Libertad Bajo Palabra con Gerardo Herrera Corral

La ciencia no determina lo que haremos con el conocimiento adquirido.  

Arturo Moncada
Todo menos politica
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Para Gerardo Herrera Corralhoy puede afirmarse que existe una clara relación entre ciencia y libertad: “Los científicos afirman que la ciencia aporta calidad al pensamiento humano y en la medida en que se extiende su conocimiento al tejido social, principalmente mediante la educación, promueve una ciudadanía mejor formada, más crítica, con mayor capacidad para evaluar el potencial de las políticas públicas vigentes y de las nuevas propuestas”.

El doctor en Física, uno de los científicos mexicanos más conocidos a nivel internacional, añade que los expertos consideran que “es así como la ciudadanía cuenta con un criterio mejor formado y se encuentra en condiciones de ser más exigente con sus gobernantes”.

Reconocido sobre todo por su trabajo en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN desde 1994, Herrera Corral puntualiza que “la ciencia es por ello más libre; y esa libertad y la capacidad de ejercer la crítica de manera efectiva es lo que permiten un mejor funcionamiento social y la razón por la que en las sociedades con mayor desarrollo científico los ciudadanos son más protagonistas de su devenir, tanto en lo individual como en lo colectivo”.

—¿Para usted qué es la libertad?


—Es una abstracción. En la vida cotidiana la libertad tiene que ver con la capacidad de elegir o actuar conforme a nuestra voluntad. En este sentido la libertad sería la disolución de todas las restricciones, la eliminación de todo lo que nos ata, la ausencia absoluta de coerción. Sin embargo, incesantemente estamos haciendo compromisos.

Para muchos, explica, “la libertad se ejerce cuando procedemos de acuerdo con nuestra razón y para otros cuando lo hacemos según nuestros deseos. En la realidad estamos sujetos siempre. Nuestra vida y lo que nos forma está dado por las ligas que mantenemos con el entorno. En cada momento cedemos un poco de nuestra libertad como condición para existir. Estamos eternamente atados a nuestra propia circunstancia. De tal manera que la libertad es un estado ideal al que nos aproximamos continuamente sin llegar a alcanzarlo”.

—¿Qué decirle a quienes temen que la ciencia y la tecnología amenacen a la libertad: por ejemplo, la inteligencia artificial, la robótica e incluso el descubrimiento del Bosón de Higgs o “partícula de Dios”?

—La ciencia es un cuerpo de conocimientos y es también una actitud y una manera de ver las cosas. La ciencia de hoy es la tecnología de mañana, decía alguien; y lo que hacemos con la tecnología depende de las sociedades que la alientan. La ciencia no determina lo que haremos con el conocimiento adquirido. Son las personas de un país las que deciden. Un país puede querer financiar o no la construcción de una bomba atómica, firmar o no un tratado de no proliferación. La Convención sobre Armas Químicas es un tratado internacional de control de armamento que establece como ilegal la producción y almacenamiento de armas químicas. Este tratado lo firmaron en 1993 los países que se han adherido a la Convención de Ginebra (1925). No fueron los científicos quienes acordaron hacerlo.

En Estados Unidos, agrega, “se ha reglamentado la experimentación con embriones humanos. Por su parte, la comunidad europea y las Naciones Unidas mantienen un debate sobre la clonación terapéutica y la investigación en materiales biológicos de esta naturaleza. El debate es público y no se limita a la comunidad de científicos. En México se ha discutido la pertinencia de introducción del maíz transgénico y en general las consecuencias de la investigación en el diseño de plantas”.

En cuanto a los robots “que nos transportarán, ya llegaron. Por ahora son automóviles que se conducen por sí solos. Con ellos tiene que llegar una legislación sobre la responsabilidad en los accidentes. Hoy todos parecen estar de acuerdo en que será necesario tener una persona sentada al volante solo con propósitos legales pero mientras tanto los sistemas robóticos siguen avanzando y la construcción de las bases legales continúa. Esta manera de proceder involucra a abogados, jueces y ciudadanos en general. No es un asunto de los científicos”.

Asimismo dice que “el uso de datos personales obtenidos por medio de las redes sociales y de los servicios digitalizados nos pueden delatar atentando contra la privacidad y, seguramente, también contra la libertad de elegir productos de todo tipo. Pero ahora se está legislando y las nuevas leyes que vendrán a regular el uso de internet no son planteadas por los científicos”.

