A UNA DÉCADA DE LA QUIEBRA DE LEHMAN BROTHERS

“En el primer semestre de 2008 Lehman Brothers registraba pérdidas de 73% de su valor en bolsa”.

Arturo Moncada
Política
DV

El lunes 15 de septiembre de 2008, en el número 745 de la Séptima Avenida de Nueva York, se registró aquella imagen imborrable: decenas de trabajadores del cuarto banco de inversión en Estados Unidos, Lehman Brothers, abandonaron el edificio con sus objetos personales en cajas de cartón luego de que esa entidad financiera con 158 años de actividad se declaró oficialmente en bancarrota.

La quiebra de Lehman Brothers, un banco con activos por 639 mil millones de dólares y más de 26 mil empleados repartidos por el mundo, se convirtió en la imagen emblemática del inicio de la crisis financiera global que estalló hace una década: el derrumbe provocó un terremoto en los mercados que se extendió a lo largo y ancho del planeta.

Antecedentes

En 2002 el entonces presidente George W. Bush inició una campaña para que todo estadunidense fuera propietario de una vivienda. “Es parte del sueño americano”, aseveró.

Por ende solicitó apoyo al sector privado. “Necesitamos más dinero en el mercado de capitales para los compradores de bajas rentas que por primera vez acceden a la vivienda”.

En respuesta la maquinaria pública y privada se puso en marcha para apoyar los planes del presidente. La Reserva Federal (Fed), el Banco Central de EU, bajó en pocos meses los tipos de interés desde 6 a 1%; y ocho mil bancos privados y sociedades hipotecarias comenzaron a conceder préstamos para que los estadunidenses compraran casa.

Para millones de ciudadanos norteamericanos empezó una era de oportunidad: el dinero casi estaba regalado. No obstante fueron tales los préstamos bancarios que se les concedieron hasta a los NINJAS, como se conoce a la clase desfavorecida y que en inglés significa No income, no job, no assets (Sin ingresos, sin trabajo, sin propiedades), provocando el nacimiento de un género de hipotecas llamadas subprime (o subcategoría).

Sin embargo la oportunidad inmobiliaria abrió otros flancos: los estadunidenses se volvieron negociantes y codiciosos. Por ejemplo, una familia obtenía un crédito de 100 mil dólares por una casa que en un par de años subía de precio a 120 mil dólares. Entonces la vendía, pagaba su hipoteca, se iba a una casa en renta y se ganaba los 20 mil dólares sobrantes. Otras familias sencillamente hipotecaban sus casas para comprarse una nueva y más grande. Por supuesto que surgieron problemas porque las transacciones incumplían la naturaleza del mercado.

En 2003 Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal, consideró llegada la hora de revertir el ritmo: los tipos de interés oficiales —el precio del dinero—, que habían bajado hasta 1% en 2003, subieron a 3% en 2005 y alcanzaron 5.5% en 2006. La inflación se desbordó debido a las masivas compras de casas y productos de consumo por parte de los estadunidenses, la nación menos ahorradora y más gastadora del mundo.

A finales de 2006 muchas familias percibieron que no podían devolver las hipotecas. ¿Qué había pasado? Que no eran solventes. Los propietarios de casas metían las llaves en un sobre, las enviaban al banco y abandonaban su vivienda por otra de alquiler porque ya no tenían dinero para sufragar su hipoteca: según las leyes estadunidenses la hipoteca recae sobre la casa, no sobre la persona.

El problema fue que, gracias a una cadena de bancos intermediarios y especuladores, las deudas de millones de personas se habían vendido por todo el planeta. Eran los collateralized debt obligation (obligación garantizada por deuda) y los credit default swaps (permuta de incumplimiento crediticio). Los primeros banqueros que se dieron cuenta de que el derrumbe podía contagiarles muy pronto empezaron a deshacerse de sus productos.

Empero la grieta financiera estaba abierta.

Turbulencia

El primer síntoma claro de la turbulencia económica que se avecinaba hace diez años y que solo hoy, a la distancia, es posible señalar, se produjo en abril de 2007 con la quiebra de New Century Financial, una pequeña entidad especializada en la concesión de hipotecas subprime que consistían en vender paquetes de hipotecas con alto riesgo de impago de unas entidades a otras.

