Pablo y Diego: Cruce de caminos (II/II)

Demuestran su genialidad desde muy corta edad

Masha Zepeda
Columnas
Picasso & Rivera
Foto: Secretaría de Cultura

La historia del arte va de la mano con las anécdotas, notas biográficas, hechos históricos, coloquios no comprobados y suposiciones: esta manera de percibir el arte enriquece a los artistas, motiva a sus seguidores y el diálogo que se forma alrededor de ellos.

En mi opinión hacer una muestra dual de Picasso y Rivera es ya un logro que lleva al público a conectarlos en un contexto histórico que además fue clave en el devenir de nuestras vidas universalmente hablando, porque la influencia de París a finales del siglo XIX y principios del XX marcó hacia dónde iba el arte.

Y el hecho de que Rivera (cinco años más joven que Picasso, lo que los hace en realidad de la misma generación artísticamente hablando) haya estado ahí, que se frecuentaran y que fuera parte del movimiento cubista, hace que uno de nuestros más importantes artistas sea parte de la historia universal del arte, más allá del muralismo que en la muestra efectivamente relacionan con el Guernica de Picasso, obra que goza de las dimensiones de un mural que denuncia y cuenta de manera didáctica hechos históricos que de esta manera jamás se borrarán ni se olvidarán.

Excelencia

La selección de cada una de las piezas que participan en la muestra es realmente de excelencia: es un placer ver las obras tempranas de ambos, en las que demuestran su genialidad desde muy corta edad y es la primera manera de relacionarlos, porque no todos los artistas son genios desde la infancia ni se conservan sus obras.

El talento es una cualidad y la genialidad se da en un rango de excepcionalidades: Diego Rivera la tenía, al igual que Pablo Picasso.

La reunión de estos dos grandes —con buenas y malas características personales, a la par de excelencia pictórica— es un guiño difícil de encontrar, pero tan fácil de disfrutar.