Narco en la Ciudad

Cuando el jefe de Gobierno afirma que no hay “narcotráfico” en la ciudad suele añadir que la actividad que se registra es solo “narcomenudeo”. 

Sergio Sarmiento
Columnas
Miguel Ángel Mancera
Foto: NTX

Mucho nos han dicho que el tráfico de estupefacientes no ha alcanzado a la Ciudad de México. Esta afirmación se ha convertido en uno de los dogmas de fe del actual gobierno capitalino, que encabeza el doctor Miguel Ángel Mancera, quien llegó al cargo proveniente de la procuraduría local. La posición se ha visto fortalecida por la caída de la delincuencia general en la Ciudad de México en los últimos años, un periodo en el que por la guerra contra los enervantes han aumentado los delitos y la violencia en muchas otras ciudades.

El caso de El Ojos, Felipe de Jesús Pérez Luna, y del llamado Cártel de Tláhuac han puesto en entredicho la idea de que la capital de la República no ha sido penetrada por el narco. Este hombre encabezaba una organización de distribución de estupefacientes que opera principalmente en Tláhuac, pero que tiene presencia en buena parte del oriente de la zona metropolitana y controla el importante mercado de Ciudad Universitaria, el cual ha florecido al amparo de la forma en que se interpreta la autonomía universitaria.


Cuando el jefe de Gobierno afirma que no hay “narcotráfico” en la ciudad suele añadir que la actividad que se registra es solo “narcomenudeo”. Pero eso sería como decir que la capital de la República no tiene comercio solo porque este se concentra en el menudeo.

El tráfico y la venta de enervantes se comportan más o menos de la misma manera sin importar las cantidades de mercancía o el destino que esta tome. Las bandas que exportan estupefacientes cuidan sus mercados, incluso con violencia, al igual que los grupos que venden en mercados locales de menudeo. Trate usted de comercializar enervantes en Tepito y verá lo que le hacen los grupos que controlan el barrio bravo. Intente hacer lo mismo en Ciudad Universitaria y sufrirá las consecuencias. Los grupos delincuenciales protegen sus territorios.

Iluso

El rector de la UNAM, doctor Enrique Graue, declaró esta semana que la muerte de El Ojos y de algunos de sus colaboradores hará que “disminuya de forma significativa” la venta de enervantes en la casa de estudios.

Pero la experiencia nos dice otra cosa: la muerte o detención de los dirigentes de organizaciones de narcotráfico no significa que desaparezca la demanda o la provisión de estupefacientes sino que, por el contrario, suelen surgir conflictos entre distintos grupos que buscan ocupar el vacío que queda en el mercado. Esto lleva a una mayor competencia, a una mayor oferta del producto y eventualmente a una violencia creciente.

La Ciudad de México es el mayor mercado de estupefacientes en el país. Esto es producto de la dimensión de la urbe, pero también de que tiene una actitud moral más relajada que otros lugares de la República. Es verdad que en la ciudad no hay gran producción de enervantes, en parte porque no hay campos de cultivo, pero eso no significa que no haya venta, controles de logística y transacciones financieras.

Para el gobierno capitalino, sin embargo, es importante por razones políticas sostener que en la Ciudad de México no hay narcotráfico. Es una forma de decir que una administración pública con ánimo de hacer bien las cosas y honestidad puede quedar inmune a esta actividad.

La historia, sin embargo, nos dice otra cosa. La guerra contra las drogas ha generado un mercado negro en todo el país. Una parte se dedica a la exportación y otra al consumo interno. La violencia asociada es consecuencia de las dos actividades. Pretender que el mayor mercado de enervantes del país puede quedar exento de los males del narco por un acto mágico o político es simplemente iluso.