Maestros de guarderías regresan a sus labores

Protegieron la integridad  la vida de cientos de niños

Redacción
Política
Maestros guarderías
Foto: Notimex

A poco más de dos semanas del sismo de 7.1 grados que sacudió a entidades del centro del país, héroes sin capa regresan a sus actividades, personas que pensaron en la vida de otros, antes que la de ellos, e incluso que la de sus familias.

Aunque son muchos los que están en esa condición, se trata ahora de maestros que protegieron la integridad y vida de cientos de niños y jóvenes en planteles educativos, sobre todo de preescolar, a quienes cantaron, abrazaron y cuidaron para que el movimiento telúrico no alcanzara a dañarlos.

Los profesores poco a poco regresan a las aulas tratando de olvidar lo ocurrido y dar seguridad a “sus niños”, que saben que ante estas situaciones son los más indefensos.

“Soy maestra en una guardería privada de la colonia Roma. El día 19 de septiembre era un día como otro, mis niños y yo estuvimos trabajando en nuestras actividades correspondientes. A las 11:00 horas participamos en el simulacro que casualmente fue en el patio, y digo casualmente porque ahí fue donde nos tocó el temblor”, recuerda Brenda.

En entrevista, señala que pasadas las 13:00 horas estaban en el recreo, algunos con pelotas, otros divirtiéndose con ella, pero al escuchar la campana de la escuela, los niños se colocaron en la zona segura como lo habían practicado horas antes.

“En ese momento sólo vi sus caritas, no sabían qué pasaba, sólo nos veían con cara de ‘confiamos en ustedes’. El edificio de al lado comenzó a pegar en la guardería, lo que provocó que se empezara a caer el repellado y se nos vino encima”, comenta la maestra.

En ese momento sólo pensó en proteger la vida de 14 niños a su cargo, cubriéndolos, recibiendo golpes que la lastimaron, pero más aún, con la angustia de no tener el poder de cargar a los pequeños de entre dos y tres años de edad que confiaban en ella.

Relata que los gritos y preocupación de las demás maestras comenzaron a hacerse presentes, y los niños inquietos y llorando, por lo que no tenía otra opción que olvidarse de que una familia la esperaba en casa, porque esos 14 niños eran su responsabilidad y había que tranquilizarlos.

“Puse a todos los pequeños en un espacio y comenzaron a llorar, les decía que no pasaba nada, aunque la verdad no sabía si era cierto. Al ver sus caritas llenas de polvo pensé en los papás, no quería que los vieran así, así que regresé al salón por toallitas y los limpié”, señala.