Los de afuera y los de adentro

¿Cómo un outsider político llenó su gabinete de insiders?

Guillermo Fárber
Columnas
Hueconomía outsiders e insiders
Foto:cott Applewhite

La pregunta que muchos se hacen (o nos hacemos) es cómo un “outsider político” como supuestamente es Donald Trump llenó su gabinete de “insiders” (ex Goldman Sachs, generales retirados, senadores, gobernadores, etcétera). ¿De modo que es lo de siempre, un simple cambio de turno en la cabeza, quítate tú para ponerme yo, “te presento al nuevo jefe, igualito al jefe anterior”? La lógica de nosotros los ingenuos diría que un outsider reclutaría a otros outsiders para que eso no pase. Pero no recomienda lo mismo la mínima prudencia empresarial.

El colmilludo analista Jim Willie sugiere no rechazar de entrada la sorprendente selección de figuras ya muy probadas (¿o maleadas?) dentro del flamante gabinete de Trump. Especialmente lo dice respecto del nuevo secretario del Tesoro, Steven Mnuchin (edad, 52), el más cuestionado en el grupo de los ex Goldman Sachs en el nuevo gobierno de Washington. “Algunos de mis colegas más respetados”, dice Willie, “piensan que Mnuchin fue escogido y condicionado a la realización de ciertas tareas difíciles, como por ejemplo conseguir el billón (anglotrillón) de dólares necesarios para financiar el ambicioso programa de reconstrucción de infraestructura propuesto por Trump, y la introducción del nuevo scheiss dólar (dólar-mierda) exclusivo para uso doméstico. Habrá que esperar para ver cómo se desenvuelven las cosas en ambos frentes”.

La quinta columna

Pero Willie cree que ahí hay otra posible dinámica en acción y es que los outsiders solo pueden alcanzar sus objetivos estratégicos si se apoyan tácticamente en el conocimiento que tienen los insiders sobre las tripas de un ogro acostumbrado a trabajar únicamente para sí mismo y fuertemente reacio a toda influencia exterior y reformas institucionales. Es por esta razón que se puede garantizar el fracaso de todo nuevo presidente si este cede a la tentación de llenar su gabinete de outsiders fieles a él y sus ideas, pero desconocedores de las entrañas del mecanismo interno y que ven a los insiders (y los tratan) con franco desdén.

Para lograr desarmar una organización apuntalada por una miríada de intereses ególatras o de plano autistas, se debe tener un mandato absoluto de desmantelar el aparato entero (mandato que Trump no tiene) o contar con la colaboración de insiders que conocen a los personajes clave del sistema y sus puntos más sensibles. Por usar un símil crudo: ese líder recién llegado necesita quién le indique en qué punto exacto debe clavar la lanza política en la densa armadura de los jugadores clave para lograr el efecto deseado (que de otra manera sería imposible). Como la “imposible” muerte del rey Enrique II en 1559, por ejemplo.

La conclusión es tan sencilla como contundente: para llevar a cabo cualquier reforma de verdad se necesitan dos cosas. Una, un sólido cuerpo conceptual innovador llegado de afuera: ideas que guíen un cambio auténtico. Y dos, un grupo de insiders leales al líder recién importado, que se dediquen a detectar y erradicar los enemil obstáculos internos decididos a sabotear las reformas.