El Cuerno de África, a un paso de la inseguridad alimentaria

Conflictos bélicos, corrupción, inestabilidad económica y fenómenos naturales causas del problema

Redacción
Política
Ayuda alimentaria en África
Foto: United Nations

Afirma el escritor argentino Martín Caparrós en su libro El hambre: “Hay cuestiones que el conjunto de la sociedad debería haber dejado atrás. El hambre es, sin duda, la primera de ellas. Nada ha influido más en la historia de la humanidad. Ninguna enfermedad, ninguna guerra ha matado más gente. Todavía ninguna plaga es tan letal y, al mismo tiempo, tan evitable como el hambre”.

Y es que en el mundo hay casi 800 millones de personas que tienen severas dificultades para saciar su apetito con lo más básico y 25 mil personas mueren cada día por causas relacionadas con el hambre, estima la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).


Los datos son duros.

El director ejecutivo del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Anthony Lake, advirtió recientemente que casi un millón 400 mil niños están en “riesgo inminente” de morir de hambre en Nigeria, Sudán del Sur, Somalia y Yemen.

La Red de Sistemas de Alerta Temprana contra la Hambruna (FEWS, por sus siglas en inglés) señala que estos cuatro países enfrentan una grave amenaza de hambruna, la cual podría incluso resultar prácticamente irreversible, debido a los conflictos bélicos que registran junto con la sequía y la inestabilidad económica.

La escala de inseguridad alimentaria de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) que va del 1 (mínimo) al 5 (hambruna) para prevenir crisis humanitarias, indica que en estos momentos Nigeria, Sudán del Sur y Yemen tienen áreas en fase 4 de emergencia, a un paso de una situación irreversible. Somalia por su parte, está en el nivel 3 de emergencia.

Pero no son solo esos países los que enfrentan hambruna: también Chad, República Centroafricana, Sudán, la región de los Grandes Lagos, Siria, Afganistán e Irak. La FEWS calcula que durante 2017 al menos 70 millones de personas de 45 países precisarán ayuda humanitaria para sobrevivir: 20 millones más que hace dos años.

Conflictos

La violencia y la sequía en esos países de África afectan los medios de vida y limitan el comercio de las poblaciones más vulnerables, además de restringir la llegada de ayuda humanitaria.

Guerras y catástrofes obligan a huir a un cada vez mayor número de personas. Las tierras quedan abandonas, no hay quien las trabaje. Igualmente, es destruida la infraestructura agrícola y el comercio es fuertemente limitado, por lo que los precios de los alimentos aumentan.

Pero incluso sin crisis agudas, la pobreza no permite a muchos campesinos comprar semillas ni herramientas ni abono en cantidades suficientes. Otros no tienen tierra o carecen de adecuados conocimientos agrícolas. La depredación de la naturaleza, la dilapidación de recursos y la contaminación ambiental generan también desertificación y con ello pérdida de superficies cultivables.

A menudo la lucha contra el hambre no es una prioridad para los gobiernos de países en desarrollo. La corrupción agrava aún más los problemas. Pero las razones no se hallan solo en los propios países afectados: el mayor consumo de carne, sobre todo en los países emergentes e industrializados, tiene como consecuencia que en superficies en las que antes se cultivaban alimentos para seres humanos se produzcan hoy alimentos para animales. La producción de biocombustibles puede generar también una competencia entre llenar el tanque de gasolina de un auto y producir un plato de comida.

De las cuatro naciones mencionadas que padecen situación de hambre solo en Somalia se debe a una sequía: en los otros tres países es consecuencia de conflictos y crisis alimentarias ocasionadas por el hombre.

Emergencia

El gobierno de Sudán del Sur declaró el lunes 20 de febrero por primera vez a varias zonas del país en situación de hambruna, provocada por la guerra que los azota desde hace más de tres años, mientras algunas regiones del norte de Nigeria están en una situación muy difícil desde finales del año pasado.

Shukri Ahmed, economista en el Programa Estratégico de Resiliencia de la FAO en Roma, advierte la urgencia de trabajar en beneficio de las poblaciones bajo conflictos armados: “La agricultura, es decir, la producción de cultivos, ganadería, pesca, acuicultura y la actividad forestal, es a menudo el principal sustento para la mayoría de las personas en situaciones afectadas por conflictos. La FAO se centra mucho en el apoyo a estas poblaciones, así como en situaciones donde hay un riesgo de conflicto”.

Explica que una cuarta parte de los países “que la FAO auxilia bajo nuestro programa estratégico para la construcción de resiliencia, está actualmente en conflicto”.

Algunos ejemplos de los tipos de ayuda que se otorga bajo este contexto incluyen: proporcionar kits de medios de subsistencia de emergencia que permiten a las familias producir alimentos, incluso cuando están escondidas en áreas abiertas, como equipos de pesca para personas desplazadas en los pantanos en Sudán del Sur o kits de vegetales que permiten a los desplazados viviendo en campos de refugiados cultivar en jardines verticales o en pequeñas parcelas de tierra.

Al atender las necesidades inmediatas y a mediano plazo de los afectados por esta crisis, la agricultura no puede ser una ocurrencia tardía: frente a enormes desafíos, sigue siendo la columna vertebral de los medios de subsistencia rurales.

