“Maquinarias de los poderes” de un México Subordinado

Redacción
Gente votando
Foto: NTX

Crónicas

“Maquinarias de los poderes” de un México Subordinado*

(1 de julio al 10 de agosto 2018)

Por Francisco Turón

ELECCIONES HISTÓRICAS

Una tarea periodística imprescindible fue vivir esta catarsis que se dio en un punto de quiebre en el proceso histórico de México a partir de una elección. Además de elegir presidente, los mexicanos votaron candidatos para gobernadores, un jefe de gobierno, alcaldes, concejales, regidores, juntas municipales, sindicaturas, senadores, y diputados locales y federales.

La lista nominal de electores fue de 89 millones de personas, el más alto de la historia. El gasto de esta elección fue de US $1,800 millones sin contar los recursos que realizaron con financiamiento privado los candidatos a la presidencia José Antonio Meade, postulado por la coalición Todos por México, formado por el gobernante Partido de la Revolución Institucional (PRI), junto con los partidos Nueva Alianza (Panal) y el Verde Ecologista de México (PVEM); Ricardo Anaya, de la coalición Por México al Frente, por los partidos de la Revolución Democrática (PRD), Movimiento Ciudadano (MC), y el Partido Acción Nacional (PAN); y Andrés Manuel López Obrador (AMLO) de la coalición Juntos Haremos Historia, formada por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) con los partidos del Trabajo (PT) y Encuentro Social (PES); así como también el presupuesto destinado al drama de los candidatos independientes Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, Margarita Zavala y Armando Ríos Píter.

Estas elecciones asimismo fueron gigantes por los 12 millones de jóvenes que el 1 de julio tuvieron opción de votar por primera vez y que sin lugar a dudas definieron el destino de la elección.

Recordemos que el trayecto político de nuestro país tiene su formalidad con el inicio de los partidos, cuando en el año de 1928, el presidente Plutarco Elías Calles funda el Partido Nacional Revolucionario (PNR) que dura hasta 1938, año en que el presidente Lázaro Cárdenas del Río decide crear el Partido de la Revolución Mexicana (PRM).

Es durante el régimen del presidente Miguel Alemán Valdés cuando, en el año de 1946, entra al escenario político nacional el Partido Revolucionario Institucional (PRI). La fundación del PAN, el 16 de septiembre de 1939, es fruto del esfuerzo de la sociedad civil, no del gobierno. Hasta antes de que viera la luz en 1929 el nacimiento del (PNR), el México posrevolucionario era dominado por caudillos como Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles.

En estos 90 años sometidos por estos gobiernos mucho es lo que ha acontecido en México. El PRI ha gobernado 72 años salvo dos sexenios. Nuestro país vivía momentos complejos por el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con el subcomandante Marcos al frente de los indígenas chiapanecos.

En 1994 ocupa la presidencia el priista Ernesto Zedillo Ponce de León, quien entrega el gobierno al PAN, y este lo mantiene de 2000 a 2012. El arribo de Enrique Peña Nieto (2012-2018) a la Presidencia de la República no fue casual, ni mucho menos el camino de la verdad y la luz, sino que forma parte del proyecto Atlacomulco, cuya renovada fuerza política pretende perdurar en el poder perennemente.

No obstante, eso no es posible al menos por el próximo sexenio (2018-2024) porque gobernará desde la “izquierda populista” el presidente electo de la República Mexicana Lic. Andrés Manuel López Obrador.

¿La hora de la izquierda?

Los siete magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) validaron el resultado de las elecciones y detallaron que declaran presidente al candidato electo AMLO de la coalición Juntos Haremos Historia, que obtuvo un total de 30 millones 110 mil 327 votos equivalente al 53.2% de la votación total emitida.

Y es que ante la kakistocracia (el gobierno de los peores) del PRI, o la plutocracia (gobierno en que el poder está en manos de los ricos) del PAN, no había a cuál irle. La pregunta que me hago es: ¿cómo le va a hacer el gobierno que entra para desarticular una maquinaria tan fatigada en su proceso?

Los peligros evidentes que a menudo se ignoran son en realidad los que van hundiendo más al país. Ese “rinoceronte gris” es que hay un agotamiento en los sistemas de explotación. No es solamente que se explota a la gente y a los individuos, o que se crean comunidades obligadas enteras que son atacadas con: las devaluaciones, la inflación, la crisis económica, la decadencia educativa, la falta de libertad de expresión, el narcotráfico, la violencia, la inseguridad, la corrupción, y todo lo que está sucediendo que conocemos y que está tan naturalizado en nuestra sociedad que pensamos que así debe ser el mundo.

¿Cómo romper el enviciamiento de esa “maquinaria de poderes”? Para dónde hablemos lo vimos muy claramente que, entre el PAN y el PRI, no había nada que decir y, sin embargo, era la misma gata parda, pero con una diferencia: el presidente Vicente Fox Quezada gobernó con un PAN “que sabía que no sabía”, y entonces contrató a personas que sabían más de lo que hablaban, de lo que apoyaban, de lo que aconsejaban.

En cambio el PRI, “siempre piensa que sabe”, que su saber es único, que su saber es eterno. Pero ya en la segunda vuelta del PAN, con el presidente Felipe Calderón Hinojosa, “ya pensaban que sabían” y empezaron a hacer exactamente lo mismo: la maquinaria del poder del PRI se vuelve a repetir exacta con el PAN, convirtiéndose así en el binomio PRIAN. Que ahora el gobierno de Morena pueda alternar con una nueva forma de ruptura y que haya un eje de competencia real relativa, no dual, creo que es fundamental.

Una cosa que hizo AMLO, y que muchos lo utilizan en su contra, pero yo lo veo interesante, es que él propone un sistema, no tanto de justicia, sino de eventos relacionales que permitan fluir un proyecto. Es por eso que puede agarrar chunga con diversas fuerzas políticas, porque de alguna manera lo que quiere es jugar con poderes sociales y ponerlos a competir. No necesariamente busca ser un hombre justo y bueno.

López Obrador no declara ser un justiciero, él abiertamente quiere hacer los pactos hasta con gente que está en el encierro. Lo que quiere es nivelar y compensar las fuerzas políticas manejadas desde otros lugares. ¿Qué va a pasar? Pues que como en cualquier sistema se va a enviciar, ya que hay una práctica naturalizada del pueblo mexicano, y de América Latina completa, de aceptar lo que llegue a gobernarlos y resignarse a bailar al son que les toquen.

No sabemos si en seis años vamos a estar gritando y bufando por este “populismo” que por alguna razón resulte mal habido o viceversa. Pero como dicen en el póker: “¡Pago por ver!” Porque no nos quedó de otra más que apostar por el beneficio de la duda.

Porque creer al PRIAN, como solución de discurso, no es que no podamos, sino que nos da una gran incuria hacerlo. Eso es lo que pasó, porque en realidad AMLO tuvo la ganancia de votos de manera natural por la fatiga y el hartazgo de una sociedad divorciada de la clase política.

Descaro de votación

Durante el periodo electoral todas las fuerzas políticas estaban en la burda búsqueda del beneficio. Competían intempestivamente por obtener una tajada del pastel. El sicótico de Anaya gritando: “¡Serán todos juzgados!” “¡Haré justicia encarcelando a los corruptos!” En el fondo esa cacería de brujas anunciada era un delirio.

