De todo como en botica

El jarabe antinervios del doctor Saint Denz, útil contra la epilepsia, la histeria, el baile de San Vito, las convulsiones, la melancolía...

Alberto Barranco
Columnas
Botíca
Foto: villorejo99

Carcomidos de viejo los estantes; cacarizas las paredes de cargar letreros, empolvadas probetas, matraces y morteros; ayuna ya la feria multicolor de los recipientes de porcelanas francesa y alemana alineados en devota procesión con su carga de sustancias, emplastos, ungüentos y yerbajos secos, extractos, tinturas, píldoras, aceites, la nostalgia florece aún en las boticas de barrio.

Salud de los enfermos. Consuelo de los afligidos. Pioneras de la ventanita nocturna y la jeringa de cristal con su estufita de alcohol para hervir los microbios. El oasis del epiléptico, el resuello de los empachados, el olor del alcanfor.

Quién se acuerda ya que en la rebotica, al espacio solo para iniciados, de una farmacia de las calles de San Francisco, hoy Madero, se exhibiría la primera película en México.

Quién se acuerda que la Farmacia Bustillos de las calles de Tacuba organizaba la cooperacha para la quema del Judas… con su colosal panza rellena de regalos, y la infaltable faltriquera con tres monedas de plata.


Y el sereno cobijaba su velada con la sabrosa plática del boticario. La farmacia Santa Teresa, la Mascarones, la San Francisco, la Droguería Juárez, la farmacia Homeopática. Se preparan recetas.

Durante el siglo XIX, vieja ya la tradición de hacer causa común con la herbolaria, la medicina tradicional árabe y los remedios caseros, la cargada estaba en el centro de la Ciudad de los Palacios, con énfasis en las calles de Tacuba, Plateros, La Merced (hoy Uruguay), el portal de Santo Domingo y la Plaza de Santa Catarina.

Novedad

La primera vez, directamente de Sevilla, la novedad llegó al Hospital de la Limpia Concepción y Jesús Nazareno, hoy solo Hospital de Jesús, que fundara al propio Hernán Cortés en expiación de culpas.

La comunión obligaba a integrar a los viejos herbolarios mexicas, aunque sin cara al público… lo que obligó a la clandestinidad, hasta que una disposición del virrey Conde De Gálvez les cerró todo resquicio.

Durante décadas, más allá de la botica y la rebotica había un obrador con máquinas para hacer pastillas y alambiques para el aislamiento de las sustancias.

Ahora que a partir de 1902, instalada la carrera de farmacéutico 70 años antes en el Establecimiento de Ciencias Médicas integrado a la Escuela de Medicina, se exigía exhibir con letras grandes el nombre del responsable.

La clientela llegaba a fuerza de sueltos en los periódicos: el aceite de hígado de bacalao para combatir la tisis pulmonar. Las píldoras de pancreatina que poseen la propiedad de digerir y hacer amigables lo mismo las carnes que los cuerpos grasos, el pan, el almidón y las féculas.

La panacea para los vómitos, embarazos gástricos, anemia, diarrea, disentería, ulceraciones cancerosas, enfermedades del hígado y enflaquecimiento.

Y el jabón del Tío Nacho contra caspa y seborrea. Y con la garantía del Hospital de París, el jarabe antinervios del doctor Saint Denz, útil contra la epilepsia, la histeria, el baile de San Vito, las convulsiones, la melancolía, el insomnio, los vahídos, las neuralgias, la sordera nerviosa…

De todo como en botica.