La paternidad según Diego Luna

Mr. Pig, su nuevo filme

Hector González
Todo menos politica
Mr. Pig
Foto: Cortesía Videocine

Eubanks (Danny Glover), un criador de cerdos en Georgia, al borde de perder su granja se embarca en un viaje por carretera con Howard, su amado y enorme cerdo. El camino lo lleva a la frontera con México para encontrar un nuevo hogar al animal. Dadas las condiciones del granjero, Eunice (Maya Rudolph), su distanciada hija, se une a la aventura.

Si algo distingue la faceta como realizador de Diego Luna es una constante reflexión sobre la paternidad. Al igual que en Abel, el mexicano habla de nuevo sobre la relación padre-hijo en Mr. Pig, cinta que tras debutar en el Festival de Sundance ahora se estrena en nuestro país.

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“Al principio teníamos una película bastante más complicada, con más personajes. Pero poco a poco se fue puliendo hasta convertirse en lo que es: la historia de una hija con la oportunidad de reconectarse con su padre”, explica en entrevista Diego Luna.

Hijo del escenógrafo Alejandro Luna, Diego reconoce que la paternidad ha cambiado su forma de entender la vida. “Agradezco la oportunidad que tengo de disfrutar todos los días a mi padre. Cuando uno se convierte en papá tiene ganas de ir y pedir perdón, porque entiende muchas cosas. Varia de la gente que ha visto la película me ha comentado que le gustaría contactar a su familia. Creo que la universalidad del tema facilita su circulación”.

En principio Mr. Pig se concibió como una comedia. Sin embargo, la muerte del padre del guionista Augusto Mendoza cambió el rumbo y tono de la historia. El proyecto adquirió un cariz más personal y permitió también limar una vieja cicatriz del director: la muerte de su madre cuando apenas tenía dos años. “A partir de entonces me recargué en mi padre. Desde entonces fuimos los dos solos. Además mi mamá era inglesa, de modo que tampoco tenía mucha conexión con su mundo, me remitía a una isla con mucho frío y lejos. Ahora y gracias al tiempo las cosas sanaron. Me gusta la frase: ‘Las ausencias no se curan, se aprende a vivir con ellas’. Un clavo no saca a otro clavo, solo hace otro hoyo que te acompañará toda la vida y hay que llevarlo con orgullo, porque gracias a eso eres quien eres”.

—En su caso, ¿qué cambió con la paternidad?

—No estoy ni cerca de ser el mismo. Algo se acomodó en términos emocionales. La ausencia de la madre. Mi infancia rara. Soy testigo del crecimiento de mis hijos y las cosas han tomado nuevo sentido; ahora las prioridades son otras y muy claras. Antes no dejaba de trabajar, decía sí a todo. Ya no es así, si empecé a dirigir fue porque quería contar mis propias historias.

—Si ponemos sobre la mesa los argumentos de Abel, J. C. Chávez, César Chávez y ahora Mr. Pig, descubrimos que en todas hay conflictos padre-hijo...

—Es verdad. A través de Julio César Chávez quería hablar del poder político y de cómo un hombre es usado por el poder, pero terminé contando la historia de un padre que ve a su hijo entrar al mundo del que está saliendo. No es casualidad. Durante la promoción de J. C. Chávez conocí a la mamá de mis hijos. Para cuando hice Abel, mi primera ficción, mi hijo tenía un año de vida. Ahora, en perspectiva, se que la película fue una clara respuesta a lo que me estaba pasando. Quería reflexionar sobre la ausencia de la figura paterna y sobre el papá que no quiero ser, así como también del hijo que quiero ser, aquel que sabe perdonar y estar ahí cuando los padres viven su última etapa, sin juzgar y sin esperar una respuesta.

Sin prejuicios

Los personajes de Diego Luna se definen por sus acciones. Como director hay una intención de despojarlos de prejuicios y moralejas. “Supongo que es algo que viene desde casa. Mi papá tomó la decisión de no decirme qué hacer; siempre me daba su opinión, pero la responsabilidad de decidir era mía; y para mí es una de las cosas buenas que me han marcado. Mi papá nunca me limitó ni para bien ni para mal. Ahora lo compadezco, porque muchas veces tuvo que sentarse a ver el error pasar. Es importante aceptar que uno puede estar ahí para dar el ejemplo, pero no para imponer nada. Mi hijo tiene siete años y mi hija cinco; en mi caso trato de predicar con el ejemplo y hacerles entender que las acciones tienen consecuencias”.

A estas alturas el también actor reconoce que atraviesa por una etapa de mayor madurez como intérprete que como director. Por eso, para salir del estado de confort y plantear un experimento nuevo, se planteó que Mr. Pig fuera un roadmovie. “Me hacía falta filmar un viaje para cambiar mi propio proceso creativo y mi punto de vista. Tanto los personajes como yo nos fuimos encontrando sobre la marcha. Quería la libertad de experimentar sin tener un orden estricto. No quisimos afectar la realidad, ni representar un México idílico, sino reflejar el México en el que vivimos todos los días”.

Como intérprete, la filmografía de Diego Luna es amplia. No así su trayectoria como director. “Entre quienes nos dedicamos al cine sabemos que no hay una meta. Los personajes se crean constantemente y por mucha madurez que tengas siempre habrá un listón más alto. Los personajes que me toca interpretar son cada vez complejos porque influyen los años y las experiencias. Como director, en cambio, es otra cosa, siento que aún me falta bastante camino”.