Empezaba uno a pensar que algo anda mal: un pirrurris gritoncito que le hablaba al pueblo como si fueran sus criadas. Con su frasecita: “¡Lo dije muy claro y lo repito!”, en realidad le estaba diciendo en subtexto, “¡estúpido!”, al único interlocutor que tenía enfrente: al pueblo. Los que estaban esperando ansiosamente que “El Canayín” los gobernara, gozaban de cierta ventaja gracias a que el PRI sigue teniendo la infinidad de sus vicios como de costumbre, y ese componente creó la expectativa de que el PAN tuviera remotas posibilidades de ganar.

Pero en el momento en que Ricardo Anaya dijo que se aventaría a una cacería de brujas “contra todo aquel que descubrieran en actos de corrupción” (como si el panista vendiera piñas), y ese discurso con el que no se mordió la lengua fue a fin de cuentas una postura de partido con la que automáticamente se fue para abajo el blanquiazul en todos los estados por el factor: “miedo”.

Es claro que todos los políticos, gobernadores, alcaldes, presidentes municipales, diputados, senadores, altos funcionarios (a un nivel menor que la gran cancha centralista del gobierno federal de la aún primera fuerza política del país), tenían pánico que les abrieran las puertas para ver por dónde se fue todo el dinero que impunemente nos han robado.

Por supuesto que no quisieron a alguien que los amenazó desde el principio con la persecución. Esa amenaza de “cuidado conmigo” provocó la caída del PAN en muchos lugares estatales a nivel nacional.

Este espécimen de políticos nos lleva a crear los flujos para destrabar las “maquinarias del poder”. Es evidente que no va a desaparecer, de la noche a la mañana, la corrupción en México.

Lo que se necesitaría es algo ilusorio: que tuviera un flujo mucho más democrático en el que todos participaran con mayores derechos en la pleamar de una “corrupción más equitativa”. Ahí sería un asunto completamente distinto.

¿Cuántas generaciones llevamos aprendiendo desde que somos niños como valor de conciencia moral y social, el ver cómo tranzamos? “¡El que no tranza... no avanza!” La cultura del “moche”, del “deme para el chesco”, de “la mordida”, en el mínimo detalle, en la robada del dulce, enseñamos a un niño cómo se maneja el ser corrupto a un nivel de conciencia social.

Esto tiene que cambiar muy lentamente, y tendría que cambiar bajo otras circunstancias. Aquí lo que se necesita es fluir. Mucho más arrasante que en otras ocasiones que era ambigua la llegada del Peje, ahora contrastó con un descaro de votación, que aún con todos los sistemas que se pudieron crear en su contra, él logró avanzar y encontró la salida con una rotunda victoria que le dio una ventaja digna de distancia como presidente electo de México.

No es una extrañeza si uno ve los grandes golpes de Estado que se han dado en el momento de las elecciones presidenciales, que se pensara que estas elecciones pudieron haber llegado a un borde. Es cierto que hay mucho capital en juego girando para que eso pase.

De ahí que se crean fuerzas increíbles, levantamientos, grupos de choque, protestas, manifestaciones, disturbios, revueltas, saqueos, procesos armados obligados, campañas masivas de denigración, y todo lo que se puede inventar alguien que toma la decisión superior de que el Peje no llegara a gobernar.

Fue evidente en las urnas que los grupos externos, los convenios internacionales económicos, las numerosas fuerzas políticas y la mafia del poder, no pudieron contra la voluntad del pueblo.

Sin embargo, después del domingo 1 de julio todos tenemos algo del Peje adentro. Tuvimos la coquetería de decir: “¡No está mal que nos gobierne Morena!” Pero en realidad, no sabemos por dónde se va a ir la “izquierda populista”.

Todos queremos ver qué va a pasar porque es algo impredecible. Si platicas con el taxista, la mesera o el bolero, ya todos te dicen: “¿Venderá el avión presidencial?” “¿Siempre no se va a mudar a Los Pinos?” “¿Cancelará la obra del Nuevo Aeropuerto en Texcoco?” “¿Les rebajará los salarios a diputados, senadores, funcionarios de alto nivel y hasta su propio sueldo como presidente?” “Pues habría que ver, ¿no?” “¡En campaña dijo que no nos iba a fallar!” “¡AMLO es pueblo!” Y es que existe la percepción del que el Peje ha hecho a nuestro gusto pretensiones de clase con todo tipo de ridículo público, pero eso no es cierto, porque él tiene asombrosamente un manejo del lenguaje con determinados grupos populares a los que pertenece de alguna manera.

Uno ve las escenas en las que lo meten con un grupo de choque y el Peje y les llama la atención como lo hace una maestra de primaria: “¡Ya no je peleen muchachos!” Nos quedó tan claro que él tiene una comunicación que obviamente no tuvieron los demás candidatos contendientes al máximo cargo de elección popular.

Nosotros llevamos al Peje a ese lugar en la historia a pesar de que todos sabemos que en cualquier momento se le queda la mitad de la cabeza realmente como de pejelagarto, y que en cualquier momento nuestro próximo presidente se queda literalmente en “pausa”.

Si quitamos las pausas que hace el Peje durante un discurso de una hora, entonces nos daríamos cuenta que solo duraría unos diez minutos.

Yo sí voté por él, pero a uno le da pena ese tipo de situaciones en que, por ejemplo, AMLO está hablando a cámara en programas de televisión y se le desconecte el cable, y ahí dices: “¿Qué hacemos?” Cuando eso pasa, uno se desquicia, y en tal caso, pues mejor me voy a preparar algo de cenar en lo que se le pasa eso. Pero eso poco importa en el momento que la “maquinaria del poder” descubre a una potencia política que compitió y ganó las elecciones presidenciales. Por ejemplo, los bancos, que no son precisamente seres divinos que salvan almas, sino que más bien tienen que constituir una explotación, por lo que harán pactos con el nuevo grupo financiero del poder.

Dicho sea de paso, en México no hay un banco nacional. Pero lo que sí hay son intereses económicos muy poderosos del actual gobierno. Tan solo la empresa productiva del Estado Petróleos Mexicanos (Pemex) pierde 63,172 mdp en el segundo trimestre del año.

“La gallina de los huevos de oro se secó”. Pemex en 2017 habría significado un gasto adicional de más de 200 mil millones de pesos. Entre Pemex y la Compañía Federal de Electricidad (CFE) suman ya 191 mmp en pérdidas que se originaron a raíz de la depreciación del peso frente al dólar. Y estas pérdidas energéticas son fundamentales para la riqueza del país. Los neoliberales dejaron un país desecho.

La administración pública del presente gobierno financieramente nos conduce derechito a un fandango serio. ¿Qué cuentas del país entregará Peña Nieto al equipo de transición de AMLO?

El derecho a ser irresponsable

Ahora que existe la “esperanza” de ser políticamente libres, ¿qué hacemos? ¿Cómo deshacer la “máquina de sumisión” cuando ya está implementado como un espacio de la subjetividad o como un efecto colectivo de respuesta comunitaria? ¿Qué hacemos si no estamos sometidos? ¿A quién le pasamos esa responsabilidad que nos deja el no estar en estado de sumisión? Porque es muy fácil todas las mañanas salir y decir que ¡todo esto es una mierda!... porque tenemos unos dirigentes que no saben cómo manejar el país y que nos explotan.

