La CDMX convertirá basura en energía para sus habitantes

Entrevista exclusiva con Vértigo con Jaime Slomianski, titular de la Agencia de Gestión Urbana de la Ciudad de México 

Norberto Vázquez
Política
Jaime Slomianski
Foto: Concepción Morales.

Uno de los proyectos más emblemáticos de la administración del jefe de Gobierno de la Ciudad de México (CDMX), Miguel Ángel Mancera Espinosa, es la construcción y operación de una planta de termovalorización que revertirá las prácticas que durante más de 50 años se han mantenido en la capital para el manejo de residuos sólidos urbanos, con lo que en a mediano y largo plazo se cosecharán importantes beneficios ambientales, económicos y sociales para sus habitantes.

Es Jaime Slomianski Aguilar, titular de la Agencia de Gestión Urbana (AGUCDMX), quien revela en entrevista exclusiva con Vértigo detalles de la investigación, el proceso de licitación y los potenciales beneficios de este inédito sistema que manejará cuatro mil 600 toneladas de basura diaria para generar suficiente energía para mover al Sistema de Transporte Colectivo Metro.

Radiografía


Para llegar a esta decisión se realizaron amplios y profundos análisis respecto de temas diversos.

Slomianski dice, por ejemplo, que “en la Ciudad de México dormimos ocho millones de personas pero convivimos todos los días 16 millones, más de todos los que llegan de los municipios conurbados a realizar actividades. Y hay que darles servicios de vialidad, agua, alumbrado, limpieza, seguridad… Pero también recolectar los residuos sólidos urbanos que generan”.


Comenta que la ciudad produce 13 mil toneladas de basura diaria, “un volumen inmenso. Y para la mayoría tirar la basura se limita a que pasen todos los días los recolectores, ya sea en sus carritos o en su camiones, y se la lleven. Pero a partir de ahí existen diversos procesos para poder disponer de la basura, porque ni modo que sencillamente desaparezca”.

Históricamente, desde hace muchas décadas, “en la Ciudad de México lo que se hace con la basura es que se lleva a lo que se conoce como rellenos sanitarios y ahí se entierra conforme a una normatividad ambiental”, añade.

De hecho, el último relleno sanitario público que usó la CDMX fue el Bordo Poniente: “En 2011, el gobierno federal le notificó a la Ciudad de México el cierre del Bordo, es decir, le ordenó ya no enviar más basura a ese sitio. Y a partir de ese momento empresas particulares abrieron dos rellenos, los más grandes de América Latina, en Ixtapaluca, Estado de México. Y la ciudad, sin otra opción, tuvo enviar su basura a esos rellenos”.

En este sentido, Slomianski apunta una gran diferencia: “Enviar la basura al Bordo Poniente no le costaba a la ciudad, solo el traslado, pero no el depósito. En cambio, enviarla a los depósitos de Ixtapaluca le cuesta a la ciudad poco más de mil millones de pesos al año. Un presupuesto bastante importante, porque a aparte del traslado, que está lejos, hay que pagar una tarifa por tonelada recibida porque son rellenos de particulares. Nos cuesta presupuestalmente”.

Explica que este modelo de gestión de residuos sólidos urbanos tiene un segundo costo mucho más delicado: el ambiental.

“¿Y por qué? Porque al enterrar la basura aunque se tiene las técnicas previstas en las Normas Mexicanas de Rellenos Sanitarios: geomembrana en el piso y tepetate para ir sellando el nivel de cada celda, pero con el paso del tiempo se fracturan la geomembrana y el tepepate. Entonces resuma un líquido que se llama lixiviado, que es el producto de las lluvias que limpian los metales y la basura, y se mezcla con los líquidos de la basura orgánica, que es muy ácido. Al final de todo ese proceso queda un liquido altamente tóxico. Y si hay por ahí un manto friático, se contamina”, puntualiza.

Y agrega: “Con las fracturas del tepetate, la basura orgánica al descomponerse genera un biogás que es fundamentalmente gas metano, el cual es mucho mas calorífico que el bióxido de carbono. Este gas metano se va a la atmosfera, siendo uno de los gases más nocivos e impactando severamente en el cambio climático”.

