CUANDO PANCHO VILLA FUE ACTOR

El implacable e impecable estratega en medio de la esperanza de un pueblo sometido, envilecido, explotado.

Alberto Barranco
Columnas
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La carcajada rebotaba histérica entre los breñales y nopales, en medio de una espesa polvareda. Mi general Francisco Villa provocando bocanadas de bilis entre los camarógrafos güeritos al cabalgar hasta desbocar su caballo pinto y soltando, de pasadita, algunos balazos.

—Así no, don Pancho. Despacio, despacio…

Aprendiz de actor, estrellita en ciernes, el guerrillero más famoso de México había firmado en 1914 un contrato con la Mutual Films Corporation para hacer una película de su vida. El Robin Hood mexicano. El Napoleón de la causa de los pobres.

El susto de la cámara, el griterío de los gringos, el alboroto de la parafernalia lo había doblegado una oferta irresistible: 25 mil pesos oro… para la causa. Y Pancho Villa fue el primer Pancho Villa de la pantalla grande. La cinta de plata decía la voz engolada.

Y aunque las batallas eran desabridas para las emociones reclamadas, qué le hace si las chorreamos de sangre en los estudios. Total, ahí está la peonada esperando los fusilamientos para abrirle la boca a los muertitos y a golpe de piedras extraerles las muelas o las incrustaciones de oro.

Y pa’ mí es el sombrerito, el chalequito, la chaquetita, las botitas.

Ahora que la obligación de Villa era aplazar los fusilamientos de las cinco a las siete de la mañana para aprovechar la luz, y la de la tropa vestirse con uniformes “Made in USA”.

Mi general parecía francés.

Visiones

La vida del general Villa, dirigida por D. W. Griffith, se estrenó en Nueva York en marzo de 1914.

Dos actos. Dos visiones. El implacable e impecable estratega en medio de la esperanza de un pueblo sometido, envilecido, explotado. Y el joven Villa, Doroteo Arango —encarnado por el actor Raoul Walsh—, quien huyó a la sierra tras matar a un teniente del ejército federal que había mancillado a su hermana. Rebelde con causa en la leyenda idílica.

Al final de la cinta el Centauro del Norte se convierte en presidente de México… con apoyo de la Casa Blanca.

Algunas escenas se aprovecharon para un documental sobre la guerra civil en México proyectado en las pantallas inglesas.

Qué importa si tras la invasión de Colombus, que provocaría la famosa expedición punitiva del Ejército de Estados Unidos, Villa se convertiría en “el salvaje sediento de sangre americana”.

Qué importa si se le ridiculizaría en una película de ficción como Pancho López, un cruel asesino que mata por matar.

Ahora que las cámaras de la Mutual Film Corporation no fueron las primeras extranjeras que llegaron al país. En 1910 había filmado el ruso Sergei Eisenstein escenas para una película inconclusa: ¡Viva México!

El recuento de la realidad del México porfirista. El paisaje con pincel de poesía. La riqueza natural de México. Las fiestas populares. La explotación de los peones de las haciendas. Los festejos del centenario de la independencia. La cena de gala en el Palacio Nacional.

La ruta la seguirían tres de los grandes camarógrafos mexicanos: Salvador Toscano, Jesús H. Abitia y Enrique Rosas. El escenario vivo. La decena trágica. La velación de los restos de mi general Emiliano Zapata. La entrada de las tropas villistas y zapatistas a la capital. Las barbas de Venustiano Carranza.

La catarata ha provocado más de 250 películas, llevándose Villa la mayor parte de las carteleras. El elenco es impresionante: Pedro Armendáriz, Domingo Soler, José Elías Moreno, Antonio Aguilar, El Chato Padilla y hasta el escritor chiapaneco Eraclio Zepeda.

Despacito, don Pancho…