Felipe Ehrenberg en dos actos

A Ehrenberg no le faltan críticos, pero le sobran seguidores

Hector González
Todo menos politica
Felipe Ehrenberg
Foto: Valentina Pelayo

Definir a Felipe Ehrenberg es casi un acto de fe: si acaso alguien se atreve, es él mismo. Se llama neólogo, un curioso de todo lo nuevo y abierto a cualquier manifestación artística. Una amplia trayectoria, donde el arte contemporáneo mexicano tendría que hacer escala obligada en más de una ocasión, respalda la biografía de quien este 27 de junio cumple 73 años.

Para celebrarlo, quien en tiempos de Vicente Fox fuera agregado cultural en Brasil —cargo que le ocasionó gran cantidad de cuestionamientos—, habla acerca de un par de proyectos que se vinculan a ese festejo cumpleañero: el primero obedece a su innata vocación por experimentar con los mecanismos en boga, en este caso los memes; el segundo es un filme dirigido por Valentina Pelayo y enfocado en su proceso creativo.

El arte del meme

Atento, Felipe Ehrenberg es un artista que abreva de lo nuevo. No le gusta el término “vanguardia”, porque pertenece al ámbito modernista; pero en cambio sí se asume como hombre atento a todo lo que marca tendencia en términos de cultura popular. No es extraño, por tanto, que centrara su objetivo en los memes.

“Son herramientas con humor. Hay una ironía subyacente mezclada con escepticismo. Son expresiones profundas sobre la política y la manera en que la practica el grupo en el poder”, explica.

Por tanto, encontró ahí una forma de abrevar ideas para su imparable creatividad y dar vida a la serie Factor RH, que se estrenará el viernes 1 de julio en la emisión de Punto de vista con Don Chu, para Vértigo TV.

Hacerlo por esta vía es más que lógico: si el canal propio de los memes es la red, su primera exhibición al público tenía que ser de esta manera.

El proyecto consiste en retomar algunos memes para intervenirlos y sumarles elementos que enriquezcan su lectura y significado. “Son una manifestación social adicional, una forma de expresión social virtual”.

Considera que la colección tiene su antecesora en un antiguo trabajo realizado con los selfies. “No soy pintor; la pintura es apenas una de las expresiones del arte plástico. Yo no me identifico con ninguna especialidad. Soy neólogo, porque me interesa lo nuevo. Si hay algo nuevo en el panorama político y social del país, son los memes. Me interesan como una expresión profunda y ciudadana en relación a lo que le sucede al país. Esta es una extensión lógica de una obra que hice anteriormente. En 2004, cuando surgió la videocámara del celular, me puse a investigar sobre el origen del mandato de reír a la hora de una fotografía. Descubrí que el origen se remonta a Kodak y su lema: ‘Sonría, apriete el botón y nosotros hacemos el resto’. Hice una serie de esculturas y lápidas en cemento sobre esto”.

Blanco de sus críticas son en este sentido los encorbatados, como representación primigenia de la burocracia y corrupción. “Son un elemento clave. Representan a una clase alta y media. Van desde quien ocupa la silla presidencial hasta los guaruras que cuidan de ellos, pasando por inversionistas, empresarios y burócratas de medio pelo. La corbata viene de una palabra croata y se implementó en la era del rey Enrique XIV, el primer monarca en asumir ese trapo alrededor del cuello con gusto. En Croacia se lo ponían para demostrar su disposición a ser ahorcado. La corbata es símbolo de servidumbre y es bandera, en especial la del enemigo, incluso cuando yo me la puse en mi era de diplomático. Por otro lado, tienes a los que no son encorbatados, pienso en los albañiles o los indígenas. Los encorbatados representan algo muy claro”.

El carácter efímero y real es, para Ehrenberg, una de las virtudes del meme. “Me parece interesante conservar vestigios de esa memesidad politizada para compartirla. Los reúno y combino para expresar algo”.

Ajeno a lo que él llama “la cultósfera” y donde caben las vacas sagradas de la alta intelectualidad, el neólogo se ha movido por senderos alternos que no siempre han sido bien vistos.

Contemporáneo y amigo de Ulises Carrión, poeta objeto hoy de polémica y huésped post mortem del Museo Reina Sofía en España, el creador de Factor RH se considera parte de una generación de artistas que tomó y retomó rasgos de distintas disciplinas para crear un lenguaje propio.

