La Guerra de la Información

El mayor reto de nuestra era: proteger los fundamentos informativos de la democracia.

Lucy Bravo
Columnas
Nuevo campo de batallas
Dotshock

El pasado martes los ejecutivos de Facebook, Google y Twitter reconocieron públicamente ante el Comité de Inteligencia del Senado estadunidense su papel en los esfuerzos de Rusia para influenciar la campaña presidencial de 2016, pero realmente ofrecieron muy pocas soluciones para evitar que suceda de nuevo.

Su renuencia a proteger a los ciudadanos norteamericanos de los poderes extranjeros demuestra que internet, lejos de transparentar y enriquecer el diálogo político, lo ha empantanado.

La audiencia expuso una problemática mucho más profunda para estas empresas, las cuales deben transitar una delgada línea entre el avance tecnológico y la lucha contra el discurso de odio, la violencia y la desinformación en sus plataformas.

Y no es tarea menor ya que miles de agentes rusos diseminaron mensajes a más de 126 millones de usuarios en Facebook, publicaron más de 131 mil mensajes en Twitter y subieron más de mil videos al servicio de YouTube a lo largo de la contienda electoral.

Un día después de que la investigación criminal del abogado especial Robert Mueller reveló sus primeras acusaciones sobre la injerencia rusa los gigantes tecnológicos se enfrentaron a lo que podría ser el mayor reto de nuestra era: proteger los fundamentos informativos de la democracia. Tras la victoria de Donald Trump estos principios se han erosionado y nadie parece saber exactamente cómo revertirlo.

Respuestas

Las características únicas de internet permiten que los intereses o autores detrás del contenido político a menudo no sean reconocibles, mientras que los medios tradicionales como televisión, radio y prensa escrita están sujetos a cada vez más escrutinio, tanto económico como social. Las revelaciones de los intentos rusos de sembrar división en la sociedad, incluso después de las elecciones, resaltan el poder de las cuentas, páginas y noticias falsas para impulsar un debate de manera aparentemente orgánica.

Las operaciones de desinformación no son nuevas, ni únicamente rusas. Tampoco son una táctica exclusiva para países con cierto nivel de desarrollo. Por el contrario, han sido parte de las estrategias geopolíticas durante décadas. Pero lo que hace que su uso hoy sea diferente es la tecnología. Los avances recientes, especialmente a través de internet, ampliaron drásticamente el alcance de esta guerra de la información creando un campo de batalla nuevo donde Rusia ha tomado la delantera.

Los testimonios recientes ante el Congreso sobre la intromisión rusa en las elecciones de EU, junto con las revelaciones de las sofisticadas redes de noticias “falsas” y los esfuerzos de propaganda orquestados desde Moscú, se adaptan perfectamente a la estrategia del Kremlin para desestabilizar las instituciones de Occidente por todos los frentes posibles. No es casualidad que después de que Paul Manafort se hiciera cargo de la campaña de Trump, el republicano comenzó a repetir líneas de comunicación rusas sobre la OTAN, la ONU y Ucrania.

La verdadera incógnita es saber cómo responderá Occidente. Hasta ahora solo se han planteado soluciones parciales que incluso podrían ir contra los derechos fundamentales que constituyen nuestras democracias. Lo único certero es que Rusia no abandonará las tácticas que han demostrado ser tan efectivas en la sutil guerra que libra contra el sistema internacional. Ya existe evidencia de que el Kremlin también empleó dicha estrategia en las elecciones de Francia, Alemania y Países Bajos, entre otros.

Mientras tanto ya se avecinan los procesos electorales de 2018, tanto en México como en Estados Unidos.