Cómo duelen las partidas

Imágenes que nos vienen ante las partidas definitivas y que con el corazón en la mano sentimos y nos hacen repasar nuestras querencias y vidas.

Redacción
Columnas
RENE AVILES FAVILA
Foto: Cuartoscuro

En cuestión de diez días hemos sufrido las muertes de Luis González de Alba, René Avilés Fabila, David Ojeda y Gonzalo Vega: todos parte vital de la cultura mexicana reciente y que vivieron las letras a plenitud, ya fuera desde la trinchera de la creación literaria o la personificación de un papel como actor, escritor, poeta, cronista, científico, animador o fiel lector.

A los cuatro los conocí y cada uno me enseñó alguna lección de vida tan inolvidable como práctica, pero tal vez lo más difícil fue saber y entender su partida, que en cada uno de ellos percibo como temprana: Luis tenía 72 años; René, 74; David, 59, y Gonzalo, 69. Doy por seguro que cada uno de ellos tenía mucho más que dar y vivir, para maravillarnos con sus obras.

De los cuatro, René —tan simpático como pícaro— era el más cercano a las artes visuales: desde El Búho dio oportunidad a gran cantidad de artistas visuales para ilustrar sus páginas; y su casa atesoraba gran cantidad de pinturas, dibujos, grabados y esculturas. Fue muy cercano a José Luis Cuevas y a Sebastián, quienes a su vez lo conectaron con sus colegas, lo que René agradeció y siguió manteniendo amistad con cada uno de ellos como una prioridad. Cuando llegó el momento de construir el Museo del Escritor gracias a su patrimonio y tremenda enjundia, sus amigos y admiradores visuales lo acompañaron en la nueva aventura.

Luis González de Alba, uno de los líderes de 1968, quien fue coherente con él mismo hasta el último minuto, nos enseñó —con su vida y su decisión de cómo y cuándo morir con la dignidad por delante, pensando en el gran amor que partió antes que él— que siempre habrá un pendiente triste e irremplazable en la reunión con los seres amados en algún lugar más allá de esta dimensión.

A David lo conocí en los ochentas, cuando se llevaban a cabo los Encuentros de Escritores Jóvenes; era parte de una generación tan rica como voluntariosa y acelerada; y tomó la decisión de nunca vivir en la Ciudad de México: desde San Luis Potosí siguió trabajando y actuando como un difusor cultural comprometido.

Dramaturgia

Gonzalo Vega forma parte eterna de mi vida porque soy una cinéfila total y él como actor trabajó con todos los grandes directores mexicanos, ya que tenía un gran talento ante las tablas, apasionado de su trabajo y más que convincente.

A él me une algo más entrañable: su participación en la telenovela Cuna de lobos, de Carlos Olmos —el mejor dramaturgo chiapaneco—, quien noche tras noche llegaba a casa para leerle a mis padres el capítulo que se transmitiría un día después y que mantuvo en vilo a México de 9:30 a 10:00 de la noche durante casi un año.

Todas estas son imágenes que nos vienen ante las partidas definitivas y que con el corazón en la mano sentimos y nos hacen repasar nuestras querencias y vidas.