Cambió el rostro político de la CDMX, pero…

El esfuerzo titánico del jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera podría ahogarse en la falta de decisión de los habitantes de la capital

Carlos Ramírez
Columnas
Miguel Ángel Mancera
Foto: Notimex.

Contra la corriente, sin el apoyo de su partido y ante la pasividad de los capitalinos, el rostro político de la Ciudad de México ha cambiado drásticamente, solo que el esfuerzo titánico del jefe de Gobierno Miguel Ángel Mancera podría ahogarse en la falta de decisión de los habitantes de la capital de la República para asumir su nueva ciudadanía.

El salto cualitativo de la capital se inició en 1988, cuando en las urnas ganó la oposición. Sin embargo, la vida ciudadana fue pervertida por el asistencialismo perredista que atrofió la construcción de una verdadera ciudadanía. De poco le servirá a la capital ser ahora ciudad con nuevos derechos políticos y tener una Constitución, si sigue dominada por los grupos perredistas en las calles y la corrupción en sus gobernantes.

La dominación perredista de 1989 a 2017 se ha basado en el manejo de las masas vía programas asistencialistas creados por los gobernantes locales Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard, pero agotados en el control político y social. La falta de una verdadera vida política se hizo cotidiana por la inexistencia de una oposición real: el PAN y el PRI han carecido de actividad ciudadana y sobreviven por la vía plurinominal.

El concepto de ciudad de Mancera no ha encontrado acomodo en las formas de control social del PRD. La condición autónoma de ciudad, una Constitución local y prácticas políticas progresistas podrían convertirse en un factor de cambio político nacional, pero a condición de que PRD, PRI y PAN asuman los desafíos de las nuevas condiciones políticas.

Construir

El problema de Mancera ha radicado en su condición de no-perredista, pero con dependencia de las bases perredistas. Si Mancera no impulsa la reconstrucción del PRD en la Ciudad de México para convertirlo en un verdadero partido político que funcione a partir de una ciudadanía y ya no de dependientes del asistencialismo presupuestal, los avances en autonomía política y constitucional se ahogarán en la ineficacia.

Hasta ahora Mancera ha podido conciliar su papel como gobernante del PRD sin ser militante y sus avances en la construcción de una estructura política para la capital de la República, pero después de la Constitución debe venir el esfuerzo para ciudadanizar la ciudad más allá de los sectores cautivos perredistas. Le ayudará el hecho de que el PRD carece de ideología, pero le ofrece dificultades el hecho de que los perredistas se están pasando a Morena porque Andrés Manuel López Obrador les ofrece mayor asistencialismo presupuestal.

A favor de Mancera operan la nueva madurez política institucional de la Ciudad de México y su estilo político, más ciudadano que caudillista. Y también le beneficia el hecho de que en la CDMX existe una ciudadanía no perredista pero tampoco priista o panista, comprometida con la posibilidad de nuevas prácticas más cercanas a la cultura política que al acarreo perredista-morenista-lopezobradorista.

Si el propio Mancera no da el paso siguiente a las reformas en la estructura de gobierno de la Ciudad de México y no avanza en un pacto ciudadano no partidista, inclusive las propias reformas podrían perder sus posibilidades ciudadanas.

Mancera le cambió el rostro político a la Ciudad de México, pero le falta construir el rostro ciudadano.