“No existe una imagen homogénea del macho mexicano”

“La imagen del hombre es bastante absurda, tonta y unidireccional”.

Hector González
Todo menos politica
Gael García Bernal
Foto: Prensa videocine

En su momento José Agustín fue un revulsivo de la literatura mexicana. Sus libros marcaron a por lo menos dos generaciones que se identificaron con su desenfadada forma de reflejar la realidad. Su novela Ciudades desiertas plasmó una visión más contemporánea de las relaciones jóvenes: Eligio es una suerte del prototipo del macho mexicano moderno, que persigue motivado por los celos y la incomprensión a Susana, una joven incapaz de asumir sus sentimientos.

Después de 33 años Roberto Sneider adapta la obra al cine bajo el nombre —poco afortunado— de Me estás matando Susana, para la cual convocó al mexicano Gael García Bernal para interpretar al protagonista y con ello hacer una sátira de los vicios del macho mexicano.

—¿Qué relación tiene con Ciudades desiertas, de José Agustín?

—La primera vez que la leí tenía 14 o 15 años. Es una de esas novelas que te mueven o que parecen escritas a tus espaldas. José Agustín retrató una pasión desbordada que cualquier joven puede llegar a vivir o que cualquier adulto vivió. Recuerdo que el personaje de Eligio se convirtió en referencia entre mis cuates. Hablábamos de él como si fuera un amigo a quien le sucedió algo terrible. Ciudades desiertas es una novela que me encanta; esa fue la principal razón para que aceptara hacer la película.

—No es lo mismo acercarse a Eligio cuando se tienen 15 años que cuando ya se es mayor. Al hacer la relectura y con una formación más sólida como actor, ¿qué cambió?

—Cambiaron muchas cosas. Por ejemplo, necesitábamos adaptar la mecánica de la desaparición de Susana. Hoy las relaciones son muy distintas si las comparamos con lo que sucedía en los ochentas. La gente responde a otras motivaciones. Con todo lo que me ha tocado vivir y las diferentes relaciones que he tenido, obviamente tengo más material de donde agarrarme. Por otro lado, al releerla descubrí algo que no había vuelto a tocar desde entonces: me impresionó darme cuenta de que me sabía diálogos completos. Es sin duda una novela básica para quien empieza a leer.

—La película tanto como la novela termina haciendo una sátira del macho mexicano. ¿Con qué rasgos del personaje se identifica?

—Es divertido jugar con ese arquetipo. Nos sentimos omnipotentes, fuertes o estoicos, seguros de nosotros mismos e imponentes. Sin embargo, apenas se rasca un poquito y la imagen se desbarata y la pareja en cuestión se descoloca. Surge entonces la otra cara del macho; una cara vulnerable e insegura, todo lo contrario de la fachada. Eso es de lo más interesante del personaje y de lo más disfrutable como actor, porque lo vuelve más complejo. Hay momentos donde vemos una confrontación de poder y cada uno intenta sostener su grito por más de tres minutos. Al final el grito se convierte en un llanto inevitable.

Tonos

—¿Se mantienen los rasgos del arquetipo del macho mexicano o han cambiado?

—Hacer una generalización tan abrupta es peligroso. No creo que exista la imagen del macho homogéneo. Hay distintos tonos y de hecho hay ciertas cosas que se contradicen con ese arquetipo. Podríamos hablar de los rasgos más generales, aquellos relacionados con la visión amplia de una sociedad y cómo se conforma. Hay cuestiones que se mantienen estructural e institucionalmente vinculadas con la noción de que el hombre es un ser completo y superior a una mujer que aún no alcanza su punto más alto. Hay un déficit en la introspección de la masculinidad.

—Es algo arraigado en el inconsciente colectivo…

—Es verdad. La imagen del hombre es bastante absurda, tonta y unidireccional. Por ejemplo, no existe un acercamiento a la sensualidad del hombre. Todavía predomina la idea de que esas cosas no se hablan. En la película, Eligio aún utiliza el término “conquistar a una mujer”, como si el amor fuera un asunto de propiedad privada y donde podemos usufructuar a una persona. Esta es una concepción terriblemente machista, por no decir idiota, y con lo que todos hemos crecido por muy progres que sean nuestras familias. La sociedad ha marcado ese camino y cuesta trabajo entender que el amor no se puede poseer: está ahí para ser disfrutado, no atrapado, obtenido y conquistado.

—Pero es algo que también vemos en la mujer. Susana es una mujer europea, open mind, pero termina sometiéndose…

—Sí, pero es interesante el hecho de que Susana representa al arquetipo de una persona que busca y en esa búsqueda prefiere irse por las ramas antes que confrontar sus sentimientos. Ambos se complementan, porque los dos poseen la capacidad de hacer el ridículo y de reírse de la situación más terrible. Creo que tanto José Agustín en la novela como Roberto Sneider con la película consiguieron contar una historia divertida, pero a la vez compleja y transversal.