Raúl Contreras moderniza a la facultad de derecho de la UNAM

La institución publica la Enciclopedia jurídica, magna obra en 17 tomos.

Hector González
Todo menos politica
Raúl Contreras
Foto: Concepción Morales

Actualmente hay 14 mil 200 alumnos inscritos a la Facultad de Derecho de la UNAM. El espacio se considera desde hace varias décadas el número uno en su especialidad dentro de Latinoamérica: a dos años de asumir como director del centro de estudios, el doctor Raúl Contreras preserva la tarea de mantener a la institución como punta de lanza a nivel iberoamericano.

Para ello impulsa un plan de estudios acorde a las exigencias de la época. Reconoce que la enseñanza del Derecho ha cambiado como nunca durante los últimos años y es por ello que la institución necesita trabajar constantemente.

“Muchos de nuestros estudiantes consiguen vencer sus condiciones adversas de origen. Los muchachos que aquí terminan la licenciatura en Derecho no caen en el subempleo o desempleo. La Facultad de Derecho es un gran elevador social”, explica.

Uno de los mayores logros alcanzados hasta ahora por la gestión de Raúl Contreras es la publicación de la Enciclopedia jurídica de la Facultad de Derecho-UNAM, ambicioso compendio en 17 volúmenes que sistematiza y actualiza el sistema pedagógico del conocimiento generado por la principal y más prestigiosa institución de la Máxima Casa de Estudios.


La magna obra será presentada por el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Luis María Aguilar, este lunes 26 de febrero a las 17:00 horas, dentro de las actividades de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.

—¿Cómo se ha conseguido hacer de la Facultad de Derecho un elevador social? ¿Por qué otras facultades no tienen este éxito ni este efecto multiplicador de impacto social?

—La UNAM tiene un gran prestigio. Somos herederos de un gran legado histórico. La facultad es producto de muchas generaciones de mexicanos juristas muy distinguidos. Además, trabajamos muy duro y en los dos últimos años los rankings internacionales nos ubican como la más importante de Latinoamérica y si me apuras de Iberoamérica, dado nuestro tamaño en comparación de las universidades españolas. Aquí no nos conformamos con formar licenciados en Derecho o abogados: aquí construimos juristas. Damos a nuestros estudiantes una visión muy equilibrada de Derecho público y privado. Tenemos alumnos que a lo mejor se dedican a ser actuarios en un juzgado y otros que pueden llegar a ser presidentes de la Suprema Corte, como el ministro Luis María Aguilar, quien es egresado de esta facultad; tenemos jóvenes que se dedican al servicio exterior, a cuestiones legislativas o administrativas. Preparamos juristas que pueden servirle al país en todas las actividades de orden público y privado.

—Dos años parece poco tiempo para todo lo que se ha logrado: el plan de estudios, profesionalización, mayor capacitación, muchos cursos para los alumnos… ¿Cómo se han conseguido?

—La Facultad de Derecho es una comunidad muy fuerte. Necesitaba que llegara alguien a coordinar los trabajos con un poco de experiencia y mucho entusiasmo. Los profesores y el Consejo Técnico han aprobado todas las reformas. Trabajamos en un nuevo plan de estudios porque el Derecho ha cambiado mucho. Ahora tenemos que educar a los muchachos en la oralidad y seguirlos preparando para la práctica escrita; en la constitucionalidad y en la convencionalidad, porque hace diez años los tratados internacionales no tenían la importancia que tienen hoy. En ámbitos vinculados con el Derecho romano-germánico-clásico hay que actualizar conocimiento. Tratamos de aprovechar el avance de las comunicaciones y la información. En los últimos cinco años de esta administración es cuando ha tenido más cambios la Constitución. Nuestros profesores, que están muy conectados con la realidad social, simplemente han reconocido las necesidades, pero es la comunidad la que ha impulsado el cambio.

—Pero no solamente en los aspectos técnicos del estudio sino que también he escuchado que hay una filosofía hacia los alumnos para que se vean como juristas: disciplina, estudio, lecturas, su misma vestimenta, el lenguaje. ¿Por qué este cambio?

—Yo les digo a los estudiantes que lamentablemente no hay ningún lugar donde contraten a un abogado sin corbata: es como decir que los médicos sin bata no pueden trabajar. Estimulamos mucho el sentido de pertenencia a la facultad. Invitamos al presidente de la Suprema Corte a que viniera a platicar con la última generación que entró para que les contara su historia. Les digo que están en una gran institución y si no son capaces de pensar en grande nunca lo van a ser. Les demostramos que los estudiantes de Derecho de todo el país estudian con los libros de texto que se escriben en esa facultad. Les reiteramos que es una suerte contar con los maestros que los escribieron; es una suerte estudiar en un campus que es Patrimonio de la Humanidad. Y estudian en una facultad que según los rankings es la mejor. Los invitamos a que tomen conciencia de dónde están y aprovechen la oportunidad.

Cultura de la legalidad

—La Facultad de Derecho es una de las más populosas y con mayor nivel de egresados. Somos un país de juristas y abogados, pero al mismo tiempo somos un país que desconfía de la ley. ¿Qué fomenta esta contradicción y cómo lo observa la facultad?

