Otras (muy graves) implicaciones de la emboscada en Sinaloa

ante los hechos del 30 de septiembre, a las Fuerzas Armadas lo han dejado solo y a su suerte

Javier Oliva Posada
Columnas
Poder nacional
Foto: Presidencia

Conforme pasan los días —al momento de redactar esta colaboración han transcurrido doce—, además de irse conociendo más detalles del criminal reciente asalto al convoy de soldados del Ejército mexicano en Sinaloa, también se van asentando las reacciones y pronunciamientos generados por tan ominoso acto.

Sin embargo, estas lógicas y entendibles respuestas de ninguna manera deben desviar nuestra atención respecto de la profundidad que implican para el presente y futuro de la nación; la misma que permanece y continúa al paso de generaciones, gobiernos, élites e intereses.

Pero para que un proceso histórico vaya acompañado de paz y desarrollo se requiere visualizar cuáles y por qué son los antagonismos que se enfrentan. Puesto que en la proporción de la certeza respecto de esos mismos antagonismos es que se construyen las formas, procedimientos y convocatorias para que cada ciudadano y segmento de la sociedad cumpla con su papel. De ahí que vulnerar físicamente a la nación, representada por antonomasia por las Fuerzas Armadas, y poner en predicamento al principal recurso con el que cuenta el Estado para preservar la unidad territorial, garantizar la soberanía y darle continuidad a la independencia implica, e incluso exige, tomar decisiones incrementales por parte de las estructuras del gobierno de la República sin siquiera pensar o valorar algún cálculo cortoplacista, ya que de esa manera todos perdemos.

La insólita, por ineficiente, reacción del Poder Legislativo, y la indolencia del Poder Judicial nos explican, como en cualquier situación de grave crisis, cuáles son sus prioridades. Y, a la vista, no son al menos hasta el momento las de construir las bases para la paz y el desarrollo de la nación. Goethe expresó con la claridad que solo los genios tienen que “no hay orden sin justicia”. ¿Es posible que los integrantes de esos dos Poderes de la Unión no se hayan percatado de la profundidad de esas cinco palabras? Ni un pronunciamiento de su parte sobre una revisión, ajuste o puesta al día de alguna ley, de alguna propuesta o medida preventiva-correctiva hemos conocido, escuchado o leído. ¿Qué más tiene que pasar para que reaccionen?

Posiciones

Lo anterior de manera alguna exime a las autoridades civiles a nivel federal, responsables de las áreas de seguridad e inteligencia. Con toda claridad podemos concluir que ante los hechos de la madrugada del 30 de septiembre pasado —observados en la entrada norte del municipio y capital de Sinaloa—, a las Fuerzas Armadas, en este caso al Ejército mexicano, lo han dejado solo y a su suerte. Y con él, al futuro de la nación. Hoy los grupos políticos y de las élites del país se encuentran más entretenidos con las especulaciones de quién y cómo llegará a ser el nuevo presidente de la República. ¿Ellos mismos se han preguntado qué tipo de país y en qué condiciones suponen que van gobernar, si solo está en sus prioridades el poder por sí mismo?

En vez de persistir desde la Secretaría de Hacienda, por ejemplo, en el recorte presupuestal al sector Defensa y Seguridad, habría que incrementarlo sustancialmente. Los amplios sectores de nuestro país que tanto fascina el caso de Colombia, deberían saber que le destina 3.4% del Producto Interno Bruto a ese sector, lo que le ubica como la onceava nación a nivel mundial que más invierte en el rubro. ¿O creen que con menos dinero los soldados y marinos van a poder cumplir mejor ante la grave y muy seria amenaza que significa la delincuencia para el país? Ya sabemos que policías locales y estatales, en la enorme mayoría de los casos, no funcionan.