Pero qué fácil es pasar a otro esa responsabilidad y no asumir la parte que nos corresponde como sociedad. Si fuéramos sujetos de mayor responsabilidad, claro que nos arriesgaríamos a una serie de cosas, pero por el momento es muy difícil cambiar la idiosincrasia de una sociedad en el proceso de responsabilidades y de sumisiones.

El pueblo mexicano ha logrado el derecho de ser irresponsable. La irresponsabilidad la vemos como un derecho que históricamente lo tenemos bien merecido.

El mexicano es un ser que desde que nace no se puede responsabilizar porque ha vivido tal cantidad de choques entre la “esperanza” y la sumisión, primero, de la Conquista de México que se refiere principalmente al sometimiento del Estado mexica logrado por Hernán Cortés en el nombre del rey Carlos I de España y a favor del imperio español, entre 1519 y 1521, hasta los que se quedaron en la etapa de la Colonia que culmina en 1810, con la firma del Tratado de Córdoba.

México con esto logra su independencia de España, que le había dominado durante casi 300 años. Luego viene la invasión del II Imperio en el que Maximiliano de Habsburgo y Carlota de Bélgica, fueron los emperadores que gobernaron México, entre 1864 y 1867, periodo breve y agitado por los choques entre la guerrilla republicana y los ejércitos imperiales y franceses, hasta que la invasión militar de Napoleón III a Maximiliano fue lo que marcó el fin del segundo imperio mexicano y el fusilamiento del monarca por parte de los liberales.

Mientras tanto prevalecía el dominio de la iglesia católica hasta que se promulgaron las Leyes de Reforma expedidas entre 1855 y 1863, durante los gobiernos de Juan Álvarez, Ignacio Comonfort y Benito Juárez. Luego durante la primera década del siglo XX estallaron varias crisis en diversas esferas de la vida nacional, que reflejaban el creciente descontento de algunos sectores con Porfirio Díaz, por ejercer el poder en el país de manera dictatorial desde 1867 hasta 1907. De ahí surge el conflicto armado que inició la maquinaria de la Revolución Mexicana en 1910.

Y todo esto junto logró que el mexicano no se hiciera responsable nunca. La irresponsabilidad la vemos como un derecho obtenido. La “maquinaria de subordinación” logró un pueblo con el derecho de no hacerse responsable nunca. La realidad es que no quieren que de ninguna manera les quiten esa libertad otorgada por la historia.

Subordinación geopolítica

“El miedo a la libertad es la esclavitud contemporánea”. Y si el sometimiento es la esclavitud contemporánea, entonces hay que considerar el fenómeno de la situación geográfica de México, la cual ha operado como un condicionante de la política exterior y una limitante a nuestra soberanía nacional de un sinfín de formas.

La célebre frase algunas veces atribuida a Porfirio Díaz y otras a Lerdo de Tejada o Lucas Alamán “pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, condensa con ironía la realidad geopolítica a la que México se ve expuesto al ser vecinos de la potencia mundial más rica y poderosa del planeta.

Valdría la pena hacer un inventario pormenorizado y objetivo de los efectos que a México le ha producido esa cercanía con el Tío Sam: la pérdida de más de la mitad del territorio original, una guerra abierta y declarada, varias intervenciones militares, “los tratados de Bucareli”, la constante interferencia en los asuntos políticos internos y la penetración económica a todos los niveles.

Los gobiernos mexicanos han sido subordinados porque han dependido, para su estabilidad, de la buena voluntad del coloso del mundo contemporáneo. ¿Cuál es la perspectiva de México en el nuevo orden mundial?

Geopolíticamente hablando, México es un espacio intermedio entre Norteamérica y América Latina. Ideológicamente ni somos Norteamérica ni Latinoamérica, sino el espacio intermedio que le resta del otro para el lado que lo cuentes. O es menos Norteamérica, o es más América Latina, pero nunca es algo definitivo.

Es un pedazo al norte del continente que socio-culturalmente es asociado a países emergentes o tercermundistas de Centro y Sudamérica. Y en ese espacio intermedio asimismo actúa el efecto del sometimiento como una libertad otorgada de no ser responsable de los actos. México es una zona de protección obligada por el espacio militar de observación del gobierno americano.

No obstante, hemos leído muchísimo de lo que está pasando en la franja fronteriza, que es aterrador. El nivel de violencia y brutalidad en México es cuasi inalcanzable.

Suceden diariamente crímenes que rayan en la locura y dejan sin explicación el grado de violencia que vivimos. La medición del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) respecto a los homicidios perpetrados a lo largo y ancho del territorio nacional, que literalmente es una necrópolis, arroja que el año pasado se registraron más de 31 mil personas asesinadas, lo cual resulta no solo impensable sino inaceptable. Recientemente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a través de su cuenta de Twitter exigió “la máxima seguridad fronteriza debido al aumento en el índice de homicidios con una tasa de asesinatos mexicanos que en 2017 aumentó del 27 al 31 por ciento”.

El gobierno mexicano reviró que la mencionada ola de violencia se debe a que cada año llegan a México 213,000 armas provenientes de Estados Unidos. Ambos gobiernos se echan la pelota para no responsabilizarse de la inseguridad en la franja fronteriza más peligrosa del continente.

Mientras tanto vivimos en un país donde prevalece el binomio de corrupción-impunidad, y por lo tanto cualquier cosa puede pasar. La vida en México tiene un precio bajo. Uno entiende que no hay la mínima relación de respeto al concepto de vida. Es una sociedad al límite realmente.

En muchas zonas de México pasan problemáticas muy serias, y seguirán pasando, no se van a detener. Las estadísticas solo tratan de demostrar cómo un país terriblemente melancólico es deshabitado del derecho en un Estado fallido.

El derecho a la sumisión

La “maquinaria de subordinación” es demoledora por el hecho de que lo que sostiene es que hay pueblos para los que conquistar su libertad fue el derecho a la sumisión, ¡y que no están dispuestos a perder ese derecho tan fácilmente! En México hay un grado de subordinación como derecho, así como también hay un grado de sumisión como derecho.

Ese sometimiento genera una gran posibilidad de que “las maquinarias de los poderes” sosegadamente maten públicos enteros, sin que haya levantamientos, porque no se llega nunca al límite en que la fuerza social se lanza a la violencia, precisamente por la propia sumisión. ¿Y por qué somos tan sometidos? Porque no es el sometimiento una pérdida, sino un derecho ganado. Es otra manera de pensarlo lo que permite que eso tenga un flujo.