Para el mes de agosto de aquel 2007 comenzó a formarse la burbuja: en apenas tres días, del lunes 6 al jueves 9, quebraron tres sociedades hipotecarias estadunidenses y, al otro lado del Atlántico, el banco francés BNP Paribas anunció la suspensión de tres de sus fondos.

El desplome del precio de los activos ligados a las hipotecas subprime impedía calcular el valor de los fondos, por lo que se veían obligadas a impedir que los inversores retirasen su dinero.

Durante ese año Lehman Brothers acumuló también enormes pérdidas por títulos respaldados por estas hipotecas, luego conocidas como activos tóxicos.

Con el paso de los meses el problema se multiplicó y paralizó al mercado. Ninguna entidad se atrevía a prestar a otra y todas desconfiaban de todas, tratando de imaginar hasta qué punto sus competidores estaban expuestos a los activos tóxicos.

Los bancos centrales, de hecho, iniciaban en esas fechas las inyecciones de liquidez y la progresiva bajada de los tipos de interés que acabaría llevando el precio del dinero a mínimos históricos.

2008

Con el arranque de 2008 el contagio se hizo evidente. Bancos grandes y pequeños anunciaron pérdidas multimillonarias, incluidos gigantes como Morgan Stanley o Citi.

Siguió la caída de otro mítico banco de inversión, Bear Stearns, cuyas acciones fueron compradas a dos dólares por JP Morgan, al que la Reserva Federal otorgó un crédito de 30 mil millones de dólares para ejecutar la operación.

En el primer semestre de 2008 Lehman Brothers registraba pérdidas de 73% en su valor en bolsa.

Para el 13 de septiembre Timothy F. Geithner, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, convocó a una reunión sobre el futuro de Lehman en la que se incluía la posibilidad de liquidación de sus activos para sanear a la empresa.

Lehman informó que estaba en conversaciones con el Bank of America y Barclays para una posible venta.

Finalmente, el 15 de septiembre de 2008 Lehman Brothers anunció la presentación de su quiebra en el juzgado al renunciar a la operación sus posibles compradores: no hubo rescate corporativo.

Las autoridades de EU tampoco acudieron al rescate, como ya habían advertido, y su caída fue la antesala de la peor crisis económica de la posguerra de la que aún se mantienen severas secuelas.

Activos tóxicos

—¿Qué falló, por qué el mercado no evitó esta crisis hipotecaria progresiva?

—Simplemente que se vendió tres o cuatro veces el mismo activo —dice Víctor Manuel Prudencio, director de la escuela de Negocios Internacionales, Administración de Empresas y Contaduría de la Universidad del Pedregal—

y cuando llegó el tercero o cuarto poseedor de este tipo de acción ya no tenían valor: es lo que se conoce ahora como activos tóxicos.

Añade que “cuando se rompe esta burbuja financiera ya no hay forma de pagar estos activos, que principalmente estaban en hipotecas que se habían vendido hasta cuatro veces; y si la garantía era una casa que costaba, digamos, un millón de dólares, al momento de entrar en crisis empieza a devaluarse y no hay forma ya de garantizar los activos. Y cuando los inversionistas querían vender esos activos tóxicos no había forma de pagarlos”.

El alza a los intereses, que habían estado bajos, “provocó además que la gente no cumpliera o que abandonara sus compromisos de pago. Y se entró en una recesión económica con números impresionantes. Por ejemplo México, que fue un país afectado, registró una caída en 2009 de 6.8% en su Producto Interno Bruto (PIB)”.

Prudencio destaca que “esto sucedió por la voracidad de los brokers, es decir, el intermediario entre el comprador y vendedor, así como por la voracidad de los bancos de inversión y de las casas de bolsa, que en conjunto forman parte del sistema financiero internacional. Los activos tóxicos se dieron en todo el planeta y aunque empezó la crisis en Estados Unidos la mayoría de fondos de inversión e inversionistas en el mundo se vieron afectados porque no pudieron cobrar dichos activos.

