Sociedades divididas

 El racismo y la xenofobia tarde o temprano incubarán la exacerbación

Javier Oliva Posada
Columnas
Referéndum Reino Unido
Foto: Frank Augstein

Vivimos una serie de procesos políticos que han afectado de manera muy grave la convivencia y condiciones de desarrollo económico en distintos países. Podemos mencionar los casos de Venezuela, Reino Unido, España, Brasil, México y Estados Unidos, entre muchos otros.

Desde luego podemos confortarnos con la certeza de que la democracia es en efecto la expresión de la pluralidad y la diversidad pero, ¿hasta dónde resisten las instituciones, los procedimientos y las leyes acciones que pueden llegar a alterar de forma grave el equilibrio mismo del sistema social?

Más allá de las preferencias ideológicas o simpatías por determinados liderazgos y organizaciones, observamos un claro agotamiento de los sistemas políticos, que manifiestan dos procesos simultáneos: la exigencia para la construcción de nuevos ambientes para la toma de decisiones y, como consecuencia, el agotamiento de los recursos argumentativos de las élites gobernantes.

La prolongación de esas tensiones, aun expresadas de forma violenta, reflejan elevados índices de malestar. Desde el referéndum respecto de la salida o no del Reino Unido de la Unión Europea hasta la remoción de Dilma Russeff en Brasil, es decisivo que ese incuestionable divisionismo no se extienda ni en el tiempo ni entre los diversos segmentos sociales.

Venezuela, inmersa además en una crisis de abastecimiento alimentario, se enfila a otro referéndum sobre la continuidad del presidente Nicolás Maduro.

En México, bajo una dinámica distinta pero también generadora de una pendiente de legitimidad, enfrentamos expresiones de inconformidad en zonas de prolongadas situaciones de pobreza y marginación.

Daños

La responsabilidad, sin lugar a dudas, es compartida. La cuestión es que, como en el caso de otros procesos —de forma señalada la emergencia de Donald Trump en Estados Unidos—, aun cuando sean derrotadas las posiciones radicales el daño ya estará hecho.

Así, aunque el Reino Unido permanezca en la Unión Europea, las desavenencias entre grupos étnicos, religiosos y culturales durará varios años.

No obstante las opciones que ofrece la democracia, una vez resueltas las consultas —en casos como los de México o Venezuela— las demostraciones de fuerza lejos de sorprender mudan parte de la cotidianidad.

El divisionismo político no puede ni debe mantenerse como fuente de aspiraciones o bases programáticas. El racismo y la xenofobia tarde o temprano incubarán la exacerbación (esta sí, sin remedio). Ambas condiciones, como es evidente, no propiciarán ni darán paso a mejores estadios de desarrollo.

La extensión del divisionismo social como práctica política tiene su origen en el oportunismo inmediatista, que hará pagar costos muy altos si se persiste en explorar miedos, prejuicios y otro tipo de sentimientos susceptibles de ser manipulados. Es ahora o nunca que se deben crear las condiciones que permitan, pese a las diferencias, que sean más las cosas que identifiquen a los individuos. El punto fundamental radica entonces en resaltar las diferencias bajo la premisa de encontrar y fortalecer acuerdos. Se trata de que “todos ponen”.