Sin pretender agitar el extenso catálogo de atrocidades, se puede decir que nunca vi a la alta clase política, mucho menos a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, levantar la voz ni pronunciarse por nada: ni por los miles de feminicidios, los asesinatos de periodistas, la violencia, la corrupción, la impunidad, la Casa Blanca, el caso Odebrecht, la fallida guerra de Calderón contra el narco, la devaluación del peso frente al dólar, los gasolinazos, Atenco, Guardería ABC, Tlatlaya, ¡Ayotzinapa!, la Estafa Maestra, la lavandería de Anaya, los desvíos de Sedesol, los millones perdidos que enviaron del extranjero para apoyo a los damnificados del terremoto, y mil monstruosidades más, pero apenas les bajan el sueldo y ¡todos salen de sus coladeras chillando como ratas despavoridas!... La diputada local del PRI en Jalisco María del Refugio Ruiz Moreno, Cuquita, quien cínicamente aseguró en entrevista de un programa de radio local con la cadena DK que si le aplican la reducción salarial como legisladora tendrá que “recurrir a robar”.

Este mosaico de vergüenzas es para reflexionar que la justicia es un privilegio absoluto de la comunidad y que representa un patrimonio colectivo. Es cierto que desde el diseño original ha prevalecido un régimen de “impartición de justicia” como una dádiva que selectivamente da el control social a las “maquinarias de los poderes judiciales y legislativos”.

Tenemos que luchar por la justicia como gatos boca arriba para que la impotencia, y el estar abandonados, no se conviertan en factores detonantes del “poder del miedo”.

La estética de la infamia

El problema del proceso artístico es que está subordinado a un proyecto creado. Es la historia del poder vuelta una memoria gráfica estética. De alguna manera que nosotros hablemos algún idioma quiere decir que somos las huellas de un poder que impuso su forma de discurso. No solamente tenemos el derecho de la palabra, sino también la sumisión a la palabra.

Cada palabra que nos permite hablar para ser libres nos obliga a decir lo que se permite decir la palabra. El arte en la historia del hombre, para los que nos dedicamos a ella, es seductor el asunto de apreciarlo como el valor cultural que ha sido la forma agradable memorial de la historia de un poder, el campo del arte como tal.

Lo interesante del arte como proyecto contemporáneo es no ser una tabla salvadora de la infamia, sino una lógica relacional que permita a los sujetos transitar por diferentes niveles de ejecución del poder.

El arte como “maquinaria del poder” induce a un sujeto para entrar al arte profesionalmente pensando que era un lugar de libertad. Unos más lejos y otros más cerca, pero todos los artistas empezamos ahí.

Nos enseñaron en la escuela que los artistas están locos, que son libres de hacer lo que quieren; luego nos enseñaron que los artistas eran los únicos que habían tenido el derecho de hacer grandes movimientos y que desde el arte hablaban con el espíritu; que el arte era belleza, que el arte era sublimación, que el arte era subversivo, transgresor, rebeldía, pasión, magia, alegría; que el arte era la materialización del espíritu, un encuentro con Dios, una conexión más allá del Universo.

Algo de eso que nos contaron se nos pegó al grado de haber decidido tomar, cercana o lejanamente, una ruta de participación como profesionales de un campo artístico. Ya siendo profesionales de algún campo del arte como es ser promotor, educador, gestor, crítico, artista, o un sujeto dedicado a las políticas culturales, te das cuenta que entre todos creamos ese ámbito profesional y lo que realmente queremos es enfrentarlo quitando un poco las capas que produce este imaginario romántico.

No obstante, uno descubre que está al servicio de un poder de manipulación que es la historia del arte. Pero entonces descubriendo esa capa uno vuelve a tomar otro lugar de reflexión que no es convertirse en el heroico liberador, sino ser un sujeto que tiene la capacidad de intervenir en los espacios de poder mostrando esos flujos en beneficio de eso que podemos pensar como una cultura.

Lo único que hacemos es una gran investigación de estilo de vida. Nosotros descubrimos que si queremos ver piezas del arte bizantino, pues en realidad es un arte que cuenta la historia de una displicencia de poder del imperio oriental romano que ha de haber sido infinitamente vergonzosa, pero que acudimos apresurados a los museos para formarnos en fila india cada vez que nos anuncian una exposición del “arte bizantino”. Es un juego de sumisión a la “estética de la infamia”.

Es algo insólito porque ahora nos dicen que en los 25 años de relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede se presenta la exposición Los tesoros del Vaticano. De San Pedro a Francisco, dos mil años de arte se trasladan a la Ciudad de México, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, hasta el 28 de octubre, con obras como Los santos Práxedes y Prudencia recogen la sangre de los mártires, de Antiveduto Grammatica, y la gente enloquece de emoción para ir a ver una serie de proyectos, que con todo el respeto de la religión que tenga cada uno son una serie de ficciones que marcaban la lucha de los grandes poderes y los pactos de los Papas en la construcción de Europa.

Es decir, todo aquello es la “historia de la infamia”, pero esa es su estética. Nosotros estamos infinitamente complacidos de asistir a la exposición. Tendríamos que trabajar con eso o podríamos descubrir cualquier estado cultural.

En lo personal a mí me interesa todo estado cultural que produce una estética, una forma de sofisticación en la manera de manifestarse: las actitudes, los sentidos, las intenciones. Hay una “estética popular”, hay una “estética del dominante”, hay una “estética de las comunidades” con todo el arribismo de la clase media, hay un conjunto de “estéticas” que giran por el mundo y esa forma sofisticada de flujo es lo que llamaría: “estética social”.

Y en esa “estética social” está la “estética de la infamia” que es el borde de la “estética del poder”. Siguiendo a Foucault, el poder es quien lo ejerce y quien lo recibe. No hay poder sin esos dos elementos. Víctima y verdugo tienen que estar presentes.

La “estética de la infamia” es lo que encontramos en el arte bizantino, como en las bellezas de la exposición de Los tesoros del Vaticano. Tan una como la otra son “estéticas de la infamia” y dentro de eso encontramos un mercado intermedio de representaciones en las que nos sentimos, más cerca o más lejos.

Esa estética de la infamia se da en la antropología social cuando nosotros salimos a la calle y cada vez que entramos cómodamente a tiendas departamentales estamos avisando nuestro sentido de clase, nuestra capacidad de participación en un determinado sistema económico; y nuestra comprensión como consumidor de las tendencias de la moda; y dejo que esos elementos entren en mi sala para poder sentirme condecorado como una clase media alta, o alta baja, tratando de pertenecer a un sistema.

Así son de fuertes las estéticas del flujo. Desde ahí podría verse todo. Pienso que el artista contemporáneo que comprende esa problemática, lo que tiene que detectar son los ejes sígnicos que se mueven en esos flujos, y luego volver de los flujos una forma de construcción crítica estética. No nos queda más, no hay salvación, no hay redención.

Solo hay un derecho de connotación que tiene el artista para mostrar el ámbito representacional en el que vive, y no creo que podamos pasar de ahí. Capaz que todo lo demás son ilusiones de un poder de conquista creado por los ejes de las grandes “maquinaciones del poder”. ¿Por qué un sujeto tendría que cambiar al mundo a beneficio del otro? Esa fue la gran “esperanza” de los pueblos de conquista.

La cristiandad vino aquí a salvarnos, ¿y qué cosa crearon? Una depredación de infamia infinita en la que nosotros somos efecto. Nuestra labor como artistas es descubrir ámbitos de semiosis social, y en esos ámbitos de semiosis social distinguir elementos que constituyen en su repetición formas de manifestación que pueden pasar de manera invertida o metafórica, a ser un ámbito crítico.

