EL ARREPENTIMIENTO TAMBIÉN ES DEMOCRACIA

El 19 de junio iniciaron las negociaciones para que el Reino Unido deje la Unión Europea

Javier Oliva Posada
Columnas
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Foto: Facebook

El pasado 19 de junio iniciaron de manera formal las negociaciones para que el Reino Unido abandone la Unión Europea. Como resultado del referéndum del 23 de junio de 2016, donde por estrecho margen para una decisión tan importante —53 votos a favor y 43 en contra—, comienzan a perfilarse los muy dudosos beneficios para la sociedad y sí en cambio se conocen con adelantada certeza las consecuencias negativas.

Sobre ese mismo asunto John Carlin, destacado escritor británico, publicó el lunes 26 de junio en el diario El País a propósito de los efectos que puede tener en el nuevo y frágil gobierno de Theresa May, sobre todo después de haber pactado su viabilidad como primera ministra con los ultraconservadores del Partido Unionista de Irlanda del Norte.

Las condiciones para que los diez votos con los que cuenta ese partido en el nuevo Parlamento se sumen a las decisiones fundamentales en la negociación del Brexit tendrán, ni por qué dudarlo, un alto costo de legitimidad para los mismos integrantes del Partido Conservador y su líder.

Alimentada la especulación de un hipotético segundo referéndum en este caso revocatorio, debido a los resultados de las elecciones generales anticipadas del 8 de junio y que anularon cualquier posibilidad de una negociación de fuerza por parte del Reino Unido con las estructuras de gobierno de la Unión Europea, es que algunos analistas locales e internacionales comienzan a darle vuelta. Sin embargo, no será una cuestión fácil ni siquiera de plantear.

Polémica

Esto debido a que se asume que una decisión democrática, así sea por un voto, tiene un claro mandato de la voluntad de la mayoría. Pero esto nos conduce a la interesante y profunda polémica de que una decisión democrática no siempre es la mejor. Puede ser sí la de mayor legitimidad, pero su oportunidad, lógica, y efectos a corto y largo plazo es muy difícil que la gran mayoría de los electores británicos o de cualquier parte del mundo los tengan en consideración al momento de emitir su parecer en un referéndum o en un plebiscito.

Ahora mismo tenemos noticias respecto de los muy bajos índices de aceptación del presidente de Estados Unidos. Desde luego que el referéndum británico de junio del año pasado y las elecciones presidenciales en aquel país son procesos políticos muy diferentes, pero ejemplifican con toda claridad la condición de cierto arrepentimiento o al menos del reconocimiento de un error al momento de acudir a la casilla.

La figura de la revocación de mandato o bien la de corregir la decisión popular manifestada en un referéndum tiene pocos antecedentes teóricos y prácticos. Y es del todo explicable, ya que en sentido estricto acudir a emitir un sufragio es una decisión personal, en donde se cristaliza lo que se conoce como un ciudadano consciente de su función política. De esa manera, adentrarse a las posibilidades para la modificación de un resultado producto de las urnas puede resultar polémico, pero a la vez muy ilustrativo respecto de que en ocasiones las decisiones democráticas no son las mejores.