Slomianski anota un tercer costo, el cual tiene que ver con la autonomía de gestión de la basura en la CDMX: “Los rellenos sanitarios están en el Estado de México. El año pasado el Estado de México clausuró esos rellenos por tres días. ¿Qué hubiera pasado si la clausura se prolongara por tres semanas? ¿Qué hacemos con la basura por tres semanas, sin poder llevarla a los rellenos sanitarios? ¡Nos hundimos en nuestra propia basura! Es un tema muy delicado porque no hay otra manera para llevárnosla. No existe. Por eso no debemos depender de nadie para el problema de la basura; los rellenos sanitarios son finitos”.

El titular de la Agencia de Gestión Urbana de la CDMX revela que de hecho el Estado de México ya pidió a las autoridades capitalinas le remitan un programa de reducción del envío de basura.

“Tarde o temprano se van a acabar esos espacios y habrá que decirle ahora a Puebla, a Hidalgo o a Tlaxcala: ‘Abran un relleno sanitario para que reciban nuestra basura’. ¡Ya no se puede!”

—Pero además, la basura tiene un valor comercial…

—Sí, en los países desarrollados la basura tiene un valor. Nosotros al enterrarla perdemos ese valor y lo estamos tirando. Por el contrario, este es un modelo de costos, costos y más costos.

Proyecto

Sobre el nuevo proyecto, Jaime Slomianski recuerda que “en tal virtud el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, me instruyó para que buscáramos otra solución. Para que generáramos una política de gestión de residuos sólidos responsable con el medio ambiente. ¡No podemos, como ciudad, seguir contribuyendo al cambio climático de manera negativa!”

—¿Cómo se definió el modelo a seguir?

—Investigamos cómo otras ciudades europeas resuelven su problema de basura. Descubrimos que hay tecnologías que tienen más de 30 años para procesar la basura y convertirla en energía. Y a eso nos abocamos. Fueron dos años de investigaciones, analizado el valor calorífico de la basura de la Ciudad de México en las distintas delegaciones, en las diferentes temporadas del año.

Y es que no es lo mismo la basura seca, que mojada; o en época de lluvias; ni es lo mismo la basura de la Central de Abasto, que es eminentemente orgánica, que la basura de la Delegación Cuauhtémoc, que lleva de todo, por ejemplo.

El funcionario añade que “cuando ya tuvimos toda esa información y estudios, lanzamos en diciembre pasado una licitación pública para que se diseñara, construyera y operara una planta de termovalorización como las que hay en Europa para procesar la basura. Así se definió el proyecto: cuatro mil 600 toneladas diarias de basura servirán para generar energía, que vamos a mandar al Metro de la Ciudad de México”.

Comenta al respecto: “El Metro de la CDMX es uno de los sistemas más importantes de la capital y se va moverá con la basura de la propia ciudad. ¡Este es un cambio paradigmático! Y además son tecnologías amigables con el medio ambiente”.

—¿Porque son calificadas como amigables?

—Porque la contaminación es un proceso de termovalorización, un proceso de combustión de basura y genera gases. La contaminación no es problema de percepción: es un asunto de medición. La contaminación se mide. Entonces, hoy existen ya tecnologías especializadas en medir la contaminación y limpiar los gases. Eso nosotros lo pusimos en las bases de la licitación.

Recuerda que el fallo de esta licitación se dio el pasado el 18 de abril, “hace un par de semanas, y quien obtuvo la licitación fue el consorcio Proactiva Medio Ambiente de México, filial del tecnólogo Volia, uno de los más importantes del mundo en la fabricación, diseño y operación de este tipo de plantas”.

—¿Dónde se llevará a cabo la construcción?

—Esta planta se construirá en el Bordo Poniente de la ciudad, donde estaban los rellenos sanitarios a los que durante tantos años llevamos basura para enterrar. Ahora la vamos a llevar para procesarla tecnológicamente y obtener energía de ella, para hacer un parque de energía renovable derivado de la basura de la CDMX.

Con esto, dice Jaime Slomianski, “haremos a la ciudad una de las urbes punta de lanza en materia de modernización tecnológica y con responsabilidad ambiental en cuanto a la gestión de residuos sólidos urbanos”.

