2017: es la política, no la economía

Todos los partidos han sido rebasados por indicios sociales de desorden  

Carlos Ramírez
Columnas
Gasolinazo
Foto: Cuarto Oscuro

Los problemas trastocados por la elección de Donald Trump, el deterioro económico por la baja en las expectativas del PIB y las protestas contra el ajuste de precios en las gasolinas mostraron que el verdadero problema de México no es la economía sino la política como producto de las relaciones sociales.

Frente a ello, sin embargo, el país vio con pasmo la forma en que funcionarios del gobierno y del Estado se repartieron bonos y prebendas de fin de año, algunas de ellas justificables por manejos contables pero negativas en cuanto a su efecto en la sociedad.

La dinámica social negativa revela el agotamiento de las actuales prácticas políticas. Todos los partidos —incluyendo el oportunismo de Morena— han sido rebasados por indicios sociales de desorden, desde los famosos 15 años de la adolescente Rubí en San Luis Potosí hasta los saqueos de comercios en las protestas contra el aumento de las gasolinas.

La política no solo es el ejercicio del poder, sino que también representa el equilibrio en las relaciones sociales… y exhibe el estrechamiento en las actividades de los partidos a temas solo de acarreo electoral. Las reacciones de la oposición al aumento de precios en las gasolinas se agotaron en la agitación de la protesta y no en el debate de las razones de fondo referidas al modelo de política de estabilización macroeconómica.

Los ajustes en las gasolinas fueron necesarios para apuntalar el presupuesto de gasto de la Federación, pero con la misma estructura de ingreso fiscal limitado y desde luego el desorden en el gasto público. Fue contrastante e irritante el hecho de aumentar precios de las gasolinas con efectos sociales en medio del despliegue informativo de bonos y compensaciones a todos los funcionarios del Estado. Si bien se trataba de hechos separados y explicables, los medios contribuyeron a dinamizar la insidia contra el dispendio del presupuesto público.

Alerta

La política había sido el arte del equilibrio de las emociones sociales; las decisiones se tomaban con un discurso que descontaba los efectos sociales negativos. Hoy ya no: la política carece de sensibilidad, las decisiones se toman sin explicar y la comunicación social del gobierno, los políticos y el Estado brilla por su ausencia.

Si desde los tiempos de la campaña presidencial de Bill Clinton en 1992 se afianzó la frase “es la economía, estúpido”, en México se debe insistir que la economía es la toma de decisiones pero la política es el espacio de las rupturas sociales. Las cosas aquí se complican cuando se percibe que la economía carece de horizonte viable y entonces queda el espacio de la política para bajar la temperatura de las irritaciones sociales.

La argumentación presidencial de que la decisión de las gasolinas era inevitable para mantener la estabilidad macroeconómica fue acertada desde el punto de vista técnico, pero mal comunicada, peor argumentada y sobre todo defendida sin estrategia política. Toda mala noticia económica debe ir de la mano de una buena noticia política.

La violencia social por el sumento a las gasolinas tocó la alarma de la política. Pero parece que no se han percatado de ello.