—Uno de los programas más intensos que pusimos en marcha se llama Cultura de la legalidad. Lo aplicamos dentro de la facultad y nos sometimos profesores y alumnos a ella. Los profesores no se pueden estacionar en los lugares de los discapacitados, no pueden fumar en el edificio, no pueden faltar ni mandar a los adjuntos o ser impuntuales. Tienen que cumplir con la norma porque aquí no nada más enseñamos leyes: también enseñamos a cumplirlas. Los alumnos hacen lo mismo. Si caminas por los pasillos verás que están totalmente limpios, no hay propaganda, el mobiliario se cuida y los baños funcionan bastante bien. Todo se trata de construir ciudadanía. Aquí les decimos: “Primero te vamos a enseñar a ser un buen ciudadano y luego un buen jurista”. Nos preocupa que en el país se han concedido demasiados permisos para dar la carrera de licenciatura en Derecho. Tenemos un reporte que enumera más de mil 700 instituciones privadas y públicas que la imparten; y desde luego que no todas tienen la misma calidad. Ahí tenemos un problema a revisar. A veces cuando se quiere colegiar a los abogados nosotros decimos que sí, pero en igualdad de condiciones. Por otro lado, tenemos que trabajar por que en el país se viva en un Estado de Derecho. Un Estado de Derecho es aquel donde gobernantes y gobernados se someten a la ley por igual. El problema no son los gobernados sino los gobernantes: ellos tienen que someterse al arbitrio de la ley. Los legisladores deben ser los primeros en cumplir la ley, las autoridades deben predicar con el ejemplo. Tenemos que hacer entender a nuestros alumnos que hay que construir ciudadanía vigilante, responsable y demandante, que obligue a los gobernantes a someterse al árbitro de la Constitución y la ley.

—Hace unos días celebramos el aniversario 101 de nuestra Constitución y seguimos con la discusión de si es necesario renovarla, cambiarla; incluso se habla de una Constitución moral. ¿Qué es una Constitución? ¿La que tenemos actualmente es la mejor?

—La Constitución tiene muchos enfoques. Es la ley más importante del país. La suma de los factores reales de poder, decía La Salle. Es un pacto o contrato social donde gobernantes y gobernados aceptan someterse a la ley. Antes las leyes las dictaba el gobierno para someter a los súbditos pero el gobierno no se autocontrolaba. Desde que hay constituciones la mayoría de los artículos están diseñados para someter a los gobernantes. Yo le tengo un gran respeto a la Constitución. En términos republicanos es la segunda más antigua en el mundo, después de la estadunidense, lo que demuestra que no es tan mala como dicen otros. Además, ha garantizado una transición y una evolución del país en relativa paz y tranquilidad. A veces la criticamos con razón, pero te doy un dato: de 1934 para acá todos los presidentes han terminado los seis años de su mandato y han entregado el poder en condiciones de normalidad democrática. Ningún país en América puede presumir esto. Desde ese punto de vista ha sido un garante. Sin duda la Constitución tiene muchos defectos pero son razón de la evolución democrática. La crisis de los partidos políticos hoy sí tiene que ver en las reformas constitucionales: como la desconfianza es lo que caracteriza las relaciones entre ellos, todo lo quieren llevar a la Constitución. El problema en esta época de partidocracia es que los mismos partidos se arrepienten de lo que reglamentan.

Como ejemplo, uno de los temas más importantes en las próximas elecciones, añade Contreras, “es el combate a la corrupción. Es un tema tan importante que ya no depende del titular del Poder Ejecutivo y hoy, según la Constitución, el combate a la corrupción dependerá de dos cosas: de una Fiscalía General, un órgano constitucional autónomo e independiente de los tres poderes, por un lado; y, por otro, de un Sistema Nacional Anticorrupción. Pero los partidos políticos que lograron esta reforma no han hecho los nombramientos y ni las leyes reglamentarias. Han hecho once reformas al artículo 41, el vinculado con los procesos políticos electorales, y antes de que entren en vigor ya las están impugnando: cuestionan las precampañas o el silencio en este periodo, a pesar de que son quienes crearon esta norma. Y hay cosas sobre las que nosotros, desde la academia, tenemos que levantar la voz. Por ejemplo, a mí no me gusta el silencio que impide a los candidatos debatir entre ellos”.

Y puntualiza que “una cosa es que no puedan hacer propaganda, pero las campañas políticas son para contrastar ideas. ¿Por qué le quitan a la ciudadanía la posibilidad de oírlos tomar posiciones sobre los grandes problemas? Seguramente después de las elecciones hablarán de la necesidad de otra reforma electoral porque no les gustó cómo funcionó la elección”.

Enciclopedia

—La facultad entregará una obra magna y monumental: por primera vez aparece la Enciclopedia jurídica. Este es un esfuerzo extraordinario: cerrar una enciclopedia en dos años es casi imposible en términos editoriales, pero se logró. ¿Qué es la enciclopedia y cómo se consiguió terminarla?