La planta comenzará a construirse durante este 2017 y se prevé que en un par de años estará concluida para comenzar operaciones.

—Este es un parteaguas no solo para la ciudad sino para el país entero…

—Creo que sería muy importante que en el país demos un brinco para mejorar cómo manejamos la basura en nuestras ciudades. Todavía, desafortunadamente, en muchos puntos de la República la basura se lleva a tiraderos a cielo abierto, ni siquiera a rellenos sanitarios. Necesitamos generar una política nacional para que se regionalice por zonas, en todo el país, la modernización en el manejo de la basura de las ciudades, de tal manera que tengamos plantas de termovaliración y biodigestión.

—¿Qué pasa con esta última?

—En un par de meses estaremos publicando la licitación de la planta de biodigestión, donde se procesará solo basura orgánica para captar el gas metano y generar energía con eso. Hacia allá debemos ir, como país responsable con el medio ambiente, en la agenda de los residuos sólidos urbanos.

—¿Cuál es la instrucción del doctor Miguel Ángel Mancera?

—Él quiere dejarle a la ciudad una Agencia de Gestión Urbana útil y funcional, cuya labor se traduzca en un beneficio y así lo perciban los habitantes de la Ciudad de México y todos los que por aquí transitamos todos los días. Una ciudad más moderna, con movilidad, eficiente, coordinada con todas las autoridades que intervenimos. Que se sepa que la AGUCDMX es una herramienta para la ciudadanía en la agenda de servicios urbanos y de la basura.

Sin duda, el objetivo es histórico: estas plantas pueden cambiar completamente el costoso modelo de gestión de la basura por uno moderno, ecológico… y monetariamente sustentable.

Nuevo rostro de la AGUCDMX

Desde 2013 septiembre de 2016 la Dirección de Servicios Urbanos de la Secretaría de Obras se fusionó con la Agencia de Gestión Urbana de la CDMX (AGUCDMX), a efecto de tener una dependencia autónoma y fortalecida de gestión.

Jaime Slomianski define cinco nuevos alcances de esta medida para beneficio de la ciudanía:

Relanzamiento del 072 Es el call center de la ciudad que recibe todas las quejas y reportes de los ciudadanos respecto de incidencias urbanas (baches, banquetas, alumbrado, agua, cables, parques, luz), independientemente de dónde se encuentre esa incidencia, bajo el diseño de un Manual de intervenciones donde se conjugarán autoridades centrales e incluso federales. El 072 será traspasado al Consejo Ciudadano para que sean los mismos habitantes de la ciudad quienes atiendan los reportes y evalúen el resultado y las respuestas.

Política de coordinación con las delegaciones El objetivo es que las delegaciones y el gobierno central puedan estar bien alineados con la demanda y atención de los ciudadanos en cualquier tema de servicios urbanos.

Orden en intervenciones en vía pública Se respetará el encarpetamiento de toda la ciudad. Cualquier usuario del subsuelo (gas, cableras, CFE, etcétera) que busque abrir la vialidad y cuya labor implique zanjas o baches, tendrá que entrar a un registro de usuarios del subsuelo para que exista una mejor planeación en sus intervenciones. Todo aquel que quiera realizar o brindar un servicio que afecte una vialidad tendrá que registrarse y presentar un programa anual ante la AGUCDMX, para cruzarlos con los programas de reencarpetamiento de las delegaciones.

Orden en criterios de confinamiento Se evitará que contratistas de empresas públicas (federales o locales) y privadas confinen cascajo en la vía pública mientras realizan sus obras. Se promoverá la utilización de tapiales, mallas, cintas u otros elementos de confinamiento para resguardar la obra y que no se afecte a los ciudadanos. Además, todo contratista tendrá que reportar el objetivo y tiempos de la obra.

Puntos de desvío y señalización Hoy las obras medianas y pequeñas no están señalizadas y no tiene punto de desvío: se promoverán desvíos y señalizaciones calles antes del lugar de la obra, para evitar aglomeraciones vehiculares y así evitar la irritación de los automovilistas, a quienes desvía justo en el lugar de la construcción u obra el personal de las mismas.