“Ulises y yo, como otras personas, pertenecemos a una generación no nombrada. Quienes se desgajaron de la Escuela Mexicana de Pintura —Manuel Felguérez, Fernando García Ponce— fueron nombrados por Teresa del Conde como la Generación de la Ruptura. Quizá yo, junto con Juan José Gurrola, podríamos ser la Generación Ecléctica. Esto afectó a los dogmáticos. Creo que nosotros establecimos las bases para lo que hoy se llama postmoderno. Incluso Guillermo Gómez Peña y Fernando Llanos son de los eclécticos más jóvenes”.

Vida de película

A Ehrenberg no le faltan críticos, pero le sobran seguidores. Una de ellas es la cineasta Valentina Pelayo, directora del documental Puntos de reencuentros, cuya premier tendrá lugar el mismo día del onomástico del neólogo en la Cineteca Nacional.

“Conocí a Felipe en 2010, cuando junto a Fernando Llanos presentó la retrospectiva Manchuria en el Museo de Arte Latinoamericano en Long Beach”, dice Pelayo a Vértigo.

La realizadora de 24 años creció fuera de México. Su padre, el cineasta Alejandro Pelayo —hoy titular de la Cineteca Nacional—, también se ha desempeñado como funcionario y diplomático. En la Unión Americana y aún sin cumplir 20 años la joven descubrió el trabajo del artista, lo que supuso un acontecimiento en su formación.

“En 2014 me enteré de su intención por dedicar una ofrenda al actor brasileño José Wilker. Me pareció interesante su forma de hacer ofrendas y decidí empezar a filmarlo”, comenta.

Posterior a ese trabajo Ehrenberg anunció que dedicaría una megaofrenda en el Zócalo capitalino a las víctimas del terremoto de 1985.

El proyecto entusiasmó más todavía a Valentina Pelayo. “Sin proponérmelo, me llamaron la atención sus temas. A pesar de que ha pasado mucho tiempo fuera, sus objetos de trabajo siempre han sido mexicanos. Su trabajo con la tradición del Día de Muertos es increíble”.

El filme inicia con la directora pelando una cebolla. Cada capa implica el paso de los años, así como una faceta distinta del artista. Pelayo reconoce que sin proponérselo y de manera natural el documental terminó hablando de ella y de su reencuentro con México. “La politización de la película no fue premeditada, simplemente se fue dando. Para la estructura del guion me influenció mucho la escritora Valeria Luiselli. En su libro Papeles falsos habla de lo que es estar fuera de México y reencontrarse con el país. De hecho, en el documental cito algunos fragmentos del libro vinculados a la geografía o las grietas de la Ciudad de México. Me ayudó también Natalia Almada, una documentalista muy politizada”.

La película, sin embargo, va más allá de una experiencia de reconocimiento social o político. La cineasta retoma la obra de Ehrenberg para hablar del tiempo, la identidad y el arte mexicano.

“Creo que el documental es una metáfora del retro que predomina en el mundo. En mi caso, me ha influenciado más su obra que la de artistas inmediatamente mayores, como Guillermo Gómez Peña. Creo que hay muchos de los trabajos de Felipe que no tienen el reconocimiento que se merecen. Para mi generación algunos de sus proyectos son determinantes”.

Añade: “El tiempo es un tema muy importante en su obra, pero también para mí como joven. Mi generación está muy influenciada por la tecnología, las redes sociales, etcétera. ¿En qué momentos respiramos profundamente para reflexionar y hacer arte? Durante los siete meses que duró la edición me encerré para poder terminar. Al final de la película, Ehrenberg señala que lo importante del arte es el diálogo. Y creo que de eso se trata”.

Con la seguridad de quien reconoce su lugar dentro de la cartografía de la cultura mexicana, Ehrenberg admite a su vez que la película no tiene un sentido crítico: “En realidad es el registro de la sensación de una cineasta al momento de regresar a México. No trata de distanciarse conmigo, todo lo contrario: es una película muy próxima”.

Desde su posición de personaje, el propio artista repara y concluye: “Habría que ver si me falta reconocimiento; y reconocimiento de parte de quién. Los grandes coleccionistas no tienen obra mía, pero a mi casa viene gente común a comprarme obra. Todo porque no me muevo en la cultósfera. No me considero un político. En la medida en que los ciudadanos somos parte de un juego enorme, lo soy; pero no formo parte de los partidos. No podemos detenernos a decir que todo el arte es político, porque ya se sabe”.