En el altar a la patria

“La nación es solo una y a cada generación nos corresponde fortalecerla y hacerla más justa”.

Javier Oliva Posada
Columnas
Altar a la patria

Como cada 13 de septiembre México recuerda los hechos heroicos que tuvieron lugar en la defensa del Castillo de Chapultepec, en aquel entonces sede del Colegio Militar, por parte de los cadetes ante el avance de las tropas invasoras: la guerra de usurpación y despojo con Estados Unidos fue una de las desafortunadas muestras del divisionismo entre mexicanos que antes que actuar juntos prefirieron acomodar sus intereses aun a costa de los terribles resultados del conflicto bélico.

Situación similar se viviría con la invasión francesa, cuando también como consecuencia de los apetitos entre grupos y bandos los costos para la nación fueron enormes, tanto en pérdida de vidas como en recursos y efectos negativos para el desarrollo del país.

Empero, esas lecciones no fueron aprendidas por la sociedad mexicana ya que aún vendría otro violentísimo conflicto: la Revolución Mexicana sería hasta ese entonces la más profunda muestra de incapacidad para encontrar acuerdos o procedimientos pacíficos en el cambio de las élites del poder.

Los hechos históricos del Castillo de Chapultepec, encarnados por un grupo de valientes jóvenes militares, así como de formaciones que dieron su vida hasta ser exterminados en el campo de honor, como sucedió con el Batallón de San Blas dirigido por el aguerrido coronel Xicoténcatl, también demuestran la formidable importancia que tienen las Fuerzas Armadas como referente del nacionalismo incluyente, como lo es el mexicano.

En efecto, el instituto armado en cualquier democracia consolidada como la nuestra implica un referente a propósito de la trayectoria en la construcción del país.

Distinción

Y es aquí que durante el proceso de cambio de gobierno que vivimos debe hacerse la distinción entre lo que es el Estado y la nación. Los llamados Niños Héroes, como muchos miles de mexicanos de aquella época, ofrendaron su vida por defender a la nación, a la identidad de una cultura y sus instituciones —por precarias o inmaduras que fueran: eso no es lo importante. Lo sustancial fue la disposición a conceder el recurso vital para mantener a salvo un proceso del cual hoy somos usufructuarios directos. Estados a lo largo de la historia de México ha habido varios; en cambio, la nación es solo una y a cada generación nos corresponde fortalecerla y hacerla más justa.

Esa es la relevancia de recordar a los Niños Héroes. En su monumento, que por cierto se llama Altar a la patria, seis imponentes columnas resguardan el sacrificio y honor como guías con que los mexicanos debemos conducirnos en todo momento. Las Fuerzas Armadas están para recordarnos que la formación de nuestra nación ha sido difícil, con severos obstáculos, pero los hemos logrado vencer y a algunos contener. Ahora, en la segunda década del siglo XXI, cambian los antagonismos pero persiste la necesidad de fortalecer y preservar la ruta del desarrollo y la paz.

La continuidad institucional es lo que ha convertido a la democracia mexicana en un referente de pluralismo. Como soporte y aportación sustancial contamos con los valores que nos identifican como sociedad plural y tolerante. Y sin duda una de las principales garantías con las que cuentan los sucesivos gobiernos es la presencia y lealtad a toda prueba de las Fuerzas Armadas. Nadie puede escatimar este reconocimiento. Por eso es determinante recordar a las generaciones que desde su perspectiva dieron e hicieron lo mejor por la nación. Allí, en un lugar de honor, están los cadetes del Heroico Colegio Militar.