La inefable abuelita Janet Yellen aparece como jefa de la Fed gringa, pero el que de veras manda es su dizque subordinado Stanley Fischer, ex gobernador del Banco de Israel: ella no es más que la cotorrita de los micrófonos. Como quiera, doña Janet acaba de declarar, refiriéndose a la gringa: “La economía florece”.
A continuación explicó que no hará nada que pueda perturbar el sueño de los inversionistas en el mercado bursátil (por más que los más avispados tengan pesadillas todas las noches), a pesar de que repite su amenazante cantaleta usual, que ya nadie cree, de que “algún día del futuro, cautelosa y gradualmente” la Fed subirá la tasa de interés y en consecuencia reventará la burbuja accionaria.
La siguiente oportunidad es en la reunión del FOMC en Washington. A ver con qué salen.
Bill Bonner se pitorrea de esa declaración de doña Janet y dice que los índices de productividad (lo único que distingue una economía dinámica de una declinante) se hundieron por primera vez en 30 años. Y en vez de los 162 mil nuevos empleos que Wall Street pronosticaba, la economía solo creó 38 mil. Son las peores cifras en seis años y desplomaron la tasa de participación laboral (el porcentaje de población en edad productiva contra la población con empleo) a niveles no vistos desde 1976.
La abuelita porrista
Ms Yellen dijo que “la economía continúa mejorando”. Y Bonner comenta: “La economía ha continuado ‘mejorando’ durante siete años. Estamos comenzando a preguntarnos qué tan ‘mejor’ puede aún ponerse. Porque a pesar de tanta ‘mejoría’, la tasa de fondos federales (controlada por el Estado Profundo a través de su intermediario la Fed) sigue estando en situación de emergencia, apenas arribita de cero (y eso nominalmente, porque la realidad es que ni eso)”.
A este paso, dice Bonner con sangrienta ironía, “asumiendo que la ‘mejoría’ continúa sin sobresaltos al mismo ‘frenético’ ritmo, la Fed subirá un cuarto de punto cada seis meses y en 2024 la tasa alcanzará niveles ‘mínimamente normales’ de 4%. Bueno, eso si todo se mantiene según el plan, nada sale mal, no hay un desplome súbito en la bolsa ni un pausado mercado bajista, ninguna recesión en la economía, y ningún percance grave en China. Ah, y tampoco ninguna sorpresa política, ningún huracán grande, ninguna explosión volcánica severa, ningún invierno particularmente crudo, ningún verano particularmente caluroso, ningún alza o baja violenta en el precio del petróleo… ningún adolescente borracho que estrelle al carro de su papá, nadie que se deje caer un martillo en un dedo del pie o pesque un resfriado”.
En otras palabras, “los genios de la Fed (y sabemos que son genios porque ellos mismos nos lo han dicho) nos guiarán de regreso a una economía sana y próspera en algún momento después de 2020. A menos que surja alguna sorpresa, claro. ¡Qué alivio!”