Guerra de calorías

La tentación de los refrescos supera la frecuencia en el consumo de alimentos básicos como leche, huevo, carne, frutas y verduras

Alberto Barranco
Columnas
Embotelladora
Foto: Vadim Gizburg

La presentación en la Comisión Permanente del Congreso de una iniciativa perredista para incrementar en 100% el Impuesto Especial para Productos y Servicios aplicable a las bebidas de alto contenido calórico, revivió un espeso debate sobre la utilidad práctica de la medida.

Los fabricantes de refrescos aducen que esta no solo resulta regresiva, sino carente de contundencia frente a los fines previstos de acotar el consumo.

De acuerdo a los industriales, los segmentos sociales de menores ingresos mantienen casi intacto su nivel de ingesta en menoscabo de la adquisición de productos de la canasta básica.

El peso adicional por cada envase ha provocado una inflación mensual de 0.42%.

Del otro lado de la moneda se aduce que el consumo de bebidas gaseosas ha caído por obra y gracia del tributo en 6%, aumentando en contraparte 4% el de agua embotellada.

La lógica hablaría de que si el arancel sube a dos pesos las compras se abatirían entre 12 y 17 por ciento.

Colocadas las bebidas gaseosas en el banquillo de los acusados, el Instituto Nacional de Salud Pública las culpa de denigrar la calidad de la dieta y de provocar desde caries dentales hasta obesidad y diabetes.

La tentación de los refrescos supera la frecuencia en el consumo de alimentos básicos como leche, huevo, carne, frutas y verduras.

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares realizada por el INEGI, una familia promedio gasta trimestralmente 519 pesos en bebidas gaseosas, monto que se ubica en tercer lugar del presupuesto, superado por tortilla y leche.

Según el propio Instituto Nacional de Salud Pública, la caída de 6% en el consumo de bebidas azucaradas representa cuatro litros menos del promedio anual, es decir, once mililitros por persona, lo que equivaldría a seis calorías.

Cosecha pírrica, pues.

El problema, al margen de la fortaleza de la industria en materia de exportaciones, mano de obra en producción y distribución, es que la población de bajos ingresos no tiene alternativa.

El agua embotellada compite en precio con los refrescos.

De acuerdo a lo dispuesto en el artículo sexto de la Ley de Ingresos de la Federación para este año, la recaudación derivada del IEPS para bebidas de alto contenido calórico se destinaría a dos objetivos: dotar de bebederos de agua potable a las escuelas públicas y reforzar la infraestructura del sector salud para atender enfermedades derivadas del consumo.

¿Conoce usted algún plantel de los 242 mil ubicados a lo largo y ancho del país que tenga al menos uno? ¿Conoce usted alguna clínica especial del IMSS o del ISSSTE para atender problemas de diabetes e hipertensión?

En dos años de vigencia del peso adicional por refresco, la Secretaría de Hacienda ha recaudado 228 mil millones de pesos.

Aunque países como Chile, Colombia, Sudáfrica, India y algunas islas del Caribe han recogido el ejemplo de México al implantar un impuesto similar, en los europeos la medida derivó en fracaso.

La industria logró demostrar que el tributo era inocuo en cuanto a inhibir el consumo, aunque lesivo al gasto del bolsillo.

La pregunta es si se le lograrían realmente cambiar hábitos ancestrales del país a base de encarecer el costo de productos dañinos a la salud.