Es como un hallazgo después de que se nos van cayendo las capas de naturalización en el sentido más semiótico que nos hacen ver el mundo como un acto libertario. Sin embargo, vivir en una comunidad cultural que nos promete una “esperanza”, un bienestar, y tener seguridad, es una superilusión, pero les funciona. ¿Por qué no se pronuncia todo el mundo contra ésta sociedad de altas corrupciones y hace un levantamiento? Porque pierde ciertos arreglos que tiene con los grupos de poder que nos dominan.

“Maquinarias de dominación”

Las armas no son solo armas de fuego, corpóreas o físicas, sino que son armas depredadoras de una sicopolítica contemporánea: las armas virtuales de control de las estructuras de la “maquinaria del poder”.

Que todos traigan un celular en su mano: en el transporte público, en las calles, en las plazas, en un restorán, hasta durante una función de teatro o de cine, en donde sea; y que estén pegados a un dispositivo incluso al conducir un automóvil, implica un poder de sumisión infinita a la “maquinaria de dominación”.

Según datos de la Asociación Mexicana de Internet (Amipci), en México hay 53.9 millones de usuarios de internet, con una penetración de 51%. De ellos 63% tiene entre 13 y 34 años y pasan más de ocho horas diarias conectados en redes sociales según estudio.

Pero ahora ya todos estamos hasta contentos de saber que no somos los únicos dependientes a los gadgets.

Volteas en una sala de espera de una central de autobuses o de un aeropuerto, y desde el sujeto con mayor actitud básica en el sentido de una economía, hasta el sujeto más sofisticado que se puedan imaginar, pasando por todas las escalas, todos están pegados a una caja representacional sígnica que les da el mandato... ¡como una conducta deseada!, ni siquiera obligada.

Todos deseamos ansiosamente a cada instante prender nuestro celular y comunicarnos con el mundo para recibir la siguiente orden y así cumplir con esa pertenencia a una relación humana. Este fenómeno de subordinación social es delirante y alucinante. No hay manera de pararlos. Ya se pueden hacer obras completas al respecto.

En este universo virtual parce que cualquiera puede ser una celebridad. Solo hace falta un teléfono móvil. Los “influencers” como líderes de opinión en el mundo digital, ganan más dinero que un médico o un ingeniero, por su simple presencia en redes sociales como Facebook, Vine, YouTube, Twitter, Vine, Instagram, etcétera.

Y lo que está sucediendo es un fenómeno que consiste en que la gente siente que protesta a través de las redes sociales, creen que participan, pero la realidad es que sólo tienen la opción de like como única posibilidad de sumisión. Solamente tienes la posibilidad de estar a favor del otro.

Con el hecho de pensar que has creado una gramática sígnica de respuesta, no quiere decir que has creado una posible semántica de transformación cultural. Simplemente te has inscrito en el flujo. Perteneces a ese sistema porque has manifestado tu voluntad.

El problema es que esa voluntad no era la tuya, era tu voluntad de aceptar simplemente, de subordinarte, de someterte con tu gusto. Esa es la verdad, en el fondo estamos totalmente atrapados. Ya no tenemos ninguna dificultad de aceptar nuestra subordinación de manera abierta y masiva.

A muchos de la generación intermedia que conviven con Millenians les agarra el terror y no saben qué hacer. “¡No le digas a nadie que está atrapado en las redes sociales!”.

Las aseveraciones que los Millenians te contestan son que somos unos represivos, que los queremos limitar y que ellos ejercitan el universo relacional de otra manera que les permite navegar por el mundo.

Te dicen que “no tienes una capacidad suficientemente desarrollada porque no naciste bajo la égida de la tecnología para comunicarte con todo el mar de las redes, y por lo tanto estás excluido de la faz de la tierra literalmente como un migrante digital”.

Y como “migrante digital” exploras otras maneras de comunicación como Instagram. Ahí no necesitas realmente un texto, sino una imagen. Tú piensas que de alguna manera hay una generación que entró ya fácilmente porque sienten que solamente por ver imágenes tienen el acto comunicativo pleno, y lo que realmente tienen es una enajenación de continuo, sin necesidad de explicarlo.

No hay referencia verbal que implique tu ilustración, sino que más bien eres captador del mundo ilustrado, pero tú en el sentido de la ilustración, como conocimiento no necesitas participar, sino someterte a lo que te impongan que ya está creado.

No hay nada en qué participar. No se puede aportar. No se puede innovar. ¿Entonces es una mentira de las nuevas generaciones que son felices?

Todos los que tienen 70 o 60 años y los que tienen 30 o 20 años en diferentes niveles ya no podrían convivir. El dispositivo de implantación es el que nos permite seguir vivos siguiendo el flujo del sometimiento.

Que uno pierda el teléfono celular o su PC puede ser la muerte, porque no se trata de perder un gadget, sino es “desenchufarte” al universo de indicaciones. Parece ser que en el arte también ya está todo creado.

La gran discusión en la crítica del arte es que ahora presentan la obra de un sujeto que lo único que hace es invitar a comer unos amigos sopa a su casa, en un determinado lugar, en cualquier parte del mundo que reciban la invitación.

Acto seguido, llegan desde lejos los invitados, comen la sopa, platican con la persona que les invitó a comer la sopa, se toman fotos, se despiden, y se van. Y esa es una obra en la que se pueden invertir miles y miles de dólares, como un proyecto social comunitario. Y la pregunta es: ¿les falta información para verlo como un proceso crítico? ¿Están en protesta contra un proceso que no cubra la “estética antidiluviana de los poderes”? ¿Sienten que se los están vacilando? ¿Qué conquistarán con una obra así? ¿Qué hacen con eso?

Indudablemente es más obra eso, que una obra del Renacimiento. Puede pasar cualquier cosa cotidiana, o cualquier irrupción de lo cotidiano como fenómeno observable con efectos posibles a un futuro no imaginable y darle la denominación de “artístico”.

En el ámbito de la ficción representacional uno tiene el derecho a crear en cuanto se conecte con los medios para ser sustentada la posible obra artística. Uno sigue compitiendo pero ahora sigue compitiendo a otros niveles.

Una gran parte de la academia del arte está en contra de la sintomatología porque entre más va avanzando el proyecto enajenante de “estética continua” lograda por un navegador obligado, los sujetos dicen: “¡Pero yo puedo comprender con toda sensibilidad este mundo de redes y no necesito el campo de análisis crítico!” Porque la misma “maquinaria modelística enajenante de la red” te prohíbe que comprendas, y te hace ver que no te conviene comprender el mecanismo.

Tú tendrías que comprender que para poder ser un sujeto de protesta tendrías que vislumbrar la “maquinaria representacional” que se juega en el flujo de lo natural. Tendrías que dudar si la realidad que ves no es un campo representacional.

Y entonces claro que todos los medios te van a decir que el ámbito de lo pragmático no te conviene, o algunos te pueden decir que ya pasó de moda y que ahora estamos en la nueva informática universal.

“Cultura subordinada a la maquinaria representacional”

Hace poco una persona me preguntó: ¿Ya para qué sirve saber pragmática? Le respondí que es obsoleta, y como es obsoleta, ya no tenía que entrar a preguntar: “¿Cómo se organiza el universo representacional de una cultura de la sumisión?” Simplemente puedes, o tienes o necesitas, estar sometido a ese imprescindible aparatito que es el celular.

