Preliminares del debate

El resultado del debate del 26 de septiembre en EU puede ser engañoso si se sobrestiman y/o subestiman los dichos y los hechos.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
HILLARY-TRUMP
Foto: AP

Después del primer debate entre Donald Trump y Hillary Clinton una de las interrogantes que queda en el aire es el grado de influencia que tiene la contienda televisada entre los candidatos en el resultado final de la elección. No está claro. Algunos afirman que el debate Kennedy-Nixon fue decisivo para que el demócrata ganara la Presidencia.Otros señalan el caso del primer debate que claramente perdió Barack Obama en 2008 y que de todas formas no lo descarriló en su camino hacia la Casa Blanca.

En el caso de Trump y la Clinton las encuestas son extraordinariamente contradictorias.Medios afamados atribuyen a la candidata demócrata una victoria aplastante. Lo mismo sucede para el bando opuesto con metodologías muy diferentes.

Lo cierto es que el desarrollo del debate correspondió más o menos a lo previsible. Trump tuvo por momentos dificultades para controlar sus peores rasgos de personalidad —enojo, agresividad, egolatría, frases hechas—, en tanto que Hillary se mantuvo conservadoramente dentro de su guion de racionalidad, experiencia y autocontrol.

Difícilmente Hillary Clinton dejó pasar los ataques personales que intentó Trump en contra de ella. Los eludió con inteligencia o los encaró frontalmente. ¿Qué tan valiosas pueden haber sido las respuestas para el electorado medio de Estados Unidos? Difícil saberlo. Por ejemplo, para los aliados de EU es un buen mensaje que la candidata demócrata haya afirmado que su país honrará sus compromisos en materia de seguridad nacional. ¿Qué tanto le interesa ese tema al elector indeciso a dos meses de la elección?


De lo que se puede estar cierto es de que los debates convencen a los convencidos: confirman a los votantes en sus preferencias previas al enfrentamiento. Si influyen o no en los indecisos es difícil saberlo, más aún cuando según las estimaciones menos de 20% de la población con intención de voto todavía no se decide por uno u otro de los candidatos.

Cuidado

Lo que sí hay que destacar es aquello que Hillary Clinton no refutó, que fue el bloque inicial, ciertamente el mejor en el desempeño de Trump en el pasado debate: su andanada contra México por robarle empleos a Estados Unidos y por la existencia, de acuerdo a la opinión de Trump, del peor tratado que ha firmado EU, como es el Tratado de Libre Comercio.

No cabe, con todo realismo, la actitud optimista de los opinadores de medios mexicanos respecto de las presuntas ventajas de Hillary Clinton en el debate del 26 de septiembre. O México no merecía ser defendido por la candidata demócrata, o era un tema indefendible, o era una materia que le podría resultar a la candidata Clinton electoralmente costosa. El caso es que las alusiones a México pasaron de largo, indemnes, y no presagian nada bueno en la probabilidad de que la señora Clinton ocupe la Presidencia de Estados Unidos.

Sería ingenuo pensar que habría gran diferencia en el fondo, que no en la forma, respecto de los reclamos de Trump al curso de la relación bilateral México-Estados Unidos.

Gane o pierda Trump, su agenda de reproches llegó para quedarse, representada al menos por 25% de los votantes de Estados Unidos a los que Hillary Clinton llamó deplorables, pero a quienes no les enmendó la plana en su ignorancia, prejuicios y posturas ampliamente compartidas en diversas regiones de la Unión Americana. Cuidado con los espejismos y las ilusiones infundadas.