XXII no es mayor que XIII

Así que no hay que irse con la finta: el problema del PRI no es la democracia interna sino su programa de gobierno neoliberal impuesto

Carlos Ramírez
Columnas
Asamblea PRI
Foto: Cuarto Oscuro.

La rebelión —por llamarle de algún modo— de priistas de las infanterías con miras a su XXII Asamblea Nacional tiene un escenario muy claro: critican el dedazo que ya no les beneficia y se hacen los distraídos del enfoque neoliberal de la propuesta económica y de gobierno del partido.

Tampoco puede decirse que esos priistas finalmente recibieron la luz del conocimiento divino para enfrentarse al dedazo que fue el principio fundador del PRI en 1929, porque todos ellos iniciaron, desarrollaron y consolidaron carreras políticas que culminaron con gubernaturas de sus estados bajo el amparo del dedo glorioso que los escogió entre otros mortales: Ivonne Ortega, Ulises Ruiz, Encarnación Alfaro, Antonio González Curi y —por su cuenta, pero en el mismo escenario de distanciamiento— Manlio Fabio Beltrones.

Lo malo es que los rebeldes están equivocando el análisis: el PRI no ha perdido elecciones por haber escogido candidatos por dedazo, sino por haber seleccionado a priistas con pésimos antecedentes y sobre todo porque el PRI les dio a los candidatos la tarea de defender el modelo neoliberal de desarrollo que ha provocado pobreza y marginación, y los mexicanos afectados votan contra el PRI.

Así que no hay que irse con la finta: el problema del PRI no es la democracia interna sino su programa de gobierno neoliberal impuesto, con el apoyo de los priistas —hay que decirlo—, en marzo de 1987: Carlos Salinas de Gortari, el entonces secretario de Programación y Presupuesto, tapado-destapado de Miguel de la Madrid a la candidatura presidencial y arquitecto del cambio de paradigma ideológico en el PRI, operó la XIII Asamblea Nacional para sustituir los documentos históricos del PRI por el Plan Nacional de Desarrollo.

La XIII asamblea marcó lo que se consideró entonces la cuarta reforma del PRI, luego de su fundación como Partido Nacional Revolucionario, su cambio a Partido de la Revolución Mexicana y luego a Partido Revolucionario Institucional; cada etapa fijó su marco ideológico: el PNR del reparto del poder, el PRM del populismo cardenista y el PRI del institucionalismo alemanista, los tres en la lógica de la agenda de la Revolución Mexicana.

Modelo

El PRI neoliberal de Carlos Salinas se estableció en tres tiempos: el Plan Global de Desarrollo, que anunció el fin del ciclo de la Revolución Mexicana; la XIII asamblea del PRI para archivar los documentos básicos revolucionarios —referenciales, pero válidos—, y el discurso de Salinas de 1992 que excluyó del PRI el concepto de Revolución Mexicana.

Los priistas rebeldes de hoy reaparecen 23 años después de aquel reclamo de Luis Donaldo Colosio, el 6 de marzo de 1994: “No queremos candidatos que, al ser postulados, los primeros sorprendidos en conocer su supuesta militancia seamos los propios priistas”. Porque no todo había que entenderlo literalmente: hubo candidatos con militancia priista, pero beneficiados no por su carrera sino por cómplices del poder.

Si de verdad los priistas quisieran recuperar el partido que les fue secuestrado por los neoliberales salinistas en la XIII asamblea, entonces bien pudieran rebelarse en la XXII contra el modelo ideológico liberal que ha multiplicado los pobres y los ha hecho votar por el PAN, por el PRD y ahora por Morena.

Pero lo que andan buscando los priistas rebeldes es que el dedazo los beneficie de nueva cuenta a ellos.