Casa embrujada

El ángel exterminador, una de las 20 películas realizadas en México por el genio de Luis Buñuel

Alberto Barranco
Columnas
Luis Buñuel
Foto: Cuarto Oscuro

Liberado el otro yo al fragor del pánico, la desesperación, el hastío de paredes, perlas, estolas de mink, fracs, sedas y boquillas extralargas, la elegancia insolente, la prosapia de los apellidos, la extravagancia de pelucas y patillas se volvió fardo. El baño como botín. Las piernas sobre la mesita Luis XV. El rimel deslavado de lágrimas. Las medias caídas…

El final de fiesta en la casa embrujada. Tres días ayunos de puertas y ventanas. La cárcel sin rejas, la tumba sin tierra. El ayer sin mañana. El infierno sin fuego.

El ángel exterminador, una de las 20 películas realizadas en México por el genio de Luis Buñuel, se había estrenado primero en París y luego en el cine Chapultepec del Paseo de la Reforma, entre cejas levantadas de la burguesía y largas polémicas de café. Lo que el maestro quiso decir…

Enrique Rambal y su mujer, Lucy Gallardo. Edmundo y Lucía Nóbile, anfitriones de la vajilla de plata. Silvia Pinal, Jaqueline Andere, Alicia de Roc, Carlos Conde. La policía rodeando la mansión. Todo Polanco en las ventanas del surrealismo.


Medio siglo después la casona maldita, el escenario de la pérdida del estilo, el insulto a las formas, está vivo.

Lo que cambió fue el nombre de la calle. De Rocafuerte a Homero, pero aún el número 1109. Se fue el jardín y llegó un edificio de departamentos. Se fue la entrada principal, pero llegó otra puerta a Calderón de la Barca 108.

En su origen, la mansión prototipo del viejo Polanco pertenecía a Maximino Ávila Camacho, el mil amores de su tiempo, el gobernador de Puebla vuelto cacique, el hermano incómodo que quiso suceder en la Presidencia de la República a Manuel el Católico.

La casona se edificó entre 1942 y 1944.

Detalles

Cuando el director de El perro andaluz, de Los olvidados, de Viridiana la pidió como set alterno a los Estudios Churubusco, pertenecía a Antonio Jáuregui.

Media manzana de Polanco.

Una década después la mansión serviría de sede, en la paradoja, a una productora de cine.

Ahí se filmaría en 1983 otra película: El juez del halcón, simulando ser la embajada rusa.

Más tarde la escenografía de una de las películas con más tinte surrealista del cineasta que llegó a México en 1947 perseguido por el Maccartismo de Estados Unidos se convertiría en oficinas de una marca francesa de perfumes.

Hoy la mansión maldita, la casona embrujada, es un centro de capacitación de una empresa multinacional.

El sueño habla de convertirla en algo así como museo del cine surrealista con espacio para eventos, conferencias, mesas redondas, librería especializada.

Dicen que Luis Buñuel viajó tres días por la Ciudad de México para ubicar el sitio ideal del enigma. Comentan que revisó uno por uno los detalles, los cuadros, el comedor para 18 personas, la sala, la cristalería, los candiles.

La antesala del manicomio.