El pragmatismo del poder

El modelo de los gobiernos de coalición no ha hecho más que consolidar la ausencia de partidos

Carlos Ramírez
Columnas
Historias del Poder
Foto: Cuarto Oscuro.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional Electoral los nueve partidos políticos registrados suman entre todos una militancia de once millones de personas, apenas 13% de los mexicanos registrados en el padrón electoral. Este dato lleva a una referencia central: el fin de las ideologías y la conquista del poder por la vía del pragmatismo.

Por tanto, los partidos ya no son lo que dicen ser: el PRI ya no es el partido progresista de la Revolución Mexicana, el PAN es menos el partido de la derecha clerical, el PRD está lejos de una base cardenista y Morena es el movimiento dominado por un caudillo.

¿Por qué votan los ciudadanos? Por enojo, por el perfil del candidato, por quien les ofrezca más regalos o programas sociales, por quien garantice los programas existentes y, al final de cuentas, por quien les abone la continuidad del no-conflicto. Solo una parte menor lo hace por lo que representa en lo político el partido o el candidato.

El PRI ganó las elecciones porque daba a los electores la continuidad de las certidumbres, aun en etapas de crisis como 1976 y 1982. También porque valía más el conocido. O porque el enojo lo llevaba a las urnas. Y porque la oposición convocaba a la ruptura de las expectativas sin una alternancia de mejoramiento de largo plazo.

Al perder militancia activa los partidos también dejaron de preocuparse por una ideología cohesionadora interna; ahora solo tratan de hilvanar un discurso sin forma ni contenido, pero con el objetivo de presentar un espacio de coincidencia en un programa de propuestas-resultados cuantitativos. Ocurrió, inclusive, en 2000, cuando el panista Vicente Fox únicamente ofreció “sacar al PRI de Los Pinos a patadas”, sin proponer un programa coherente de gobierno.

Sopas

El pragmatismo ha facilitado las propuestas partidistas porque todos se centran en programas asistencialistas para los pobres que viven de ellos, en tanto que la clase media ilustrada ha querido imponer como banderas de campaña temas poco interesantes para las mayorías marginadas, como la corrupción. La inseguridad preocupa a los ciudadanos en tanto descontrol, pero en el fondo hay simpatía por gobiernos que reprimen a los delincuentes y no les respetan sus derechos humanos.

El modelo de los gobiernos de coalición no ha hecho más que consolidar la ausencia de partidos ideológicos o de proyectos históricos. Se trata de que gobiernos se unan por un programa pragmático de gobierno, con una lista de resultados. El pragmatismo sustituye las ideas y por tanto se olvida de las historias políticas e ideológicas de los partidos.

Si fuera por resultados el PRI desde cuando hubiera perdido definitivamente el poder. Al menos 60% de los electores de julio de 2018 nació entre 1982 y 2000, los años de las peores crisis económicas, políticas y sociales del PRI…, pero el PRI puede ganar las elecciones. Y no hay más que de dos sopas: o el PRI logra el control de electores para garantizar votos o los votantes no votan por la crisis sino por las expectativas. En 2015, 55% de los votantes de 18 a 35 años lo hicieron por el PRI y por el PAN, los dos partidos con resultados negativos al ejercer la Presidencia.

De ahí un primer corte de caja: ni el PRI perderá por negativos ni Morena ganará por el caudillo ni el PAN puede ganar-perder por conflictos. Triunfará el que ofrezca más beneficios a los electores… aunque al final no les cumpla.