La fiesta de los ceros y la muerte del papel

Cuando el descontrol monetario alcanza cierta cota se habla de “hiperinflación”

Guillermo Fárber
Columnas
Inflación en canasta básica
Foto: Especial

Por más que nuestros amigos keynesianos se empeñen en tratar de torcer los conceptos, la inflación es el desequilibrio económico causado por la expansión desmedida de la emisión monetaria, que se expresa en el alza desmesurada de los precios. De modo que, contra lo que nos quieren hacer creer desde hace décadas, esta alza de precios no es la inflación, sino tan solo su consecuencia.

Pero los políticos y economistas interesados en mantener la falsedad de que la emisión de “dinero” por los gobiernos es innocua y hasta benéfica, seguirán afirmando que es la cola la que mueve al perro, no al revés.

Cuando el descontrol monetario alcanza cierta cota se habla de “hiperinflación”. Las tres peores registradas en la historia reciente son la de Hungría de 1945-1946, la de Zimbabue de 2008, la de Yugoslavia de 1993 (la alemana 1921-1923 ocupa un modesto cuarto lugar, con una tasa de 30,000% mensual).

En el peor momento de la hiperinflación húngara (1945-1946) el alza de precios fue de 150,000% al día (leíste bien: ciento cincuenta mil por ciento, diariamente).

Dócil a la regla de que la inflación tiene siempre una motivación estatista, el régimen socialista de Venezuela va viento en popa rumbo a esas aguas procelosas y en su previsible desesperación acude a las usuales medidas contraproducentes (controles de precios y de capitales, racionamientos, etcétera) y a las mismas acusaciones de siempre: la culpa es de otros (el imperialismo, las mafias, los especuladores, el mercado negro, los traidores, los antirrevolucionarios, etcétera). La burocracia y la retórica al servicio de la sinrazón. Y aunque todavía le falta mucho para entrar en los rankings mundiales, su tasa ya es de 2,000% al año. Meritorio esfuerzo, sin duda.

Grilletes de bits

Por lo pronto, el régimen ya dio su previsible manotazo y decretó la extinción del billete mayor en circulación, el de 100 bolívares (que equivalía a diez centavos de dólar en marzo y al final compraba apenas dos centavos). Curiosa confluencia de una pataleta nacionalista con una maquiavélica jugada globalista. Se juntaron el hambre y las ganas de comer: la desesperación de un régimen acorralado por sus propias burradas monetarias (mil veces ensayadas en la historia y siempre fallidas), y la megaperversa intención del sistema financiero global por extinguir el dinero físico (war on cash).

Seguramente alguien desde Basilea le prometió al régimen venezolano que la eliminación del dinero de papel (currency) conseguirá el objetivo número uno de todo sistema colectivista: el control sobre la población.

Por desgracia, eso es completamente cierto: la sustitución del dinero físico por el dinero electrónico entrega a la población atada de pies y manos al dominio absoluto de quienes manejan el sistema central de producción y distribución de “dinero”. Así los tiranos estatistas-nacionalistas y los tiranos centralbanquistas-globalistas coinciden: el dinero electrónico exclusivo es la manera más eficaz de esclavizar a la humanidad.