LA LIBERTAD SE PIERDE CON LAS ADICCIONES

Para que los jóvenes elijan realmente lo más libremente posible necesitan información y oportunidades de vida.

Lorena Ríos
Todo menos politica
Carmen Fernández Cácares
C. Morales

Los jóvenes que se encuentran dentro del sistema escolarizado y que forman parte de una familia funcional, tienen seguridad, afecto, amor y límites, sin duda son personas que cuentan con una fuerte protección para evitar caer en el consumo de sustancias legales e ilegales.

De ahí la diferencia entre los menores que crecen en un ambiente de amor y otros que están inmersos en escenarios de violencia: sus procesos neuroquímicos se desarrollan de manera distinta.

Por ello “apoyamos la idea de no criminalizar a los usuarios de drogas y, por el contrario, ofrecer tratamientos y oportunidades”, comenta Carmen Fernández Cáceres, directora general de los Centros de Integración Juvenil (CIJ).

“Desde el momento en que los jóvenes adquieren una adicción su libertad se pierde. Ya no deciden por ellos mismos sino por una necesidad imperiosa de consumir una sustancia que les ofrece sensaciones de bienestar, las cuales desaparecen en cuanto se termina su efecto”, dice Fernández.

“Uno de los factores de riesgo para generar una dependencia es la vulnerabilidad. Y también incide la edad en la que se inicia: entre menor edad más riesgo de dependencia existe debido a que el desarrollo del sistema nervioso central se va adaptando a lo que aprende y si se adapta a una droga es más fácil que se vuelva dependiente”, agrega la especialista.

—¿Qué es para usted la libertad?

—La capacidad del ser humano de elegir. Pero esta capacidad es inevitable que se vea influida por el contexto en el que nacemos, por la ideología que nos forma y por la familia que nos educa, con cierta ideología, o los amigos y las creencias de la sociedad. En este sentido la libertad es limitada. De acuerdo con Giovanni Sartori hay una sociedad teledirigida, que se ve muy influida por los medios de comunicación. Y hay teóricos que hablan de la influencia de las redes sociales.

Fernández considera que sin duda “uno de los derechos humanos fundamentales es ser libre, no ser prisionero y tener la capacidad de elección. Mientras más pensamiento crítico se tenga, más información, lo más seria y científica posible, se tendrá mayor capacidad de elegir hacia dónde queremos dirigir nuestra vida. Es algo que nadie nos enseña sino que se aprende día a día ya que todos los días decidimos”.

Elecciones

—Si adolescentes y jóvenes pierden libertad al caer en una adicción ¿con qué herramientas protegerlos?

—Efectivamente este sector a veces tiene escasas oportunidades de estudio o de trabajo y por supuesto que es más vulnerable. Hay muchas maneras de iniciar un proceso adictivo: la más frecuente es por la influencia de amigos, porque tienen ciertas creencias sobre las drogas, la diversión y el mundo. Y si la persona además tiene vulnerabilidad genética, vive en un contexto de vida familiar violento, donde ha sido abusada, donde el padre golpea a la madre y donde hay grandes niveles de estrés entonces la suma de factores eleva el riesgo. Y si además no tiene oportunidades educativas o laborales el escenario puede ser complicado.

Para que los jóvenes “elijan realmente lo más libremente posible necesitan información y oportunidades de vida. Los jóvenes de hoy tienen pocas oportunidades. La mitad de las familias en México tienen violencia, cerca de 13 millones de familias. Entonces estos jóvenes buscan la felicidad como si fuera un estado permanente y en realidad son momentos. El hedonismo no es la felicidad. Y al sumergirse en el mundo de las adicciones abandonan la escuela, la familia o el trabajo.

—¿La familia y la escuela son barreras de contención?

—Por supuesto. Son las dos instituciones más fuertes que operan como barreras de contención. Sin embargo también vemos que cada vez hay menos familias, que se casan pocas personas y hay más divorcios.

La escuela y la familia, expresa Fernández Cáceres, “pueden lograr que los jóvenes tengan un sentido de vida. Porque con la exclusión y la falta de oportunidades se van decepcionando. Piensan que todo está mal, sin encontrar un gran sentido. La familia desde la niñez inyecta una serie de valores, reglas e información y en la etapa adolescente y juvenil se les debe ofrecer una amplia gama de oportunidades donde puedan desarrollar sus habilidades o capacidades y descubrir las que tienen en el arte, el deporte, la música… hay muchas formas. Por un lado está el ofrecerles un amplio abanico de oportunidades y, por otro, hay que ponerles límites. El ser humano se estructura y desarrolla su personalidad, su subjetividad, su elección. Y en la medida en que tiene límites y sabe hasta dónde puede llegar es algo que redituará en algo positivo. La otra gran fuente que puede brindar una gran ayuda y protección ante las adicciones sin duda es el amor. La familia debe ofrecer límites y amor para consolidar una gran barrera que cubra y proteja a los niños, adolescentes y jóvenes de las drogas, para que no pierdan su libertad”.

Carmen Fernández Cáceres es licenciada en Sicología por la Universidad Anáhuac, maestra en Terapia Familiar por el Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia y doctora en Sicoanálisis por el Colegio Internacional de Educación Superior. Actualmente funge como directora general de los Centros de Integración Juvenil (CIJ). Es autora y compiladora de diversos artículos científicos y libros. Recibió la Medalla al Liderazgo Anáhuac en Psicología 2009; el Premio Reina Sofía, entregado en el Palacio de la Zarzuela; el Reconocimiento Excepcional del Consejo de Europa y Grupo Pompidou por su trabajo con jóvenes, y la Medalla Mujer Promotora de la Salud Mentalque otorga la Secretaría de la Región México, Centroamérica y el Caribe de la Asociación Psiquiátrica de América Latina.