¿No había de otra?

El costo de los combustibles se eleva ante las tarifas de transporte que impone el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana

Alberto Barranco
Columnas
Pemex
Foto: Cuarto Oscuro

A contrapelo de la consigna oficial de no-había-de-otra para justificar el incremento a las gasolinas que exacerbó el de suyo mal humor social, cuyo epicentro es el retiro de los subsidios al costo de los combustibles, o en el lenguaje técnico la liberación o liberalización de precios, el gobierno debió agotar rutas alternas para atenuar el déficit presupuestal.

Una de ellas, de cara a la credibilidad de la población —es decir, como medida igualitaria—, era abrir un escenario de austeridad en el gasto corriente, empezando por retirar privilegios a la burocracia dorada.

La emergencia justificaba la cancelación de bonos, remodelación de oficinas, gastos de imagen, compra de vehículos, construcción de sedes faraónicas como la que pretende el Instituto Nacional Electoral, además de reducción de viáticos y suspensión de viajes inútiles… y, naturalmente, fin de vales de gasolina para funcionarios de los tres poderes.

La reducción de 10% en las percepciones de los altos servidores públicos vía el Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y Protección de la Economía Familiar llegó después del golpe que provocó protestas airadas.


Incapaz el gobierno de erradicar el robo de ductos, es decir, la colocación de tomas clandestinas, el monto del saqueo alcanza 23 mil millones de pesos, además de otros 25 mil por merma o robos en terminales y 15 mil que se extraen de las propias refinerías.

La catarata llega al mercado negro, ya bajo la compra ilegal por parte de gasolineras, ya para depósitos clandestinos en poblados o de plano oferta abierta en carreteras.

El costo de los combustibles se eleva ante las tarifas de transporte que impone el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, cuya concesión monopólica se mantiene a contrapelo de resoluciones judiciales que la invalidan.

El asunto está en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Naturalmente, la importación de gasolinas se habría atenuado si el gobierno no hubiera cancelado la posibilidad de una refinería en la zona de Tula, en cuyo marco se le causó un grave daño presupuestal al gobierno de Hidalgo al comprar y legalizar los colosales terrenos requeridos.

El proyecto se quedó en solo una parte de la barda perimetral.

Contención

Colocado como el payaso de las bofetadas, Pemex sufrió en los últimos años colosales mermas presupuestales, lo que impidió tareas de exploración de cara al agotamiento de los yacimientos, con énfasis en la Sonda de Campeche.

Satanizado, colocado como el mayor de los males del país, el subsidio a las gasolinas que se suprimió no era una concesión demagógica o un acto populista del gobierno sino la respuesta frente a una triste realidad: la exigua capacidad adquisitiva de la mayoría de la población.

No es, como falazmente se argumenta, un regalito para quienes tienen la posibilidad de un automóvil sino la posibilidad de contener tarifas mayores para el transporte público y desde luego las mercancías.

Si en los países desarrollados la gasolina cuesta tanto como aquí, los niveles de ingreso de la población son diez y hasta 15 veces mayores.

Con los antiguos cargadores de La Merced que se abrían paso al grito de “el golpe avisa”, el gobierno lanzó el zarpazo, y luego le puso un curita a la herida.