Si no tienes un dispositivo, y no estás conectado a redes sociales, no existes, ni figuras en el mapa de tus personas más allegadas. Para mí uno de los primeros problemas de lucha cuando empezamos a conectarnos al fenómeno de las redes sociales fue crear grandes redes académicas urgentes para existir dentro del mercado de la misma reflexión.

En cualquier mercado que imaginemos cultural uno necesita estar en red. No obstante, desde hace varios meses, y va en aumento, yo voy quitando espacios de intervención con los modelos interactivos representacionales de red.

Me niego a estar en una red social porque no alcanzaría a leer los libros que tengo pendientes. Aparte de lo que me está quitando el sistema, me está cambiando lo que yo creía que era una frescura de reconocimiento de la cultura, y me lo está cambiando por el flujo enajenante de naturalización.

Van apareciendo nuevos dispositivos, me entero del dispositivo como funciona, veo todas las posibilidades que tiene, y como postura, pues ya no le entro. Durante el día suspendo mi teléfono diariamente cada vez más minutos.

Lo que crean las redes que, por ejemplo, en algún momento cuando estaba metido ya en esa jugada de dirigir teatro en esto que llamaré “turismo cultural académico internacional”, es que todos siguen haciendo su feria de repetir la misma conferencia como invitados, porque se conectaron en las redes hasta lugares donde inclusive no van.

Leen la misma conferencia, y presentan las mismas obras, dentro de una máquina que sigue creciendo, pero que en realidad, no sirve para lo que quieres producir. Lo sigues produciendo en el mismo sentido donde está la red para la información básica de conexión de medios.

Yo no digo que se quite la red pero ir reduciendo al mínimo la función de la “maquinaria representacional de sumisión”. Cuando vivía en la cultura subterránea, estaba metido en la grilla política, hice toda mi maquinaria, lo fui documentando y se fue haciendo un archivo inmenso.

Llegó un momento en el que ya estaba completo; y para esto empecé a invitar a artistas que participaran conmigo para transformar la realidad en función de lo que había yo descubierto sobre el proyecto de la “industria de conciencia”.

Estaba ante un campo histórico, un campo político, o un campo estético, todo ahí junto. De esa manera te puedes dedicar a producir en tu campo un proyecto dónde vas redondeando el ámbito relacional.

Habrá espacios que van a tener mucho más atención a esa propuesta de estética, que a una estética creada en el medio continuo de enajenación y venta de producto del media al “artistic class”.

Te encuentras con todos estos jóvenes que van saliendo de la licenciatura que se la pasan en el Facebook y ya no hay nada que hacer. No hay como salirse de eso.

Lo que me hago como pregunta es: ¿Cuál es tu postura en el fluir de ese fenómeno artístico? Te toca participar, te toca ver y te toca transformar porque en realidad mi protesta es: ¿qué hacemos ahora? Estás siendo de la forma más discreta en el diálogo hacia un sentido de: ¿Hay un camino para protestar? ¿Hay camino para participar? ¿Cuál es tu postura? ¿Dónde estás parado? Y tú dices: “¡Ya déjalos!” “¡Que se los coman las redes sociales!” “¡No hay nada en su mente!” Y es que la mente no está en la realidad, y eso sería rescatable hablando “representacionalmente” para nosotros.

Si dices: “¡Todo está perdido!”, quiere decir que todo lo tuyo está perdido. ¿Cuál es tu presencia como sujeto de creación, promoción, gestión o de “conciencia artística”? Nadie está en contra de una transformación del medio, y la transformación del medio implica una gramática sofisticada, elaborada, ágil, muy generosa en su forma de obtención de información, que no deja de ser gramática que fundamentaría o crearía ámbitos mucho más complejos de intelección o reflexión de comunidades culturales.

El fenómeno que se da en los últimos 30 años es que al aumento de esa gramática aparece una disminución de la pragmática discursiva.

La “maquinaria del poder educativo”

Prosiguiendo con lo propio en el tema de la educación artística surge la cuestión de ¿cómo cambiarla? Lo primero es asegurar el acceso efectivo a los servicios educativos mediante la ampliación de la cobertura nacional con programas de educación artística.

Lo siguiente es poder distinguir en qué tienen los artistas en formación mayor capacidad: ¿en un ámbito sintáctico, o en uno semántico, o un ámbito pragmático? ¿Si ellos utilizan una gramática determinada, una lógica, un discurso tecnológico aplicado que permitió enfrentar una complejidad dada en el mundo real presencial? Un muy buen uso de una gramática ya existente, y un enfrentamiento con un campo semántico creador de peligro.

¿Cómo hago para incrementar el campo pragmático, no el semántico? ¿Serán sujetos de gran eficacia en la práctica? Y con una gran incapacidad de generar un ámbito crítico de distorsión en función de múltiples saberes.

Cuando se obtiene un conocimiento y el desglose de integración de ese movimiento tiene que estar implicado con el campo laboral, ¿estás creando un sujeto puro funcional de sociedad de consumo? ¿No estamos abandonando los campos pragmáticos de sujetos críticos que podrían enfrentar un sistema? ¿O tenemos sujetos de alta eficiencia que pueden sostener el mismo flujo del sistema? ¿Qué pasa? Que cuando nos ponemos todos felices porque en alguna lucha social por las redes la gente se empezaba a comunicar y creaban una grilla maravillosa que hasta se festejaba de manera increíble.

Había otros medios para estar en un estado crítico. Otros medios se volvieron el medio. Las redes se naturalizaron como medio. Lo que yo veo más comúnmente —no sé qué les pase a ustedes en su práctica de relación con la educación o en la producción— es que cada vez hay menos sujetos interesados en el campo de la lectura como un divertimento imaginario para crear íntimamente. Está desapareciendo.

A nosotros como generaciones intermedias nos tocaría modificar o tratar de crear sistemas de modificaciones en las nuevas capas del milhojas generacional. Ahí está mi gran duda. No hay que desgarrarse las ropas porque la gente ya no lee.

Qué bueno que tienen ese derecho. Alguien tiene que conjugar algo. Algo tendríamos que hacer esta generación intermedia para que las nuevas capas de la estructura de aprendizaje por lo menos en el campo de las artes tuvieran una mayor cantidad de información obtenida como divertimento en el pensamiento.

No sé cómo se hace, pero me pregunto: ¿cómo podemos hacerlo? Se necesita una comunicación humana de un sujeto con cierto conflicto existencial en el que nos volvemos una presencialidad en la que automáticamente uno absorbe el deseo, porque de la otra manera solo estás en la pura red.

Es casi decimonónico todo el planteamiento de lo que enfrentamos como un problema en las escuelas de artes o en los campos de investigación. Desde los investigadores hasta los artistas, piensan como en el siglo XIX la mayoría de ellos.

Piensan que el arte es una esencia rara cuya expresión se expulsa como un vómito, y así es como aparece, y se produce allí unas cosas dificilísimas, y eso sigue imperando. El problema que enfrentó la academia artística a nivel internacional es que las artes parecieran que tenían derecho a no ser un pensamiento lógico.