El sector agrícola es un motor de estabilización y recuperación para personas que viven en contextos frágiles. No solo es esencial para poder alimentar a la población del país ahora, sino que también tiene todo el potencial para contribuir significativamente a la paz y es clave para la recuperación a largo plazo de una nación.

—¿Qué soluciones se han logrado establecer para afianzar la autonomía en materia de seguridad alimentaria en África?

—El mundo ya produce suficientes alimentos para todos. El problema es que las personas pobres y vulnerables no pueden aprovechar la disponibilidad porque carecen de acceso y poder adquisitivo. En este sentido, la independencia de África —no necesariamente autosuficiencia— en seguridad alimentaria ya ha comenzado con el reciente crecimiento económico registrado en varios países. La trayectoria para el continente ha cambiado decisivamente en los últimos diez años y seis de las economías de más rápido crecimiento del mundo son africanas. El desarrollo y crecimiento económico es la forma más segura para lograr la autosuficiencia, ya que permiten el crecimiento del ingreso y la capacidad de compra. Además, comprometiéndose individualmente y colectivamente para acabar con la pobreza —a través de la Unión Africana (UA) con la Declaración de Malabo sobre el acelerado crecimiento y transformación agrícola compartida, prosperidad y mejorar los medios de vida—, los países africanos se han propuesto acabar con el hambre en 2025.

Este compromiso, agrega Shukri Ahmed, también se traduce en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, específicamente el objetivo 1, erradicar la pobreza en todas sus formas en todas partes, y el objetivo 2, acabar con el hambre, lograr la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible.

El especialista indica que la FAO promueve y asiste a los gobiernos africanos para lograr estos objetivos a través de la introducción de un enfoque de doble vía, la combinación de mayor producción y productividad para los pequeños agricultores y, al mismo tiempo, provee ayuda inmediata para los más pobres y hambrientos.

Estas dos vías se refuerzan mutuamente, ya que proporcionar alimento a personas hambrientas también impulsa aumento de la producción. El enfoque de doble vía está en el corazón del programa contra el hambre, que prevé cómo lograr una rápida reducción en el número de personas hambrientas. Sólidas alianzas y trabajo colaborativo entre hogares, comunidades, gobierno y Organizaciones No Gubernamentales, junto con las instituciones internacionales y agencias, incluyendo agencias de la ONU, instituciones financieras, donantes, etcétera, están en el centro de los proyectos para alcanzar metas tan nobles.

Llamado

Hace unos días, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, indicó que las agencias humanitarias del organismo necesitan cuatro mil 400 millones de dólares en fondos de emergencia para enfrentar las hambrunas en Nigeria, Somalia, Sudán del Sur y Yemen.

Guterres advirtió que más de 20 millones de personas pasan hambre en esos cuatro países y es necesario adoptar medidas para evitar una catástrofe: “La situación es terrible. Millones de personas apenas sobreviven en un estado entre la desnutrición y la muerte, vulnerables a epidemias y a enfermedades, obligadas a matar a sus animales para comer y a alimentarse con semillas que debían plantar durante la próxima temporada”.

—Si bien la cooperación y financiamiento para lograr ayuda humanitaria a corto plazo es difícil, ¿existen mecanismos dentro de esta ayuda que beneficien a los programas de apoyo a la agricultura a largo plazo?

—La reducción de la brecha de desarrollo humanitario —responde Shukri Ahmed— está entre los objetivos de la reciente Cumbre Mundial Humanitaria. Ha habido una larga historia para tratar de conectar la asistencia humanitaria y el desarrollo, incluyendo programas de apoyo a la agricultura a más largo plazo, pero se ha demostrado a menudo que son difíciles y en gran parte ineficaces. En los últimos años se han redoblado los esfuerzos al ver cómo la naturaleza está interconectada con el cambio climático. La fragilidad del Estado, la necesidad humanitaria a largo plazo y el desplazamiento prolongado se han vuelto evidentes. Esto ha llevado a una serie de iniciativas agrupadas bajo el nombre de Resiliencia.

Cuando ocurre un desastre, los niveles de desnutrición y el hambre pueden elevarse agudamente, dando al traste con años de desarrollo y la reducción de la dependencia a la ayuda por parte de los afectados. El apoyo de la FAO para proteger y restaurar los medios de subsistencia agrícolas durante una crisis no solo salva vidas, sino que también contribuye a una recuperación más rápida y más sostenible preservando los beneficios del desarrollo. Además, al permitir a las comunidades afectadas participar en su propia recuperación y el desarrollo, la asistencia agrícola es hasta diez veces más rentable que solo la asistencia alimentaria.

Una de las prioridades clave de la FAO es aumentar la resiliencia de los medios de subsistencia a las amenazas y las crisis.

La estrategia de resiliencia aborda las causas inmediatas de la vulnerabilidad, la inseguridad alimentaria y desnutrición, al mismo tiempo que promueve construir capacidades en las personas y los gobiernos para que se preparen mejor para futuras crisis.

Mediante la integración de las actividades humanitarias y de desarrollo, la FAO ayuda a los países para capacitar a los agricultores, pastores, pescadores y silvicultores para adaptarse y recuperarse de los golpes y los desastres que afectan su seguridad alimentaria, nutrición y medios de subsistencia.