Los orígenes del nacionalismo mexicano

México vive un inusitado e insólito asedio por parte del nuevo gobierno de EU

Javier Oliva Posada
Columnas
Orígenes nacionalismo
Foto: Cuarto Oscuro

Ese es el título del ya clásico libro del historiador inglés David Brading, publicado por la editorial Era. Entre otros traducidos al español —estos por el Fondo de Cultura Económica— están asimismo Orbe indiano y Mito y profecía en la historia de México: sus aportes le valieron la Condecoración del Águila Azteca porque sus estudios quizá puedan ser comparados únicamente con la extraordinaria obra de Enrique Florescano.

Pues bien, en el referido título sobre el nacionalismo en nuestro país Brading señala que la patria mexicana surge luego de una secuencia muy agresiva de invasiones e intervenciones desde que proclamó su independencia. Potencias en su momento como España, desde luego, Francia y sobre todo Estados Unidos tuvieron que ver con la redacción y confección de constituciones, leyes e instituciones que animaron la construcción de un Estado fuerte, interventor y centralizado.

Hoy que el país vive un inusitado e insólito asedio por parte del nuevo gobierno de Estados Unidos ha florecido con fuerza un sentimiento de identidad, producto de lo que se consideran injustificadas agresiones.

Los llamados a la unidad que se han lanzado desde los diversos sectores de nuestra sociedad han terminado en cuanto pronuncian esa palabra: “unidad”; es decir, como sostiene Brading, el nacionalismo mexicano se caracteriza en esencia por ser “anti” pero sin estar definido su “pro”. En otras palabras, ¿en favor de qué estamos cuando nos referimos a “defender a México”? Incluso especificar los valores que nos vinculan ha sido y sigue siendo objeto de larguísimos debates, sin que haya hasta el momento expectativas de acuerdo.

Pasos

Y no porque deba haberlos necesariamente, puesto que la construcción de la conciencia nacional es un proceso permanente. Sin embargo, al momento de confrontar ataques directos sobre la identidad del país y su población la reacción ha sido tan intensa como agotada en el corto plazo. Es aquí donde ya deberíamos contar con una serie de medidas y propuestas que canalicen esa inesperada energía de solidaridad con el país para encontrar la ruta que nos permita abandonar del todo la lacerante desigualdad, inseguridad pública e incertidumbre jurídica que nos han acompañado en las últimas décadas.

De hecho, de acuerdo con científicos sociales de varias partes del mundo especializados en el estudio del Estado, en cuanto a sus características contemporáneas destacan como un factor determinante las acciones vinculantes y de identidad entre los ciudadanos y las estructuras de gobierno. Es decir, las fuentes básicas de la legitimidad de la ley, la autoridad y las costumbres. No basta ya, desde hace tiempo, explicar la naturaleza del Estado a partir del trípode clásico de territorio, población y soberanía: identidad es el nuevo pilar en medio de los efectos que generan sobre los ciudadanos los medios de comunicación, los dispositivos móviles y los medios alternativos.

En esos términos es que deben estudiarse y aplicarse medidas que estén al alcance argumentativo y técnico del ciudadano, como la exitosa campaña lanzada a través de Twitter y WhatsApp, pero que solo ha quedado en el acto de tomar como icono de identificación personal a la bandera o el escudo nacionales: hemos reaccionado como “anti”, qué bueno, por fin algo nos hizo “despertar”... ¿pero qué pasos debemos seguir para aprovechar esa sana inercia de solidaridad y autorreconocimiento? Ya propondré algunas medidas.