“A veces la libertad es simplemente andar en bicicleta”

Entrevista a Roald Hoffmann Premio Nobel de Química 1981

Norberto Vázquez
Política
Roald Hoffmann
Foto: Cuarto Oscuro.

Ciudad de México, 14 de enero. Roald Hoffmann es un estadunidense de origen polaco que en 1981 ganó el Premio Nobel de Química por sus teorías desarrolladas acerca del mecanismo de las reacciones químicas.

Lleva más de 55 años de actividad científica y ha publicado trabajos en las principales revistas del ramo, lo que lo describe como un investigador singular, siempre atraído por la filosofía y la poesía, disciplinas que integra en su vida profesional.

“Los científicos y los poetas compartimos la necesidad de observar nuestro entorno y concentrar la información en pocos signos”, dice a Vértigo el químico reconocido en su campo por enunciar teorías acerca de la simetría orbital de las moléculas.

La vida y niñez del científico y poeta se conjugan al ser un judío polaco cuya familia fue perseguida por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que Hoffmann se ha dedicado a ejemplificar la utilidad de la ciencia como fuente de ideas e imágenes poéticas.

—¿Qué es para usted la libertad?

—La libertad tiene muchos significados pero para mí el estado ideal de libertad es cuando las personas, naturalmente, sin ley o por obligación externa, hacen lo que quieren hacer, pero lo hacen sin lastimar a otras personas. A veces la libertad es simplemente andar en bicicleta por un camino rural.

—¿Qué tanto le ha aportado la química al desarrollo del mundo?

—Mucho: lo ha evolucionado. Solo tienes que buscar en un cementerio del siglo XIX y leer las edades de los niños que mueren. Son la medicina y la química las que les permiten mayor tiempo de vida hoy.

—¿Cómo ve el futuro de la química?

—Creo que está ahí y que no está limitada sino que hay un núcleo duro del que nacerá una manera nueva y mejor de determinar la estructura de las moléculas. Creo que el futuro de la reactividad química nos permitirá aprender más sobre moléculas y, claro está, sus reacciones. Obviamente es primordial encontrar el control de los procesos enzimáticos o sintéticos. Creo que la mejora tan poco romántica de los procesos de la química verde, en los que se pasa de disolventes orgánicos a agua, desempeñará un papel importante. Estoy convencido de que habrá un premio Nobel en química “verde” antes de que las universidades nombren un catedrático en la materia. La química verde es difícil de definir.

—¿Cómo describiría usted el nexo entre la química y la literatura, ya que en su texto Gaps and verges propone que existe “una poesía de la química”?

—Resultó difícil escribir poemas sobre cómo se hace la química. Pero cuando me relajé encontré metáforas en abundancia al respecto. Y con el tiempo una cierta química regresó. Los científicos y los poetas compartimos la necesidad de observar nuestro entorno y concentrar la información en pocos signos.

Ser humano

—¿Cómo explica la exploración que usted ha desarrollado para definir la unión entre las artes y la ciencia?

—Solo estoy tratando de entender el límite: el arte y la ciencia comparten el deseo de una economía de declaración, comparten el deseo de comunicarse, el deseo de comprender. Y son diferentes: obras de arte a través de lo particular, no lo general. Estoy tratando de entender ese límite. Todos los seres humanos tenemos un lado espiritual que expresamos de muchas maneras distintas; una es a través de la religión, pero hay más, como el arte, ya sea en forma de música, interpretada o disfrutada, cuidando a nuestra madre enferma, a un niño autista, o en forma de compromiso con la política o la comunidad. ¡Hay tantas maneras! Pero algunas ayudan a hacer del ser humano un ser completo. No podemos ser perfectos pero aún así aspiramos a ello. De todos modos creo que sí debemos intentarlo. La ciencia es tan absorbente, casi adictiva, y te roba el tiempo, por lo que cuesta encontrar momentos que dedicar a estas otra cosas.

—Siendo usted un Premio Nobel ¿cómo percibe los cambios políticos, económicos y sociales en el mundo?

—Creo, amigo mío, que usted hace una suposición inicial errónea: los ganadores del Premio Nobel no tienen algo más de valor qué decir sobre el mundo que lo que opinan, por ejemplo, nuestros estudiantes. Nosotros no deberíamos ser el referente. Pero esto es lo que pienso: algunos de los cambios son buenos, poca guerra en los últimos 70 años, menos hambre. Algunas cosas son peores: nuestra renuncia a la privacidad de las redes sociales y el trolling han liberado el internet. Soy un científico que intenta ser un ser humano, vivir esta otra vida tan complicada en la que cuento con mis seres queridos. Es importante que las personas entiendan que los científicos hacemos algo más que investigar; la vida es mucho más grande que los centros de estudio.

—Describa la situación actual de las libertades en el mundo: ¿hemos avanzado o nos hemos frenado como civilización?

—Como apunté antes, son las dos cosas: tenemos más libertad gracias a internet, pero hemos abusado de esa libertad usándola para maldecir a la gente.

—¿Cómo visualiza los cambios políticos y administrativos en México, país que en cierta ocasión me comentó que era como su segunda patria?

—Me gusta mucho la energía de México y la mezcla multicultural de su gente. Lamentablemente hoy no sé lo suficiente sobre su política actual. Solo les deseo que tengan la fuerza para resistir los cambios que se están dando.

—¿Cuándo lo veremos en México?

—No sé cuándo voy a ir. ¡Pero pronto los veré, por el gran aprecio que le tengo a ese país que es México!

Perfil

Roald Hoffmann nació en Zolochev, Polonia (ahora Ucrania), en 1937. Al estallar la Segunda Guerra Mundial los soviéticos ocuparon su ciudad natal hasta 1941. Luego fue ocupada, hasta 1944, por el Ejército nazi y comenzó la aniquilación del pueblo polaco judío. Fue trasladado con su familia a un gueto y después a un campo de trabajo. A inicios de 1943 su padre logró sacarlo clandestinamente de ahí junto con su madre y los escondió un ucraniano en el ático de una escuela durante el resto de la guerra. Su padre permaneció en el campo de trabajo y organizó una fuga que fue descubierta. Tanto él como quienes le ayudaron fueron asesinados por los nazis en junio de 1943. Se graduó en 1955 en la Stuyvesant High School de la ciudad de Nueva York, donde ganó una beca Westinghouse. Recibió su Master of Arts en la Universidad de Columbia en 1958. Obtuvo su Master of Arts en 1960 de la Universidad de Harvard y su doctorado en Filosofía por la misma institución bajo la supervisión de Martin Gouterman y, después de 1976, del Premio Nobel de Química William N. Lipscomb. En 1981 compartió el Premio Nobel de Química con Kenichi Fukui por sus teorías desarrolladas independientemente acerca del mecanismo de las reacciones químicas. Su pasión por las literaturas alemana y rusa lo llevó a publicar sus propios poemas. Su primera colección, The metamict state, se publicó en 1987. Posteriormente editó Gaps and verges, en 1990. En la actualidad se desempeña como maestro en la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York.