Salida de Carstens

El que Carstens deje el cargo cuatro años y medio antes del final de su mandato no ha generado buena impresión en los mercados

Sergio Sarmiento
Columnas
Salida de Carstens
Foto: NTX

La renuncia de Agustín Carstens al cargo de gobernador del Banco de México no pudo haber venido en peor momento. El funcionario, quien tiene una larga carrera en el sector financiero en México y en el extranjero, fue secretario de hacienda bajo el gobierno panista de Felipe Calderón y se le nombró gobernador del Banco de México en 2009 para ocupar el cargo a partir del 1ro de enero de 2010. Se le ratificó en 2015, ya en el gobierno priista de Enrique Peña Nieto, y su mandato, que empezó en 2016, se extendía hasta diciembre de 2021.

Carstens generó confianza en momentos muy complicados. Le tocó enfrentar el desplome de la economía mexicana en 2010, cuando el gobierno de Calderón aumentó de manera importante el gasto público. Bajo su mando, Banxico bajó primero las tasas de interés en un momento de contracción y supo mantener el control de la política monetaria para reducir la inflación, por primera vez en tiempos modernos, por debajo de la meta de largo plazo del 3 por ciento anual.

A fines de 2015 Carstens y su equipo advirtieron que se aproximaban tiempos más complicados y empezaron a subir nuevamente las tasas de interés. El peso, de hecho, estaba perdiendo valor debido a la incertidumbre generada por la candidatura de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos y a otros factores de incertidumbre global. La tasa ha pasado de 3 por ciento, hace un año, a 5.25 por ciento hoy.

La renuncia de Carstens se produce en un momento en que el triunfo de Trump ha generado nuevas y muy serias presiones sobre la economía mexicana. El presidente electo hizo campaña prometiendo medidas proteccionistas en el comercio y una política más dura contra la inmigración ilegal. Su triunfo ha provocado una depreciación importante del peso mexicano y una caída en los precios de otros valores de nuestro país.

Nadie es indispensable en ningún cargo, por supuesto. Hay en México muchos economistas bien preparados que podrían ocupar la posición de Carstens. Por otra parte, la institución, autónoma frente al gobierno, toma sus decisiones por votación de los cinco miembros de la Junta de Gobierno. El gobernador vota con los demás, aunque tiene un voto de calidad que le permite romper empates.

En estos momentos, sin embargo, muchos ejecutivos de fondos de inversión en el mundo veían con confianza a Carstens. Se le considera una verdadera fuente de estabilidad para la economía mexicana, y no sólo por su proverbial peso corporal, sino por su capacidad de análisis, conocimiento y agudeza para considerar las presiones que se ejercen sobre la economía.

El que Carstens deje el cargo cuatro años y medio antes del final de su mandato no ha generado buena impresión en los mercados. Los inversionistas prefieren ver a un funcionario probado a cargo del banco central en momentos de incertidumbre. El hecho de que no se conozcan realmente las razones de la salida genera más dudas. Una cosa sería que Carstens hubiera decidido dejar el cargo por un deseo personal de irse a trabajar al extranjero, para ser gerente del Banco de Pagos Internacional, y otra muy distinta que el presidente Peña Nieto haya buscado quitarlo para dejar a alguien de mayor confianza para él en el Banco de México. Esto último sería lamentable. La idea detrás de la autonomía de la institución era dejar a sus funcionarios exentos de las designaciones políticas que son tan comunes en el gobierno mexicano.