La única inmortalidad

Hay que dimensionar y relativizar los logros de Barack Obama 

Javier Oliva Posada
Columnas
Hueconomía 828 Obama
Foto: Notimex

Estas ocho palabras de Augusto Monterroso integran el que quizá sea el más famoso microrrelato de la literatura en español: “Y cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía ahí”. Recuerdo que cuando Monterroso murió, un reportero le preguntó al presidente Vicente Fox si había leído ese famoso relato. Fox le respondió, muy serio, que aún no lo había terminado pero ya iba a la mitad.

Esas ocho palabritas me vienen a la mente cada vez que los imbéciles insisten en hablar de los “logros” de los ocho años de Barack Obama, sin mencionar ni una palabra del costo al que esos dizque “logros” se consiguieron.

Primero habría que dimensionar y relativizar el verdadero tamaño de esos “logros”. Pero aceptemos sin conceder que dichos “logros” fueron reales. ¿A qué costo se “lograron”?

El costo


Te lo pongo con manzanitas. Imagina que a ti te nombraran presidente vecinal de tu colonia y que esta estuviera en pésimas condiciones (banquetas rotas, calles llenas de baches, jardines secos, camellones abandonados, montones de basura en cada esquina, faroles fundidos). Por alguna extraña razón a ti te otorgan la facultad de recibir créditos ilimitados con el fin de hacerte ver bien en esa posición. De manera que el banco te otorga 100 millones de pesos cada mes, durante todo tu periodo en el cargo.

Imagínate: ¡nueve mil 600 millones para que los manejes a tu arbitrio! ¿No crees que ese flujo generoso te alcanzaría para quedar como “el mejor presidente vecinal de la historia”? Bueno, si lograras mantenerlo ignorante del tremebundo agujero negro financiero en que los metiste, sin duda el vecindario entero te llevaría en hombros desde ahí hasta la Basílica de Guadalupe porque habías reencarpetado pavimentos, retirado basuras, reparado postes, renovado cables y alumbrados, nivelado aceras, repuesto tuberías de agua, replantado jardineras y camellones, etcétera (además de sobornar a jefes de manzana, funcionarios delegacionales y demás prácticas corruptas tradicionales, claro).

El problema es que tú te vas lleno de gloria, pero la deuda ahí queda y el banco se encargará de cobrarla cueste lo que cueste y se lleve a quien se lleve entre las patas, a lomos de la fuerza más poderosa del universo: el interés compuesto.

La cifra oficial de la deuda nacional, cuando entró Obama en 2008, era de diez anglotrillones, y cuando salió era del doble: 20 anglotrillones (en estos ocho años, gastó la megaburrada de 29 anglotrillones de dólares). De manera que, aun si le creemos a la cantidad de empleos dizque “creados” durante su gobierno (una falsedad maquillada, pero en fin), cada empleo costó 885 mil dólares de nueva deuda.

Un buen negocio, ¿no? Bueno, sí para los banqueros (que se quedan con los créditos firmados) y para ti (que te retiras feliz de la vida a la Riviera Maya a rascarte la panza y tomar daiquirís). Pero para quienes se quedaron embarcados con ese macrodeudón, que tendrán que pagar ellos y sus hijos y sus nietos… no tanto.