—Nos asumimos como el faro en la enseñanza del Derecho en el país. Hicimos un libro de texto por cada una de las materias obligatorias, un libro muy didáctico y pedagógico. Hicimos una compilación en 17 tomos y se presentarán ante la comunidad jurídica nacional durante la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería: nos acompañará el presidente de la Suprema Corte, Luis María Aguilar. Es un esfuerzo de la Facultad de Derecho para cumplir con dos objetivos fundamentales que nos señala nuestra ley orgánica: generar conocimiento y difundirlo. Es nuestra aportación al resto de la comunidad para que los estudiantes tengan un instrumento pedagógico actualizado y moderno. Con esta obra contribuimos a que la cultura de la legalidad se haga realidad mediante la educación.

—¿Qué recoge esta enciclopedia? ¿Cuál es el contenido?

—Esencialmente es el desarrollo pedagógico de todas las materias que incluye la currícula para formar un abogado. Viene muy actualizada, con uso de elementos pedagógicos que no son característicos de la forma en que escribimos los abogados porque hacemos que los alumnos investiguen, les damos elementos para buscar otras fuentes y proponemos una actividad interactiva con los alumnos que consideramos puede ser muy atractiva.

—¿Quiénes conformaron el equipo de redactores y especialistas?

—Alrededor de 70 juristas, todos maestros de esta facultad y todos con un prestigio. Concurre lo mejor.

—¿Se tiene pensado hacer una versión digital?

—Editorial Porrúa la publicará en los dos formatos y se pueden comprar por separado o en conjunto.

—Tengo entendido que la facultad ofrece un servicio social sobre lo que es arbitraje y conciliación. ¿En qué consiste este proyecto?

—Es uno de los grandes cambios que pensamos imprimir al nuevo programa. Consultando con los ministros o jueces que vienen a menudo a la facultad nos dimos cuenta de que 65% de todos los procesos judiciales son confrontaciones entre amigos, familiares, ex socios, vecinos… Necesitamos cambiar la vocación de nuestros jóvenes. Vamos a formar abogados más conciliadores y mediadores. No litigantes ni pleitistas. Tenemos que trabajar para que el tejido social no se rompa. Lo mejor durante una controversia es que se solucione lo más rápido posible y no en condiciones de ganador y perdedor sino de ganar-ganar. Tenemos evidencia de que cuando se concilia a las partes confrontadas a veces vuelven a tener relación; en cambio, cuando se van a un litigio que dura muchos años todo mundo pierde: el Estado porque le cuestan mucho los juicios; quien gana no sabemos si recibe lo que esperaba después de tantos años de espera, y el perdedor queda resentido y gastado; es decir, dejamos a estos agentes sociales con diferendos que durarán siempre. Acabamos de crear una nueva especialidad en mediación y medios alternativos para la solución de controversias que nos está siendo solicitada por muchas instituciones como ejemplo y que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México ve con mucho interés.

Actualización

—Estamos en medio de una transformación del ejercicio del Derecho y de la impartición de justicia, por medio de la oralidad. ¿Cómo se alinea esta facultad para que las nuevas generaciones hagan esta transición más rápida?

—Ese es el reto. Todos los sistemas pedagógicos están por escrito y en el nuevo programa queremos que los profesores estimulen la oralidad. Vamos a proyectar materias por medio de laboratorios que estimulen esta práctica. Tenemos salas de juicios orales. Estamos haciendo que todos los muchachos participen en todos los concursos de oratoria nacionales y extranjeros para la presentación de casos. Hemos tenido que reaccionar muy rápido y nos cuesta trabajo en esta época en la que están acostumbrados a los gadgets, pero lo tenemos que hacer.

—Otra de las reformas exitosas de la facultad tiene que ver con exámenes y titulación. ¿Cómo se agiliza y qué facilidades se les dan a los alumnos?

—A los muchachos que trabajan les ayudamos a que tengan formas de titulación diversa, y a quienes estudian de tiempo completo y aspiran al posgrado los forzamos a que hagan tesis, porque a veces este es el único libro que escriben en la vida. Es decir, a quienes trabajan les damos facilidades para que se titulen con rapidez, pero también ponemos énfasis en que los muchachos aprendan a investigar para hacer una tesis y que la defiendan en un examen oral. Tenemos esta formación dual. Nunca había sido tan difícil enseñar Derecho, debido a los cambios que sufre la ciencia jurídica.

—Como universitario y director de la facultad más importante, ¿cómo ve el futuro de la UNAM?

—Soy muy optimista. La UNAM es uno de los grandes proyectos nacionales. Ha sido un gran catalizador social: 70% de los muchachos que vienen aquí proviene de situaciones económicas difíciles y tenemos la obligación de darles la mejor educación de manera casi gratuita, incluso mejor que una universidad privada, porque creemos que eso es lo que verdaderamente les dará igualdad y equidad para triunfar en la vida. La Universidad Nacional está muy comprometida con México y estamos formando profesionistas con una conciencia social de realmente servir a los mexicanos.