El momento nasty woman

Muchos de los ataques dirigidos contra Hillary Clinton se enfocan en sus políticas

Lucy Bravo
Columnas
Casa Blanca
Foto: Felix Lipov

La inusual campaña presidencial de Estados Unidos ha puesto de manifiesto numerosas ansiedades e incertidumbres que aquejan a la sociedad estadunidense y, hasta cierta medida, de Occidente. Pero lo que muchos no esperaban era la crudeza de la realidad.

El abrupto golpe del FBI contra Hillary Clinton a una semana de la elección no solo nos recordó las problemáticas que han mermado su carrera política, sino además el patrón que ha caracterizado las relaciones de la demócrata con las figuras masculinas de su mundo insular.


Los escándalos sexuales de los políticos que han girado en torno de Clinton, incluido su contrincante, Donald Trump, se han colocado nuevamente al centro del debate.

Mientras el FBI conducía una investigación contra el ex congresista Anthony Weiner, ex esposo de Huma Abedin, principal asesora de Clinton, por supuestas conversaciones sexuales con una menor, los investigadores se tropezaron con miles de correos electrónicos pertinentes a la gestión de la demócrata como secretaria de Estado. Pero cualquiera que sea el resultado de la pesquisa, el daño ya está hecho y la elección será más cerrada que nunca.


Muchos de los ataques dirigidos contra Clinton se enfocan en sus políticas, como su papel en la reforma sanitaria fallida del primer mandato de su marido, su apoyo inicial a la guerra en Irak, el uso del servidor privado para sus correos… pero gran parte de lo que la demócrata realmente ha tenido que enfrentar durante décadas es el sexismo: la candidatura de Clinton ha despertado toda clase de reacciones negativas sin precedente, en una elección que ha convulsionado la política estadunidense por completo.

Despertar

Clinton ha sido escudriñada como mujer en todas las formas posibles desde el momento en que saltó a la escena política. Desde sus inicios fue criticada por conservar su apellido de soltera, por seguir trabajando como abogada después de que su esposo fue electo gobernador de Arkansas, por su falta de interés en la cocina y por su apariencia en general.

Las infidelidades de su esposo y su vida privada han sido objeto de toda clase de teorías de conspiración, y esta elección no fue la excepción.

La histórica nominación de Clinton pudo haber roto el techo de cristal, pero los vidrios rotos aún reflejan la dolorosa misoginia que permea todos los ámbitos de la sociedad. Muchos de sus detractores esconden su resentimiento contra el empoderamiento femenino, en un rechazo a la clase política y al statu quo, e incluso la consideran indigna de su confianza, a pesar de que el candidato republicano ha demostrado una y otra vez su dudosa relación con varios hechos y la veracidad.

A esto se suma la hostilidad explícita hacia las mujeres que encabeza Trump y amplifican los medios de comunicación, consolidando una de las contiendas más grotescas de la historia reciente: la retórica y vulgaridad del candidato hacia el género femenino ha acaparado los reflectores con tanta frecuencia, que el electorado estadunidense parece adormecido ante sus efectos.

Nadie pudo haber imaginado que los debates presidenciales en pleno 2016 se verían absorbidos por escándalos sexuales y muestras de dominación masculina con el comentario nasty woman como colofón.

Contrario a lo que muchos esperaban, Clinton no logró garantizar el voto de las mujeres a lo largo de su campaña y muchos votantes no marcarán su nombre en la boleta simple y sencillamente por su género. Paradójicamente, requirió que un hombre misógino y machista fuera el que unificara el voto femenino a su favor.

Pero sin importar quién resulte electo, esta contienda ha despertado a un gigante que estaba dormido: el voto duro de todas aquellas nasty woman que buscan exigir su dignidad y respeto en todos los ámbitos.