Estados Unidos y NAFTA

El problema, por supuesto, es el poder que tiene Estados Unidos por sus dimensiones económicas. 

Sergio Sarmiento
Columnas
Tratado de libre comercio
Foto: Stephen Mcsweeny

Los tiempos han cambiado. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue impulsado originalmente por los republicanos estadunidenses: Ronald Reagan soñó con un acuerdo de libre comercio de Alaska hasta la Patagonia y expresó con claridad en 1979 la competitividad que tendría un acuerdo de libre comercio de los tres países de Norteamérica.

México, en los tiempos de José López Portillo, rechazó de tajo la posibilidad de tener un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Para el entonces presidente un acuerdo comercial con la gran potencia del norte era impensable. También rechazó la posibilidad de que México ingresara al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), predecesor de la Organización Mundial de Comercio (OMC).


López Portillo estaba convencido de que México no necesitaba más que el petróleo para prosperar, por lo que no se requería buscar acuerdos comerciales con nadie.

Las circunstancias pronto cambiaron, sin embargo. La crisis económica de 1982 obligó a México a cambiar su filosofía ante el libre comercio. México ingresó al GATT en 1986, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, mientras que Carlos Salinas de Gortari le propuso a George Bush padre un tratado de libre comercio bilateral, al cual terminó por unirse Canadá, que ya tenía un acuerdo con Estados Unidos, para dar lugar al TLCAN.


Si bien Estados Unidos fue el país que originó la idea del acuerdo, hoy el deseo de destruirlo o limitarlo procede de un nuevo Washington, dominado por un presidente desinformado que, al contrario de Reagan, piensa que el libre comercio es dañino.

Al dar a conocer su posición inicial en la negociación que empezó en Washington este 16 de agosto, Robert Lighthizer, el representante comercial de la Unión Americana presentó un enfoque proteccionista. Afirmó que el TLCAN ha sido negativo y ha provocado la pérdida de millones de empleos en Estados Unidos, una afirmación que no coincide con lo que han encontrado la mayoría de los investigadores independientes.

Inquietudes

La renegociación del tratado ha empezado con un enfrentamiento en las posiciones ideológicas de los países que participan en el acuerdo. Estados Unidos ha pasado de ser el país liberal, defensor del libre comercio, al país conservador y proteccionista que México era en los tiempos de López Portillo. Canadá siempre ha defendido el libre comercio, lo cual quizás explica su prosperidad.

El problema, por supuesto, es el poder que tiene Estados Unidos por sus dimensiones económicas. Tanto para México como para Canadá el mercado estadunidense representa 80% de sus transacciones comerciales. Esto le dará a Washington un enorme poder para imponer decisiones a sus otros socios comerciales. Estados Unidos tiene en Norteamérica el papel que una empresa hegemónica posee en un mercado monopolizado.

La gran pregunta ahora es si Trump impondrá condiciones tan lesivas a un mercado abierto que obligará al rompimiento del TLCAN. Si es así, las consecuencias podrían ser muy negativas para todos. Estados Unidos podría perder muchos empleos, por ejemplo, en el sector agropecuario, que exporta grandes cantidades de productos a nuestro país, pero los mayores golpes serían para México y Canadá.

La renegociación apenas empieza. Pero inquieta que tenga lugar con un gobierno en Estados Unidos que ha abandonado la filosofía liberal de un Reagan para adoptar las posiciones proteccionistas de un López Portillo.