La Seguridad Nacional En La Democracia

“Estas reflexiones se encuentran animadas por la múltiple cita electoral que tendremos en México el próximo año”. 

Javier Oliva Posada
Columnas
Escenario de prevención.
J. García

De las muchas acepciones y aplicaciones que existen de la seguridad nacional hay una muy pertinente y útil para una situación como la que vivimos en México: esta se refiere a señalar que se trata de una condición que procura la paz y el desarrollo, visión muy difundida en el ámbito educativo militar de nuestro país.

Ambos términos en la práctica cotidiana del gobierno y de la sociedad en sus actividades diarias se incluyen y apoyan. Es decir: sin paz no hay desarrollo y sin este, a su vez, tampoco hay paz.

Para que el desarrollo y la paz, o la paz y el desarrollo persistan la democracia cumple el papel de equilibrador para evitar desperfectos como la concentración de la riqueza, la corrupción, la impunidad, salarios mal remunerados, baja calidad de los servicios públicos y, en general, todo aquello que no funcione de manera apropiada y que es responsabilidad directa del Estado.

La entrada y salida de partidos políticos, líderes y funcionarios es parte natural e inmanente de la democracia, y ante un buen desempeño gubernamental, en general, la población atiende con su voto la petición de la continuidad.

La seguridad nacional es por naturaleza preventiva. Es decir, dentro de sus principales misiones se encuentra en un lugar pre- ponderante que la paz y el desarrollo persistan en sus notables apor- taciones para hacer de la democracia la mejor y única forma de dirimir las naturales controversias que genera la competencia legal por el poder. Ante la alteración grave y continuada de la paz, como sucede en varias partes de nuestro país, el desarrollo se ve de inme- diato afectado y a su vez también las condiciones para la expresión de la democracia.

Bases

Estas reflexiones se encuentran animadas por la múltiple cita electoral que tendremos en México el próximo año. Es innegable que acudiremos a las urnas, al menos en varias partes del país, en situación de una paz precaria con afectaciones incuestionables al desarrollo. Sea por repliegue de inversiones, desplazamientos forzados o empobrecimiento generalizado de algunos poblados, lo cierto es que la democracia y las ofertas en materia de seguridad pública que puedan hacer los miles de candidatos contendientes deberán cuidarse de no lanzar ocurrencias, expresar planteamientos intempestivos ni mucho menos abonar el camino de las improvisaciones.

Aunque sea una reiteración vale la pena reflexionar en que la seguridad nacional al verse afectada de fondo por un antagonismo que de origen no debiera ser una prioridad, es decir: la actividad criminal, nos conduce de forma directa al cuestionamiento: ¿cómo fue posible que llegáramos hasta aquí?

A partir de responder esta pregunta es que las propuestas tienen que dirigirse a las causas y no solo a los efectos. Por supuesto que deben atenderse de manera simultánea causas y efectos, pero hasta el momento —y desde que comenzó este siglo— la prioridad absoluta ha sido atacar las evidencias, es decir, mediante la fuerza.

Si las bases de la seguridad nacional se encuentran en la prevención de aquellos antagonismos que pueden alterar la paz y el desarrollo del país, la democracia como procedimiento es en consecuencia la manera de atender de forma eficaz y oportuna las causas que pueden afectar de manera negativa, incluso, la representación y distribución institucional del poder político. En un escenario diferente al aquí planteado nadie gana y el país pierde.