Pólvora Mojada

Hay una serie de compromisos ineludibles, como los 430 mil millones que reclama el servicio de la deuda.

Alberto Barranco
Columnas
Recursos 2018
S. Hayashi

Aprobado por mayoría aplastante al sonido de las batucadas por haber estirado la cobija para fijar una partida de 40 mil millones de pesos con mira hacia la reconstrucción de los daños que provocaron los temblores de septiembre el presupuesto para gasto del año próximo vuelve a convocar a la mediocridad.

Concentrados los recursos de inversión en el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, alguna obra hídrica, algunas carreteras y diversos programas de mantenimiento, parece misión imposible que se convoque al crecimiento.

Durante décadas el ejercicio de asignación de contratos de obra pública le abría la puerta a la fiesta. Los recursos privados corrían a la par de los públicos.

Para 2018 se castiga, por ejemplo, al sector energético, ubicado como el de mayor dinamismo en la coyuntura actual. No es solo Pemex sino la Secreta- ría de Energía, la Comisión Nacional de Hidrocarburos y la Comisión Reguladora de Energía los que tendrán una reducción drástica en sus partidas, de suyo disminuidas año con año.

El promedio de reducción es de 2.6 y 2.36%... por más que la Secretaría de Hacienda había previsto una caída de 20 por ciento.

En contraste, a la vera de un año electoral se incrementan los presupuestos para desarrollo social, educación y salud.

El escenario, naturalmente, refuerza las predicciones de una mayor desaceleración de la economía. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, esta crecerá en 2018 apenas 1.9%, frente a 2.1% que se espera al cierre del año.

Y aunque la mayoría de los técnicos culpan a la incertidumbre de la reversa, colocando en la canasta lo incierto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; el proceso electoral para Presidente de la República y Congreso, además de la volatilidad en lo general de los mercados globales, lo cierto es que no hay amarres internos.

Indisciplina

El gasto se estira artificialmente en la Cámara de Diputados vía variables inciertas como un mayor costo de la mezcla mexicana de petróleo en los mercados y una menor cotización del peso frente al dólar.

Y aunque gravitan sobre el presupuesto una serie de compromisos ineludibles, digamos los 430 mil millones que reclama el servicio de una pesada deuda del gobierno cuyo nivel alcanza 48% del Producto Interno Bruto, el abono anual de los rescates bancario y carretero, los picos para paliar los boquetes en materia de reservas para enfrentar jubilaciones y pensiones de servidores públicos, tampoco hay mayor esfuerzo para racionalizar el recurso restante.

El aparato público se lleva más de la tercera parte del presupuesto sin haber hasta hoy implementado un programa serio en materia de austeridad.

La disciplina fiscal, de cara al sobrendeudamiento alcanzado, es letra muerta.

Los señores legisladores siguen despachándose con la cuchara grande en materia de bonos, el último, según, “de marcha”.

Del otro lado de la moneda tampoco está libre la vía para el gasto privado. Falta una Ley de Mejora Regulatoria, ya que la posibilidad de ubicar nuevos negocios sigue siendo una carrera de obstáculos.

El gobierno gasta miles de millones en materia de seguridad sin que la percepción ciudadana con- sidere que el clima de terror se ha mejorado.