—¿La Fed, bancos e inversionistas no se dieron cuenta de lo que estaba pasando?

—Todos quienes conforman el sistema financiero sabían perfectamente lo que estaba sucediendo. Pero en ese momento la teoría económica presente se sustentaba en lo que se llama La mano invisible, una metáfora creada por Adam Smith. Recordemos que en aquel momento el jefe de la Reserva Federal era Greenspan y él aseguraba que tarde o temprano el mercado se iba a autorregular, como señalaba Adam Smith en su Teoría de los sentimientos morales. El problema y la realidad aquí fue que nunca se autorreguló y el mundo entró en un círculo vicioso donde se perdieron empleos, bajó la producción y esto trajo una crisis internacional que llevó a la llamada estanflación.

Para recuperar la economía los bancos centrales de EU y Europa bajaron las tasas de interés a fin de no caer en esta estanflación y no tener inflación sin crecimiento económico, porque era muy difícil salir de esta crisis con las políticas monetarias ortodoxas que casi siempre se utilizan.

—¿Qué papel jugaron las calificadoras de riesgo?

—Todo el mundo reconoció que uno de los grandes defectos que tuvimos en la economía internacional fueron las agencias de alto riesgo, como Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch: a pesar de que conocían que se estaban vendiendo activos basura o activos tóxicos daban calificaciones de A, AAA, AB, es decir, calificaban muy bien este tipo de activos.

A partir de entonces se empezaron a proponer legislaciones más duras e incluso algunos países propusieron penalizar a las agencias de riesgo por mentir o que su evaluación lleve a un descalabro como se vivió en 2008 y 2009.

Sin embargo la verdad es que pasaron leyes muy suaves que no implican una penalización fuerte. Aunque se pusieron algunos candados en general estamos actualmente en la misma posición y es preocupante ver que se aprendió muy poco de lo sucedido.

—¿Por qué no se logró avanzar con leyes más severas para las calificadoras de riesgo?

—La regulación que se buscaba, donde los activos estuvieran garantizados, la echó para atrás el presidente Donald Trump, quien deja manga ancha para crear instrumentos que no necesariamente estén garantizados y que los inversionistas están comprando. Ello es muy peligroso porque nos puede llevar a una nueva crisis como la de 2008 y de Lehman Brothers porque la cuestión de estos activos financieros es que son globalizados y por ende nos afectan a todos, no solo a Estados Unidos, Europa o México.

Teoría de La mano invisible de Adam Smith

Sostiene que la libre competencia es la mejor manera de funcionar de la economía ya que las posibles contradicciones y problemas sistemáticos que las leyes del mercado crean pueden tener solución por “la mano invisible” del sistema; es decir, la capacidad de autorregulación que el libre mercado tiene intrínseco.

De esta manera Smith indicaba que el papel del mercado es básico y fundamental y que cuanto menos control político o gubernamental exista en las economías más fácilmente estas encontrarán sus caminos y el máximo bienestar.

La mano invisible presupone que existe una inercia por la cual el mercado y su autorregulación lleva a los individuos a tomar las mejores decisiones para que la mayoría de la población alcance el bienestar. En otras palabras, se trata de una especie de mecanismo de control automático que compensa las acciones tomadas en su conjunto regulando conformaciones sociales. Por lo tanto se asume que la propia autorregulación facilitada a los mercados ayuda a la consecución de un mercado óptimo.

Fuente: MIT

Grandes quiebras empresariales en EU

No. Empresa Valor de la quiebra Sector

(en millones de dólares)

1 Lehman Brothers 613 mil Banca

2 Washington Mutual 327 mil 900 Banca

3 World.Com 103 mil 900 Telecomunicaciones

4 General Motors 91 mil Automotriz

5 Enron 65 mil 500 Energético

6 Conseco 61 mil Banca

7 Chrysler 39 mil Automotriz

8 Thornburg Mortgage 36 mil 500 Inmobiliario

9 Pacific Gas and Electric Company 36 mil Energético

10 Texaco 34 mil 900 Energético