LA RETÓRICA BELICISTA

Las disputas entre EU y Corea del Norte se agravan

Javier Oliva Posada
Columnas
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Servicio Noticioso de Corea vía AP

Desde hace algunas semanas, de forma notable y peligrosa, han aumentado, al punto de la ruptura, las tensiones en la relación —por así llamarla— entre Estados Unidos y Corea del Norte: ambos países son hoy encabezados por líderes que basan su oratoria en inflamados discursos nacionalistas excluyentes, que les han llevado a un notable aislacionismo en el ámbito internacional.

Las disputas se agravan en la medida en que Norcorea insiste en destacar su real o ficticia capacidad de poseer armamento nuclear y enarbola ese riesgo como una amenaza a regímenes rivales.

Y frente al autoproclamado gobierno comunista norcoreano (cercano a una monarquía hereditaria), no muy alejada de aquella misma entronización, aparece en la Casa Blanca una familia sin nociones de política ni estrategia internacional.

Tenues, pero similitudes las hay.

Las posibilidades de una guerra entre ambas naciones, a pesar del nivel de las tensiones, resulta poco viable para todos. Pero principalmente para Corea del Norte: una mínima agresión real a Estados Unidos o a sus aliados en la región implicaría la desaparición del régimen dictatorial norcoreano. El efecto inmediato sería la migración masiva e incontenible hacia sus tres fronteras terrestres: por supuesto, Corea del Sur, la República Popular de China y Rusia. Las presiones humanitarias y demandas de servicios generarían un formidable desequilibrio, sin contar con el grave problema para crear las bases de un nuevo régimen que sustituya al monárquico comunista.

Pero para la Casa Blanca tampoco se trata de un simple y sencillo escenario de “pega y repliega”. Las tensiones lógicas desatadas con China y Rusia entrarían, al menos, en una severa fase de conflictos diplomáticos, comerciales y, en el último de los casos, militares.

Consecuencias

Sin embargo, un nuevo frente, en este caso amplio frente, podría afectar de manera profunda el precario equilibrio de la economía estadunidense y, por otra parte, también los equilibrios en Europa, sobre todo en la zona de guerra en la frontera de Ucrania y Rusia, que vería incrementada su intensidad y en consecuencia las tensiones con los países europeos integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Sin exagerar, las consecuencias serían mundiales.

Ambos líderes deben mantener una posición firme, pero no al borde de la ruptura porque en esa situación ya no hay margen para la negociación: la única opción es la agresión y el imprevisible conflicto.

Tanto Corea del Norte como Estados Unidos tienen mucho más que perder, que algo que ganar en esta escalada de sus discursos belicistas; comenzando, hacia el interior de sus respectivas sociedades, por una grave pérdida de credibilidad. No pocos son los medios de comunicación internacional, que señalan que las posturas son más resultado de una estrategia de distracción de problemas internos, que una verdadera disposición para agredir, responder e iniciar una guerra a gran escala.

Por si había dudas, ahora podemos constatar cómo a pesar de la tecnología y las facilidades que ofrecen los medios digitales de comunicación la palabra, el lenguaje, los argumentos, el tono e incluso la sintaxis siguen siendo los elementos principales para guiar las acciones de la política nacional e internacional. En todo el mundo y sin excepción. Por eso hay que tratar al lenguaje con cuidado. Acercarlo a la violencia solo genera la posibilidad de que la misma se manifieste.

Ojalá que los líderes de Corea del Norte y de Estados Unidos, junto con sus equipos de trabajo, se den cuenta a tiempo del peligro que implica el abuso del discurso belicista.