Un licenciado detenido

Por lo pronto el gobierno sigue celebrando los triunfos en su guerra

Sergio Sarmiento
Columnas
Detienen a Dámaso López
Foto: CO

Una vez más el gobierno de la República anuncia un gran triunfo en la guerra contra las drogas: este 2 de mayo efectivos del Ejército detuvieron en la Ciudad de México a Dámaso López Núñez, El Licenciado, a quien consideran sucesor del Chapo Guzmán en el Cártel de Sinaloa.

La aprehensión de López Núñez frustró una alianza del Cártel de Sinaloa con el Cártel Jalisco Nueva Generación de Nemesio Oseguera, El Mencho, según el titular de la Agencia de Investigación Criminal, Omar García Harfuch.

En un operativo paralelo fue detenido Giovanni González Sepúlveda, El Chompiras, operador logístico de El Licenciado.

Si echamos un vistazo hacia atrás veremos una lista enorme de capos capturados o abatidos por las autoridades mexicanas. Todas las organizaciones vinculadas con el tráfico de drogas han perdido a dirigentes importantes tras ser detenidos o muertos por militares o por policías. Las autoridades afirman que han desmantelado organizaciones tan importantes como la de los Beltrán Leyva, de Guerrero, o la de los Arellano Félix, de Tijuana.

Si el propósito de la guerra fuera detener o abatir delincuentes, las autoridades mexicanas podrían realmente estar celebrando sus notables y constantes triunfos. El problema es que la razón de ser de este esfuerzo es reducir o eliminar el consumo y el tráfico de drogas; y no hay ninguna indicación de que todos estos triunfos hayan reducido siquiera en un ápice el consumo o el tráfico en México o en Estados Unidos.

Experiencia

Lo que sí avanza es la violencia relacionada con el tráfico de drogas. Las muertes o detenciones de capos son seguidas por una multiplicación de hechos violentos. Los grupos dentro de sus organizaciones u otras nuevas bandas empiezan a disputarse los territorios que antes controlaban esos capos.

Guerrero es un ejemplo de lo que ocurre cuando desaparece el control que un capo mantiene sobre una zona determinada del país. Mucho se ha señalado que el éxito del gobierno al desembrar al grupo de los Beltrán Leyva provocó el surgimiento de nuevos grupos criminales, como Guerreros Unidos y Los Rojos, que han tratado de tomar el control del estado.

La terrible violencia que hemos visto en la entidad en los últimos años está relacionada directamente con esta situación. Mientras Dámaso López era detenido en la Ciudad de México el 2 de mayo, en Guerrero aparecía el cuerpo sin vida de Daniel Vázquez Gutiérrez, comandante de la policía municipal de Tixtla.

La experiencia en la guerra contra las drogas debería haber demostrado ya que el camino no es el correcto: de nada sirve detener o matar capos si esto no ayuda a reducir el consumo de drogas y en cambio sí genera mayor violencia.

Si México decidiera despenalizar el consumo y comercio de las drogas ya no tendría que dedicar tantos recursos y fuerza para detener o matar a líderes del narcotráfico. Esto liberaría dinero para combatir realmente el consumo de drogas con programas educativos que son mucho más eficaces que la violencia, pero también para combatir a los crímenes con víctima.

Por lo pronto el gobierno sigue celebrando los triunfos en su guerra. Son victorias válidas y legales, ya que los detenidos claramente tienen cuentas con la justicia. El problema es de estrategia. Este cúmulo de aprehensiones y muertes de capos no sirve para reducir el consumo de drogas.