Números, análisis, conclusiones

Las Fuerzas Armadas realizan al día mil 500 acciones de apoyo a labores de seguridad pública.

Javier Oliva Posada
Columnas
Poder Nacional 844
Foto: Cuarto Oscuro

De acuerdo con datos proporcionados por las secretarías de la Defensa Nacional y de Marina-Armada de México cada día se realizan mil 500 acciones de apoyo a labores de seguridad pública. Es decir, a la semana hay diez mil 500 eventos que el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada realizan para apoyar a las autoridades civiles y a petición de la sociedad, mediante operaciones para preservar y/o recuperar la paz pública.

Con una simple multiplicación se llega a la asombrosa cifra de tres millones 780 mil eventos en un solo año, en que los integrantes de las Fuerzas Armadas colaboran de forma decidida en tareas que en sentido estricto no les corresponden.

Pero si ellos nos las hacen, ¿quién entonces?

Es en este punto cuando la doctrina y educación castrense cobran sentido y valor para fortalecer a la democracia y, por ende, a las libertades ciudadanas.

No hay duda de que en varias partes del país se ha instalado lo que se denominó como la “dictadura del crimen organizado”: represión sobre medios de comunicación, restricciones a la libertad de tránsito y de manifestación, eliminación selectiva de activistas sociales, condicionamiento a las actividades administrativas y de gobierno... En resumen, una expresión muy cercana a la tiranía.

Y es con ese grave y muy peligroso ambiente que los militares de nuestro país deben lidiar; y no en las mejores condiciones: sin los debidos apoyos legales, políticos, mediáticos, diplomáticos, presupuestales y judiciales, atienden a las instrucciones de la autoridad federal y a las peticiones de autoridades locales, pero sobre todo de la sociedad, para contener y someter a la criminalidad en sus muy diversas expresiones.

Compromisos

La cuestión, entonces, se encuentra en la inexplicable situación de inmovilismo del poder civil para recorrer el trecho que le corresponde en esta grave y prolongada coyuntura de deterioro en el ánimo de la población en general.

Los hechos recientes en El Palmarito, Puebla, son una muy triste y a la vez preocupante forma de revelar que los sistemas sociales se adaptan/acomodan a convivir con alguna expresión del crimen organizado en determinadas circunstancias. Mucho se ha escrito sobre la evidente e indispensable complicidad de autoridades locales e integrantes de la empresa paraestatal Pemex. También ha habido múltiples comentarios respecto de la participación de la población en ese y otros lugares. Pero de lo que se ha dicho muy poco es del inocultable compromiso de las Fuerzas Armadas para incluso en las peores condiciones atender una verdadera emergencia de seguridad nacional.

Es inexplicable que en cuanto a defender los intereses de la nación se trata, haya personajes que intenten posicionarse en un sentido u otro para ganar notoriedad. Debe quedarnos muy claro: si persistimos en condicionar nuestro decidido apoyo —más allá de los lindos discursos o de críticas ignorantes o de mala fe— a las Fuerzas Armadas de México, todos vamos a perder. Como recurso institucional y factor de cohesión, el instituto armado de forma cotidiana da muestras fehacientes de lealtad institucional y vocación de servicio. Me pregunto: ¿cuántas más instituciones tenemos como esa? Sin duda, pocas.

Y en ese mismo sentido parece que el tiempo se agota; que la disponibilidad de los recursos, siempre finitos, toca la puerta. Ni siquiera es sano pensar en el agravamiento de lo que hoy vivimos.

La sobrecarga a las Fuerzas Armadas debe ser una prioridad en la agenda nacional. Nuestros soldados y marinos continuarán ofrendado su vida, sacrificando a sus familias. ¿Y nosotros, cómo les correspondemos?