La libertad debe ser una condición humana profunda

“Es un error teorizar sobre “la mujer”: no es “la mujer”: somos “las mujeres””.

Martha Mejía
Todo menos politica
El ser humano siempre será libre.
CO

Para Rigoberta Menchú “los seres humanos tenemos toda la determinación de hacer lo que queremos” y en principio “podemos decidir todo lo que deseamos: podemos decidir si mentimos o si no mentimos, si nos vamos o si nos quedamos… Es decir, la libertad debe ser una condición humana profunda”.

Hoy en América Latina existen alrededor de 522 pueblos indígenas que van desde la Patagonia hasta el sur de México. De ellos surge una de las voces más emblemáticas y representativas: la de Rigoberta Menchú, una de los seis latinoamericanos que han recibido el Premio Nobel de la Paz, además de ser embajadora de buena voluntad por la UNESCO.


No obstante, para entender a la figura y el activismo que caracterizan la trayectoria de Menchú primero es necesario saber que nació en una familia humilde en Guatemala. Su infancia y su juventud estuvieron marcadas por la pobreza y la discriminación racial. Su madre pertenecía a una larga generación de parteras; su padre defendía el territorio indígena.

La madre de Rigoberta Menchú murió a manos de un grupo terrorista que trabajaba bajo las órdenes del Ejército guatemalteco para eliminar a los enemigos del gobierno. Su padre fue quemado durante la toma de la embajada de España en Guatemala, el 30 de enero de 1980.

Luego de las masacres que sufrieron su familia y su pueblo la hoy líder de la paz decidió tomar otra alternativa y en vez de unirse a la guerrilla —como hicieron dos de sus hermanas— inició una campaña pacífica para denunciar la violación de los derechos humanos de su gente. Esto la puso bajo los reflectores de los represores, por lo que decidió exiliarse en México, concretamente en Chiapas, donde en 1993 publicó su biografía, Soy Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, donde narra las tragedias de su familia y el resto de los indígenas en Guatemala.

Desde entonces, señala en entrevista con Vértigo, ha recorrido infinidad de tribunales, instituciones y escenarios para ser no protagonista de los indígenas “sino de lo que yo creo en beneficio de mi gente”.

Indica que hoy existen varios convenios internacionales sobre los derechos de los pueblos indígenas y “una primera meta es que los hermanos conozcan el Convenio 169, conozcan la declaración universal, conozcan los avances que se tiene para usar lo mejor a su servicio, ya que una sentencia dictada por un juez no es el final sino es el principio de una lucha”.

Construir

—¿Para usted qué significa la libertad?

—Pienso que los seres humanos tenemos toda la determinación de hacer lo que queremos, incluso desde que nacemos tenemos autodeterminación. Lo que pasa es que a veces dejamos que nos obliguen a hacer lo que no queremos. Pero en principio los seres humanos podemos decidir todo lo que queremos: podemos decidir si mentimos o si no mentimos, si nos vamos o si nos quedamos… Es decir, la libertad debe ser una condición humana profunda. Definitivamente, si hablamos de esquemas, de instituciones políticas, de pactos, vemos que van limitando al ser humano. Pero el ser humano siempre va a ser libre.

—¿Cómo defender la paz?

—Lo mejor que se puede hacer en el mundo es firmar acuerdos de paz porque es preferible una mesa de negociación que un combate en las armas. El combate es cruce de balas mientras que el diálogo y un proceso de paz son un acuerdo de personas. Y esa es una diferencia muy importante. Yo celebro que en cualquier nación se termine el clamor de las armas. También es importante saber que no basta con firmar acuerdos sino que estos tienen que convertirse en normas, en leyes, en vida normal, en política pública. Los acuerdos al final del día deben ser política pública en beneficio de los pueblos.

—¿Cómo defender la libertad de las mujeres?

—Cada persona, si sabe que tiene derechos, puede mejorar su condición de relacionarse con los demás, de mejorar su vida social. Es un error teorizar sobre “la mujer”: no es “la mujer”: somos “las mujeres”. Pertenecemos a distintas experiencias, culturas e identidades pero si queremos ejercer un liderazgo está en nuestras manos hacer una buena preparación de nuestro papel.

Menchú señala que muchas veces se habitúa a la mujer, se le condiciona, para creer que no tiene salida ante la injusticia y la inequidad, “pero creo que siempre hay una oportunidad de denunciar. Creo en la complementariedad, en la dualidad de hombres y mujeres, jóvenes y ancianos; es decir, nosotros tenemos que crear, construir, fomentar una interrelación de equidad étnica, equidad de género, equidad generacional, un modelo de sociedad donde todos seamos importantes y todos seamos parte”.

Indígenas

—¿Qué piensa de la participación de las comunidades indígenas en la democracia en México?

—En México hay como 18 millones 700 mil personas indígenas y una gran parte está muy cerca de las ciudades más grandes, en el Estado de México, en la Ciudad de México, en distintos lugares. Creo que los pueblos indígenas son muy diversos, tienen distintos caracteres y creatividades. Tal vez es necesario desarrollar la capacidad de ver cuáles son los éxitos de los indígenas en la dimensión económica, cultural, política, etcétera: sería un gran trabajo y creo que hay que hacerlo.

La también ganadora del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional apunta que no ve por qué los indígenas deban ser representados por una persona.

“Realmente valoro mucho lo que hago por la humanidad pero yo no represento a todos los indígenas: solamente quiero ser una protagonista de lo que creo y en beneficio de mi gente”.

En este sentido, indica, “también creo que hay una parte de promoción que se puede hacer sobre los convenios internacionales a favor de los pueblos indígenas y sobre los mismos derechos humanos”.

Finalmente expresa que en Mesoamérica, pero específicamente en Guatemala y México, se concentra la mayor cantidad de población indígena con idioma, arte, cultura y participación: “Esa parte es muy importante: que participen en el ejercicio democrático de las elecciones, por supuesto que sí, porque todos los ciudadanos tenemos derecho a participar en la elección popular”.

Rigoberta Menchú Tum nació el 9 de enero de 1959 en Uspantán, Guatemala. Es una líder indígena integrante del grupo maya quiché. Defensora de los derechos humanos, embajadora de buena voluntad de la UNESCO y ganadora del Premio Nobel de la Paz 1992 y el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 1998.