemplares del mismo.

De acuerdo a lo consignado por el periódico El País el AR-15 fue inventado en 1957 por ArmaLite. A la fecha se usa en los escenarios bélicos de Afganistán e Irak, ya sea por militares de Estados Unidos o de sus aliados. Se han vendido en los últimos cinco años poco más de un millón y medio de ejemplares. Es un rifle de uso mortífero y fácil.

En el colegio de Newtown, donde fueron masacrados 24 niños y seis maestros, incluida la madre del asaltante, se usó también un AR-15; asimismo, se utilizó en la matanza de San Bernardino; y hasta en Utoya, Noruega, cuando fueron asesinados 77 jóvenes de un campamento de verano.

La posibilidad de comprarlo legalmente en Estados Unidos propicia que una buena cantidad de los mismos terminen en manos de criminales que asuelan partes del territorio mexicano. Y hay que tomarlo en consideración: a eso se enfrentan —entre otras cosas— las autoridades de nuestro país, sobre todo los soldados y los marinos.

Con lo sucedido en Orlando se llega al escalofriante promedio de casi un atentado diario en Estados Unidos donde al menos haya cuatro asesinados, sin incluir al agresor. Al mismo tiempo que en otras partes del mundo cada semana son truncadas decenas de vidas por actos de violencia extrema. La historia es la mejor vía para encontrar las palabras necesarias para salir de este laberinto.