Luis Barragán, el absurdo y el abuso

¿Cómo es posible que se profane la urna de uno de nuestros grandes creadores —depositada en una Rotonda de Hombres Ilustres?

Masha Zepeda
Política
Casa estudio Luis Barrgán
Foto: Facebook

Nuestro arquitecto más importante, el único mexicano que ha ganado el Premio Pritzker, es el tapatío Luis Barragán (1902-1988), dueño de una obra con un sentido único del espacio, la luz, la composición y el color, que logra en cada obra la monumentalidad de la mano con la austeridad.

Tras su muerte —nunca se casó ni tuvo hijos— heredó su archivo a su socio, quien se suicidó y su viuda decidió vender el valioso acervo, para el cual en México no hubo propuestas.

Así, una galería de Nueva York lo compró: hace dos décadas el archivo completo, que comprende planos, dibujos, notas y fotografías, fue adquirido por los suizos Rolf Fehlbaum y su esposa, Federica Zanco, dueños de la empresa Vitra, por tres millones de dólares. Hoy están a punto de editar un libro con todos los proyectos arquitectónicos de Barragán y resguardan todo bajo las condiciones ideales de conservación.

El archivo es privado pero no cerrado al público, y hace poco crearon la Barragan Foundation para difundir y proteger su legado.

En 2002 el Congreso de Jalisco decidió nombrarlo el Año del Centenario del Natalicio de Luis Barragán Morfín y que sus restos fueran trasladados del Panteón de Mezquitán a la Rotonda de la Plaza de los Jaliscienses Ilustres, honor que todo México celebró.

Fantasía

Hace un año la artista conceptual Jill Magid (Connecticut, 1973) planteó a la familia de Barragán que dicho archivo debía estar en México y ser público. Les enseñó su proyecto para que esto se volviera realidad: hacer un anillo de compromiso con las cenizas del gran arquitecto que llevaría a Suiza para intercambiarlo con Federica Zanco por el archivo, toda vez que ella sabía que el archivo había sido su regalo de compromiso: de esta manera ella tendría algo de Barragán y México el archivo de vuelta.

Convenció a uno de sus sobrinos para que pidiera exhumar las cenizas del gran arquitecto, tomar 525 gramos del total y mandarlas a convertir en un diamante de 2.02 quilates. Al tenerlo, tomó un avión a Suiza y se lo llevó a Zanco, quien por supuesto ni la recibió ni aceptó la propuesta e incluso, molesta, le dijo que la había hecho parte de su fantasía.

¿Cómo es posible que se profane la urna de uno de nuestros grandes creadores —depositada en una Rotonda de Hombres Ilustres— y se dividan sus restos para llevar a cabo un proyecto que no se sostiene, sin calidad estética y que pasa sobre la dignidad humana de quien dice admirar en aras de un proyecto personal absurdo?

Barragán jamás se hubiera prestado a este absurdo diálogo de sordos, porque estaba muy alejado de diamantes o anillos de compromiso. Para él existían el trabajo, la amistad, la discreción y la austeridad, la alegría y el color, no la frivolidad ni falsos proyectos de arte.

De nuevo, una artista conceptual daña nuestro patrimonio cultural y artístico por su proyecto personal, sin importarle pasar sobre la dignidad del trabajo o de los restos de un creador fundamental para la historia del arte. ¡Ya basta! Las autoridades culturales tienen que ver este problema real, trabajar en una política de respeto hacia nuestro patrimonio cuidando además también la integridad física y moral de cada uno de los grandes artistas mexicanos.