Elecciones judicializadas

Lo peor de todo es que tanto los perdedores como los ganadores sí saben si fueron derrotados o no. 

Sergio Sarmiento
Columnas
INE elecciones
Foto: NTX

En otros países se decide una elección el mismo día en que esta tiene lugar. El pasado 7 de mayo, por ejemplo, hubo elecciones presidenciales en Francia. Poco después de que cerraron las casillas y las encuestas de salida dieron a conocer sus resultados, Emmanuel Macron fue reconocido como ganador por los medios, por la población y por su rival en la segunda vuelta. Aún no se había recibido la mayor parte de los resultados de las casillas. Una semana después, el 14 de mayo, Macron ya rendía protesta como presidente de Francia.

En México, en contraste, las elecciones nunca terminan. El 4 de junio tuvimos comicios en cuatro estados y hasta la fecha no han concluido los procesos. Este 14 de julio el pleno del Consejo General del Instituto Nacional Electoral tuvo una sesión en la que se revisaron los dictámenes de la Unidad de Fiscalización sobre el gasto de campaña. El resultado en Coahuila es el más cuestionado, ya que la Unidad de Fiscalización dictaminó que las dos principales coaliciones, la del PRI (declarada ganadora) y la del PAN, rebasaron los topes de campaña.

La decisión del INE, sin embargo, no es el fin de esta larga historia. Los expedientes de cada uno de los casos, con todo y las determinaciones del Consejo General, pasan ahora a los tribunales.

En primer lugar, los casos serán remitidos a los tribunales electorales estatales. Por lo menos Coahuila y el Estado de México serán impugnados, aunque no sorprendería que todas las elecciones lo fueran. El sistema está hecho para promover las impugnaciones. El que impugna, el derrotado, no tiene nada que perder, pero sí todo por ganar, ya que los tribunales pueden anular la elección o sancionar al partido o candidato ganador. No es inusitado que no veamos el resultado de la elección sino hasta las vísperas de la toma de posesión del nuevo gobierno.

Desconfianza

Hay quien dice que este prolongado proceso es producto de las fallas de nuestro sistema electoral. Afirman que en México hay más trampas y corrupción. Pero cuando vemos los procesos electorales de otros países nos damos cuenta de que hay problemas en todos. La gran diferencia es la confianza.

Donald Trump afirmó en su momento que no reconocería los resultados de la elección en Estados Unidos si perdía. Pero como ganó, si bien perdió el voto popular, al final no cuestionó el sistema, aunque dijo, sin pruebas, que millones de inmigrantes votaron ilegalmente por su rival demócrata.

En México todos los políticos son Donald Trump: todos cuestionan los resultados electorales, excepto los que ganan. No hay elección en nuestro país cuyo resultado no sea protestado por los perdedores.

Esta falta de ética es la característica más importante de nuestro sistema político. Ha llevado a la creación de un proceso cada vez más complejo, en el que se restringen muchas prácticas que son comunes en otros países del mundo. El sistema ha llevado a la judicialización. No tenemos ganadores y perdedores al cierre de las urnas como en otros países. Solo tenemos a quienes recurren a los tribunales para vencer un supuesto fraude y a quienes dicen que defenderán su triunfo y la voluntad popular.

Lo peor de todo es que tanto los perdedores como los ganadores sí saben si fueron derrotados o no. Nuestro sistema es bastante sólido en este sentido. Las actas en manos de todos los partidos les permiten conocer el resultado con bastante rapidez. Pero una cosa es conocerlo y otra aceptarlo.