CUARTA TRANSFORMACIÓN

Quizá México cambió de manera radical en 2018, aunque ahora empiezan los retos de verdad.

Sergio Sarmiento
Columnas
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México cambió de manera radical a partir del 1 de julio de 2018. En su tercer intento Andrés Manuel López Obrador ganó una elección presidencial, pero desde el primer momento quiso dejar en claro que el nuevo gobierno que encabezaría no sería como los demás: su intención es realizar la Cuarta Transformación del país, un cambio tan importante como los de Hidalgo, Juárez o Madero.

Nadie puede saber si el nuevo presidente tendrá éxito en su intento, pero pronosticar de antemano que un gobierno será histórico parece insensato o ingenuo. Esa es la idea, sin embargo, que obsesiona a este político que se ha considerado siempre predestinado a ocupar un papel protagónico en la historia.

Los seguidores de López Obrador lo ven como alguien que trasciende a los políticos. La gente más humilde le besa la mano como si fuera un profeta o un dios y está convencida de que la buena voluntad del mandatario es suficiente para rescatar al país de la corrupción y la violencia.

Andrés Manuel tuvo prisa desde el primer momento. Comenzó a gobernar antes de rendir protesta, gracias a su influencia y al control que consiguió en ambas cámaras del Congreso de la Unión. Ya como presidente combina largas conferencias de prensa matutinas con una lluvia de medidas radicales que se anuncian día tras día.

Su popularidad aumenta de forma notable, aunque sus medidas también provocan temores. La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México sorprendió incluso a sus colaboradores más cercanos, como Alfonso Romo y Carlos Urzúa, y seguramente tendrá un costo económico enorme para el país. El Tren Maya se lanza con un supuesto permiso de la Madre Tierra, obtenido en una ceremonia religiosa, pero sin un manifiesto de impacto ambiental, un estudio de factibilidad o un proyecto ejecutivo. El presupuesto para 2019 es razonablemente equilibrado en la superficie pero por dentro está lleno de ajustes insensatos y de errores de dedo.

Resultados

Es difícil pensar al comienzo de este 2019 que Andrés Manuel ha sido presidente un solo mes. Ningún otro mandatario ha generado tantas iniciativas e impactos mediáticos. La polarización que provoca entre los mexicanos, empero, es enorme.

Para los mexicanos el nuevo año empieza marcado por este polémico presidente. Su propio presupuesto nos obliga a ser cautos. El crecimiento que propone es de apenas 2%. Plantea además objetivos difíciles de alcanzar: en inflación, apenas 3.4%, y en el tipo de cambio se estiman 20 pesos por dólar al finalizar 2019. Prevé por lo demás un crecimiento de los ingresos gubernamentales de 6.3% en términos reales, que no se explica con un crecimiento económico de solo 2 por ciento.

La fe que los lopezobradoristas depositan en su líder es enorme, pero algunas de sus afirmaciones —por ejemplo, la de que basta con que él sea honesto para que todos los demás en su administración lo sean— rebasan los límites de la credulidad. López Obrador, sin embargo, puede convencerlos de cualquier cosa. Los morenistas, por ejemplo, se opusieron en la campaña a militarizar siquiera temporalmente a la Policía Federal pero ahora aplauden una Guardia Nacional que no es más que una policía militarizada de forma permanente.

Quizá México cambió de manera radical en 2018, aunque ahora empiezan los retos de verdad. El optimismo que genera López Obrador es enorme. Pero hoy hay que convertir las promesas y las expectativas en resultados.