Clinton vs. Wikileaks

El Partido Demócrata acusó al presidente de Rusia, Vladimir Putin, de estar detrás de las filtraciones

Lucy Bravo
Columnas
Convención demócrata
Foto: Facebook

En un hecho histórico, Hillary Clinton se convirtió en la primera mujer en ser nominada como candidata a la Presidencia de Estados Unidos. Pero su victoria se vio eclipsada por la polémica filtración en el portal Wikileaks de los correos del Comité Nacional Demócrata (DNC, en inglés) que revelaron las estrategias del partido para debilitar la campaña del antiguo contrincante de Clinton, Bernie Sanders.

La revelación provocó la inmediata renuncia de la presidenta del DNC, Debbie Wasserman, y despertó el furioso reclamo de los seguidores de Sanders que aseguraban desde el principio que el proceso de las elecciones primarias estaba manipulado a favor de Clinton.

Lo que prometía ser una Convención Nacional Demócrata de unidad en torno de Clinton, se convirtió en un escándalo político de enormes proporciones. Como era de esperarse, la filtración no solo desató una guerra de acusaciones entre demócratas y republicanos sino que arrojó luz sobre un fenómeno ineludible de nuestra realidad actual: el espionaje internacional como herramienta política.

El Partido Demócrata acusó al presidente de Rusia, Vladimir Putin, de estar detrás de las filtraciones para influir en la elección a favor de Donald Trump, en lo que sería uno de los casos más graves de una intromisión extranjera en la política de Estados Unidos. El Kremlin calificó de absurdas las acusaciones, mientras que Trump —quien ha sido etiquetado como “el hombre de Putin”— avivó el fuego y exigió la renuncia de Clinton.

No es ningún secreto que el binomio Trump-Putin aportaría grandes beneficios para Moscú: el magnate ha elogiado a Putin en diversas ocasiones y ha cuestionado los fundamentos de la OTAN. Incluso se rehusó a incluir en la plataforma del Partido Republicano el compromiso de enviar armamento a Ucrania para combatir a los rebeldes prorrusos.

Intromisión

Pero el reciente golpe a la maquinaria demócrata no es el primero ni último ejemplo de la participación rusa en la política interna de una potencia extranjera. Durante años, Moscú ha capitalizado las crisis internas de otros países que son favorables a sus intereses. En Europa, por ejemplo, Rusia ha financiado a numerosos partidos de ultraderecha que comparten su interés en detener la ampliación e integración de la Unión Europea en países como el Reino Unido, Francia, Dinamarca, Italia y Austria.

Sin embargo, cualquier acusación de la participación de Rusia en beneficio de la campaña de Trump es irrelevante en el contexto de nuestra realidad política actual. Los servicios de inteligencia no se limitan al espionaje cibernético para recoger y analizar la información sino que se están creando armas con esa información y EU no es la excepción. Los demócratas parecen haber olvidado aquellos casos de espionaje por parte del gobierno estadunidense hacia mandatarios y candidatos presidenciales de otros países, entre ellos México, que acapararon los reflectores hace algunos años.

En el caso de Clinton, el golpe maestro cumplió su objetivo y la candidata vio sus preferencias desplomarse en las encuestas, en medio de uno de los procesos electorales más álgidos de la historia. Y mientras el Partido Demócrata siga enfocado en apuntar el dedo hacia Moscú, Trump seguirá beneficiándose.