Ese es un pensamiento muy antiguo bastante esencialista. Los artistas que fueron protegidos por un determinado poder cultural han luchado desesperadamente por mantener en los espacios de la academia del siglo XVII y XVIII, y han tratado de mantener los efectos de una esencialidad sensible.

El problema es que cuando aumentó el campo informático a los niveles en que estamos ahora, ya no se justificaría una esencialidad que no fuera altamente informada, porque se mueve demasiada información, pero entonces ser un esencialista, y no tener gran información, implica que tú te manejas en la red con la información de gramáticas básicas. ¿Qué quiere decir? Que tenemos jóvenes artistas que presumen una información porque están en una red o en muchas, pero que no tienen ningún criterio crítico de análisis de la cultura.

Estamos en una grave crisis. En realidad es que se va desvaneciendo la formulación. Hay que regresarnos a otros espacios, como por ejemplo, a determinadas universidades de cierto nivel Estados Unidos y en Suecia, y en otras instituciones de Europa, o por contraste en algunas universidades experimentales de algunas regiones inclusive de Latinoamérica, y esos espacios experimentales lo que están creando es como una contracultura de la enajenación informática en la producción artística.

Es una contracultura altamente informática. Se confunde porque parece que la informática es perder el derecho a tener un pensamiento de una crítica pragmática analítica. Y ahí está la discusión.

Por estar en el flujo informático creado en el sistema contemporáneo “ya soy actual”, “ya estoy bien”, “ya la hice”, “ya triunfé”. Pero parece que cuando entramos a ese campo, el que se descuida, es el campo crítico pragmático analítico y en ese es donde tendríamos que luchar.

Deberíamos enfocar todas las fuerzas de la educación para crear nuevos sistemas piloto para ver cómo se transforma una cultura crítica. La discusión más grande es que nunca se leyó tanto como ahora, pero nunca se leyeron tan pocas palabras como ahora.

Pienso que el problema es, que desde la pedagogía, nosotros mismos no distinguimos qué es un ámbito sintáctico informativo. Están informados, pero gramaticalmente informados, no críticamente complejizados.

Nosotros mismos no distinguimos donde termina uno o donde podemos diferenciar un campo del otro, lo tenemos todo muy estabilizado. ¿Cómo se modifica tu pensamiento en la práctica de múltiples saberes? Diseñando sistemas modulares.

Te pedimos que tengas un saber interno, y que sin embargo, lo puedas poner en duda comunitariamente. Pones en peligro tu saber estable y eso lo convives con esa comunidad. Yo soy dramaturgo pero voy a trabajar en el teatro más el problema que plantea algún científico que nos ha propuesto un trabajo sobre sus hallazgos de física cuántica que ha ido descubriendo en las investigaciones.

Se vuelve un divertimento alto y se enloquecen todos porque estamos saliendo de lo convencional. O puede simplemente un artista hacer su instalación y mostrar a los alumnos cómo la pintura se desdobla para volverse proyección, o como la proyección se desdobla para volverse función sonora.

Y que no hay nada, en ningún lugar, que las tres manifestaciones que tenga la esencia artística, sino el transcurrir. Discutes y produces lo que quieras con ellos. En el primer año de este experimento, el nivel de los alumnos con el paso del tiempo será más alto que el de los maestros.

Descubrían que la transformación del cuerpo del alumnado sería mucho más potente que el del profesorado. ¿Qué nos indica este tipo de investigación? Un determinado éxito puede empezar a bloquear la historia. No puede uno cambiar la maquinaria administrativa que ejercita la función de prácticas laborales.

Uno diseña proyectos pensando en que tiene un determinado resultado para la comunidad. Pero uno descubre que no puede cambiar la “maquinaria administra de prácticas laborales”, porque hay poder laboral que va a darle maquinaria a todo.

Habría que hacer muchos más sistemas modulares, y habría que tener mucho más presupuesto para invertir en educación. Esos sistemas modulares tendrían que volverse una dinámica de transformación en la renovación de todas las licenciaturas que se inician como proyecto piloto en ésta época para tener su fruto dentro de una década.

También sabemos que cualquier transformación de metodologías aplicadas no va alcanzar los diez años porque va a cambiar la política cultural, ¿en cuánto tiempo? Cuando más, seis años.

No quiero pensar en una política cultural que sea una ilusión de decir: ¡seremos mejores y libres! Yo lo que digo es: hay dos campos que nos permite presumir que funciona el sistema. Tenemos dos campos que entendemos que funcionan en la maquinaria contemporánea semiadecuadamente.

Uno muy convenientemente: el campo gramático. Los sistemas informáticos gramaticalmente están en su apogeo y vivimos pegados a esa gramática continua, a ese campo sintáctico de flujo; y el otro, el semántico, provoca transformaciones de conciencia social en ocasiones, y en ocasiones no.

Poco podemos criticar de la realidad en una práctica de continua representacional, pero sí tenemos derecho a crear programas de transformación de la función pragmática del conocimiento.

El problema es que los planes de reinterpretación reflexiva creen que simplemente por tomar el elemento de la función pragmática lo vuelve una función pragmática, y esa función es la parte más débil de la actual “maquinaria educativa”.

Para que cambiara esa “maquinaria educativa” tendríamos que crear los sistemas pilotos de 12 o 15 años. Y es por lo que tendríamos que luchar en el campo de la educación artística. En esta generación intermedia tendría que generarse ese futuro mucho más pragmatizado reflexivamente al menos por los próximos diez años.

Nuevos escenarios de formación artística y gestión cultural. El mundo contemporáneo enfrenta hoy, como nunca, una crisis en sus proyectos educativos, culturales y políticos. Nos pone a toda especie humana en la búsqueda colectiva de respuestas.

Los espacios más heridos por la falta de estas, como la educación y la creación artística, nos obligan a señalar que: la educación fracasó. Los programas de educación artística están mal hechos. En el momento en que se rompe la estructura sintáctico gramática porque está mal hecha, y no se está de acuerdo con ella, (y se tendría toda la razón), eso pasa para aprender una función pragmática desde otro mirar. ¿Cómo saber que la competencia de una reflexión en esa gramática que deja un segmento que seleccionaste, no está mutilando un pedazo fundamental de una administración de la cultura que luego puede ser un bloqueo?

El espacio educativo que vas generando durante el día a día es donde se puede generar la diferencia. ¿Qué implicaciones tiene la educación artística dentro del aula? Dispositivos reflexivos a partir de distintos saberes.

Una manera de organizar sería preguntarse: ¿De qué manera piensas que está impactando eso? ¿Cuál es su sustento dramático? ¿Van a tener una gramática mucho más precisa? ¿Qué es el saber que les promete ese curso?

Ese manejo de posibilidades son determinados sistemas que ofrecen la solución organizativa aplicada a necesidades específicas, generar un sistema gramatical avanzado que puede intervenir en funciones pragmáticas y en funciones semánticas.

Pero no se ha visto cómo se produce esta práctica para quienes la reciben. ¿Se vuelven más especializados? Habría que ver cómo está armado para pensar la manera en que se puede utilizar esa maquinaria para ser un sujeto crítico, o para ser un sujeto de flujo eficiente. El sistema lo permite siempre y cuando encuentren las estructuras organizativas para que se inserte el sujeto en ese ámbito de “libertad cultural”.