Herrera Corral explica que más bien “los científicos cumplen con la función de informar a la sociedad sobre el significado y las consecuencias de los nuevos desarrollos y descubrimientos. Serán siempre las sociedades informadas las que tomen las decisiones que mejor ayuden a conservar la libertad de las personas. A aquellos que temen a la ciencia porque consideran que amenaza su libertad les diría que mejor teman a los políticos sin educación, desinformados, alejados de los avances científicos y sin idea de lo que ocurre en los laboratorios porque esos políticos no están calificados para pensar y discutir los temas de interés para la gente. Diputados, senadores, alcaldes, gobernadores o presidentes sin una preparación razonable representan el verdadero peligro social. Los políticos carismáticos e ignorantes son la amenaza real, no los científicos”.

—¿Hay alguna restricción a la libertad científica en México?

—Los científicos en México gozamos de libertad para elegir nuestras líneas de investigación; podemos elaborar nuestros proyectos científicos y proponer nuevas vertientes. Contamos con “libertad de cátedra” y la más amplia de las libertades profesionales: la “libertad académica”, que garantiza la posibilidad de llevar a cabo nuestras investigaciones, de difundir los resultados de esas investigaciones y de expresar libremente nuestras opiniones sobre las instituciones del aparato académico de nuestro país. Podemos formar asociaciones académicas que nos representen y podemos manifestar nuestras inconformidades ante los órganos que poco a poco se han ido abriendo a la comunidad científica.

Sin embargo, advierte, “no contamos con los apoyos económicos que se necesitan para muchas de las actividades que nos otorga el derecho. Nuestro trabajo es del interés de la sociedad y depende en buena medida del soporte del Estado. Más allá de la investigación aplicada a procesos o productos industriales y tecnológicos que podría recibir donativos de la empresa interesada la investigación básica —sin la cual no existe la aplicada— depende de una visión de más largo plazo que no se encuentra en el sector privado”.

Para hacer experimentos competitivos y útiles, aclara, “se requiere de los mejores equipos de laboratorio: ante las dificultades económicas que esto conlleva muchos investigadores se ven obligados a elegir la investigación teórica para el desarrollo de una carrera académica. El conocimiento se genera hoy de una manera distinta a como se hacía en el siglo pasado”.

—¿La ciencia, entonces, impulsa la prosperidad y el cambio cultural en el país?

—Existe actualmente un concierto internacional en el que la colaboración es de gran importancia. Tenemos ahora proyectos ambiciosos de muy largo aliento y grandes inversiones. Estos proyectos reúnen a investigadores de todo el mundo en un proceso de cooperación de talento y recursos. Pero estos nuevos mecanismos para adquirir conocimiento implican la dedicación de capital. En este marco del quehacer científico es necesario asumir responsabilidades. No se puede participar en un ambiente de producción científica si el compromiso caduca al año o si la participación depende de los vaivenes de la vida política nacional.

—¿En ese concierto internacional de conocimientos la ciencia es libre?

—Los países desarrollados imponen de manera inevitable su visión de las cosas. El financiamiento de los proyectos científicos y tecnológicos, la diseminación de los resultados, el registro de patentes, el establecimiento de las modas… todo lo determina el éxito económico de los países industrializados. A menudo quedamos atrapados en una visión ajena a nuestra realidad. Diseñamos mecanismos de apoyo a proyectos que no corresponden con las condiciones locales y, no obstante, aspiramos a ser parte del concierto de las naciones exitosas.

Gerardo Herrera Corral es una eminencia en la física de partículas. Profesor titular del Departamento de Física del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (Cinvestav-IPN), cuenta con un doctorado por la Universidad de Dortmund, Alemania, y estancias posdoctorales en las instituciones más reconocidas a escala mundial. Su especialidad son las partículas elementales y ha escrito más de 400 artículos sobre la materia. Desde hace 23 años colabora en ALICE, del Gran Colisionador de Hadrones en el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares. Entre otros reconocimientos ha sido galardonado con el Premio de Investigación en Ciencias Exactas de la Academia Mexicana de Ciencias en 2001, el Premio a la Investigación Científica de la Sociedad Mexicana de Física en 2006 y la distinción Mente Quo Discovery Channel en la categoría Universo en 2011.