Mancera hacia 2018

Los precandidatos juegan hasta ahora partidas de ajedrez solitarias. Ya llegará el momento en que unifiquen su juego en un solo tablero.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
MGUEL ANGEL MANCERA
Foto: Conchita Morales

En el caso de la precandidatura presidencial de Miguel Ángel Mancera se conjugan necesidad objetiva y preferencia personal.

La necesidad objetiva es muy clara: su distanciamiento personal con respecto de Andrés Manuel López Obrador, dada la fatal candidatura de AMLO por Morena en 2018, hacen imposible que Mancera opte por algún tipo de alianza o arreglo con el lópezobradorismo. No sería realista.


En cuanto a la preferencia personal, si bien es cierto que en las últimas semanas el jefe de Gobierno de la Ciudad de México ha marcado algunas diferencias importantes con el gobierno federal, es innegable que el perfil biográfico y profesional de Mancera impide cualquier tipo de acercamiento con la estrategia moralista y de demolición institucional que plantea el próximamente tres veces candidato a la Presidencia de la República.

Hasta ahora Miguel Ángel Mancera se ha rehusado a afiliarse al PRD. Esto por antecedentes y dinámica de los votantes tanto a nivel nacional como local. El antecedente es muy claro: sin militar en el PRD, el ahora jefe de Gobierno de la CDMX obtuvo más de 60% de la votación en la capital del país para acceder a ese cargo.

En cuanto a la dinámica electoral, estamos frente a un electorado muy volátil. Mancera ha caído drásticamente en las preferencias de la ciudadanía, pero lo mismo ha sucedido con el PRD a partir del surgimiento de Morena y desde antes. Con eclecticismo, podría afirmarse que los de la Revolución Democrática tienen al día de hoy alrededor de 12 o 13% de las preferencias nacionales.

Eso no le alcanza ni a Mancera ni a nadie para ser competitivo en 2018. Requiere sumar y ya lo ha dicho. Buscará una candidatura ciudadana, en principio con el PT y Movimiento Ciudadano. Con este último tendría una buena reserva de votos en el estado de Jalisco; tal vez Nuevo León y Veracruz. Sin embargo, salvo en el caso de Movimiento Ciudadano, casi no le resta votos al PRI. Más bien es a Morena, en alguna medida al PAN y tal vez a otro candidato independiente si es que este surge hacia 2018.

En la pelea

Cualquiera diría que en los números actuales las cifras no le dan a Mancera para hacer una candidatura viable. Es cierto. Pero eso no quiere decir que su presencia en la boleta se limitase a una candidatura testimonial. Ese porcentaje de votos de Mancera en 2018 puede ser la diferencia entre que Morena gane o pierda, lo que otorgaría a Mancera un poder personal de negociación política a futuro fincado en un capital muy tangible.

La factibilidad de su arreglo con Movimiento Ciudadano y el PT está aún por verse. Sobre todo, Movimiento Ciudadano tiene que calcular muy bien qué le conviene más: si contender con un candidato propio o en una alianza con un tercero ajeno, pero compañero de viaje, conveniencia que tendría que reflejarse en porcentaje de votación y, por tanto, en prerrogativas económicas en el siguiente sexenio y el sostenimiento y de ser posible el acrecentamiento del peso de la franquicia a nivel nacional.

Tampoco se puede descartar que Mancera acabe afiliándose al PRD. Existe esa posibilidad, especialmente si el PRD internamente logra superar sus diferencias y la presidencia de Alejandra Barrales al frente del partido lo puede consolidar en 2017 por arriba de 15% de la votación, lo que encarecería el valor del PRD en la presidencial ante lo que se ha llamado históricamente la chiquillería.

Miguel Ángel Mancera está en la pelea. ¿Por la Presidencia de la República? Muy improbable, por no decir imposible. ¿Por trascender el presente sexenio con perfil y valía propia? Hoy luce más que alcanzable.