La fuente pragmática te permite crear un laboratorio de producción de pensamiento. Habrá momentos de estructuración de formas y prácticas de vida que luego ya no pueden ser tomadas.

Construir una postura crítica de prácticas, que tengan una determinada función como participación social. Toma una decisión que de alguna manera violenta o que se distingue del sistema que implica una participación social.

Seleccionar informaciones que entran a diferencia de otras. Hacer una selección de saberes para sujetos que inician su formación artística es un acto de voluntad y de responsabilidad. Es crear una compota de algo que tiene efectos específicos que van en relación con una voluntad y una creencia.

Y eso se me hace interesante como práctica de memoria social, como función de una crítica y una ruptura de las estructuras estabilizadas con una determinada mediocridad. Llevan una concreta práctica, pero también están haciendo una elaboración sofisticadísima, aunque no lo vean, en la sección de la información.

No es que le caiga lo que sea, uno solo con hablar está seleccionando. Hay que hacer un laboratorio social. Este laboratorio implica un criterio de decisiones y formulaciones pragmáticas continuas.

Un sistema educativo que considero torpe y represivo. Son estudios que te prometían defenderte. Hice una pragmática aplicada y eso merece todo un juego de procesos y efectos a reconocer.

No solo estoy haciendo un campo de estudio sino que estoy empujando a una comunidad para hacer una pragmática aplicada en aquello que considero mi campo de investigación. Buscar la solución educativa en un lugar que parece que no hay lugar para ello.

Aplicar desde una segundidad inductiva y darse cuenta de la deficiencia argumental en el discurso educativo. Hay una función pragmática representacional que implica la posibilidad de crear un universo inexistente.

Tomar una responsabilidad crítica y práctica merecedora de un reconocimiento del bien hecho en una comunidad para ver sus efectos. La responsabilidad es la respuesta que doy ante determinado efecto, ante una circunstancia que se considere desfavorable. La responsabilidad es la pragmática de una palabra que la tenemos en el tuétano como obligación, y no debe ser así.

Debe ser una fabricación de modelos e información que los prepare para el mercado del arte. Es un problema de preparación mucho antes de que el sujeto sea adulto. Ser el sujeto organizador del conocimiento.

El objetivo de los sistemas educativos escolarizados es producir sujetos capaces de cumplir con determinadas capacidades, habilidades y competencias.

La educación que has considerado biológica, la que has considerado psíquica, la que crees que traes implementada como en un chip, la que les dieron hasta cierta edad, la que aprendieron ustedes, ¿qué es esa homogeneidad?, ¿dónde la encuentran?

Si no tenemos responsabilidad como sujetos constructores de una figura de pensamiento interpretante, entonces no hay una función pragmática crítica porque hemos dejado de ser responsables de eso que depende de nosotros. Es un fenómeno de análisis representacional.

La esperanza administrada por el Estado

¿Será prudente darle falsas esperanzas a un México tan lastimado? La gente vive angustiada, y por esa causa, la razón existencial del Estado es la “esperanza”.

Es una “esperanza política” que se puede entender como también funcionan de la misma forma las religiones desde otra manera para construir los universos lógicos, psíquicos, y no tan sociales, pero sí sociales.

La palabra “esperanza” es un vocablo que con ánimo optimista sembró AMLO en el pueblo para convertirse en el objeto de la confianza que se necesita para lograr un cambio basado en las expectativas de resultados favorables relacionados a eventos sombríos típicos del escenario político mexicano.

Es sabido que un grupo formado por un reducido número de miembros con un fuerte activismo en el poder se han repartido impunemente al país, las prestaciones, los puestos públicos durante décadas, los contratos sin licitación, y otra serie de oportunidades entre ellos, como buenos “amigos-socios”, y que eso es indiscutiblemente corrupción. En México las instituciones culturales no son la excepción de los ilícitos.

La prueba es que hay quejas y hasta demandas penales en contra de varios funcionarios de la Secretaría de Cultura acusados de corrupción. Según datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), el sector cultural del país recibe 22 veces menos recursos de los que genera para la economía.

¿Pero cuál es la forma más certera de enfrentar esas mafias del poder grupusculares? ¿Cuál es el remedio para un mal incurable? Es irreversible el cambio y la alternancia. ¿Pero qué significa cambio? El cambio significa aumentar la inversión nacional en el sector cultural para la fabricación de bienes artísticos.

La cultura representa el 3.3% del producto Interno Bruto (PIB) en México que se calcula aportó 617,397 millones de pesos en 2017. Sin embargo hay un vacío en la política cultural: no hay política cultural.

Por eso es inobjetablemente necesario desarrollar una política cultural de paz. Las armas del arte son la mejor estrategia para lograr el ímpetu renovador que se requiere para activar una consciencia social tan precaria.

Ante tanta perpetración de crimen, se necesita la retribución del artista con su trabajo al servicio de su comunidad, y que su arte los sensibilice, los eduque, los despierte en consciencia.

Y que derivado de los recursos de esas producciones emane un movimiento social que, a su vez, genere derechos de autor y patrimonio cultural y artístico, que se librarán por medio de un acompañamiento con una Secretaría de Cultura organizada en transparencia.

Pero la realidad es la discriminación en la que no pocos creadores nos hemos visto desplazados, no solo por la corruptela imperante en la “maquinaria del poder cultural mexicano”, sino por ese ánimo elitista, repelente y excluyente a la crítica constructiva que nos ha dejado en el olvido a una cantidad considerable de creadores y artistas injustamente postergados por el tráfico de influencias mejor conocido como “compadrazgo” y los conflictos de intereses, siendo manejado por lo que el mismo AMLO consideraría en su discurso la noche de su victoria como “un comité al servicio de una minoría en el poder”.

Y esa minoría en el poder nos convirtió en “olvidados” a quienes por convicción decidimos ser disidentes y refutamos el sistema de la “maquinaria del poder cultural”.

Oficialmente cercaron toda posibilidad de crecimiento a los creadores que protestamos de manera denunciante, contestataria y crítica, implementando listas negras y vetos a quienes habíamos osado ¡ser el grito de los que ya no tienen voz!, yendo contra la libertad de expresión y el derecho que tenemos al trabajo.

Los censores de la “maquinaria del poder cultural” nos condujeron a una batalla descarnada por subsistir en la que se volvió un acto épico: hacer y dar cultura, como un derecho accesible a un pueblo, muchas veces de forma estoica, como filantrópica o altruista.

¿Cómo desmontar estas estructuras que han sido tan arbitrarias? Lo que sigue es que a la sociedad mexicana se haga responsable, para hacer con mejores condiciones, derechos culturales y libertades de expresión.

Tenemos que encontrar el camino que sabe conducir al progreso y a vivir una auténtica República Mexicana. La Cuarta Transformación de la coalición Juntos Haremos Historia entrará a la vida pública de México a partir de diciembre de este año con un Congreso dominado en su mayoría por Morena.

La última “esperanza” del país administrada por el futuro Estado de un gobierno genera una responsabilidad mayúscula. Por alguna razón tengo la “esperanza” de que México pueda recuperarse, reinventarse, reestructurarse, y alzar el vuelo con una transformación “profunda y de raíz”. Dicen que la “esperanza” es lo último que se pierde.